Estrenos online: crítica de «The Feeling That the Time for Doing Something Has Passed», de Joanna Arnow (MUBI)
Esta comedia dramática retrata a una joven neoyorquina en sus casuales relaciones sexuales en las que practica la sumisión sadomasoquista. Con Joanna Arnow.
Ann no parece tener demasiado interés en nada. O, si lo tiene, tampoco parece muy interesada en que los demás lo sepan. No es, lo que se dice, muy conversadora. En las reuniones familiares con su extendida y densa familia judía tiende a quedarse callada ya que, por lo general, cuando abre la boca su madre la maltrata. Vive sola, tiene un trabajo anodino detrás de una computadora –uno de esas posiciones con términos técnicos que en el fondo no significan nada– y sus relaciones con los hombres tienden a ir por ese lado: encuentros furtivos, con tipos que hacen lo suyo, completamente desinteresados en lo que ella haga o deje de hacer. «No te importa si acabo o no, es como si no existiera», le dice a uno de ellos, que duerme o hace que duerme mientras ella se frota, desnuda, sobre su pierna.
Ann –interpretada por la directora, quien se la pasa desnuda buena parte de la película, en plan Lena Dunham– descubre que hay algo de esa desafectación que atrae a los hombres y que, quizás, a ella también le resulte funcional a su forma de ser. Se trata del BDSM, o de ciertos modos de la sumisión sexual. No se trata de masoquismo extremo ni nada excesivamente violento. Lo suyo pasa más por la obediencia, el juego de roles, el ponerse a las órdenes de sus ocasionales parejas. Y mientras su trabajo la deprime y su familia la fastidia, su vida sexual parece darle algún tipo de satisfacción. Mucho no se nota, en realidad, porque siempre anda con cara de estar pensando si se olvidó el gas prendido en su casa.
No es un personaje muy interesante Ann y la película supone que sí lo es. O, dicho de otro modo: lo fascinante de un personaje tan pasivo y reactivo queda a criterio del espectador y su conexión con un personaje cuya pasividad puede resultar un tanto exasperante. En una película que tiene algo del cine de Dunham, otro poco del de Todd Solondz y una estética propia del cine más lo-fi del indie americano, el espectador es testigo, sí, de una posibilidad de cambio. Es que, entre todos esos encuentros casuales y esporádicos con distintos hombres, hay alguien con el que Ann parece conectar de una manera más profunda y sensible. ¿Pero será capaz de llevar esa relación a buen puerto o ya su adicción a la sumisión no le permite apreciar una pareja que no sabe muy bien cómo llevarse con eso?
THE FEELING THAT THE TIME… es una película curiosa, fascinante e irritante en partes iguales. Personajes como Ann provocan esa reacción, especialmente cuando están mirados con lo que parece ser un dejo de sorna. La puesta en escena de la realizadora va un poco en ese sentido: planos frontales, desangelados, «afeados», que le agregan otra capa más de gris a la vida de la protagonista. Si bien es cierto que causan un efecto cómico, siempre parecen estar más cerca del «reírse de» que con los protagonistas.
En ese sentido, THE FEELING THAT THE TIME FOR DOING SOMETHING HAS PASSED se mueve en un impreciso límite entre hacer un retrato de una generación apática, que anda por la vida como si todo le diera un poco lo mismo, y burlarse de ella. En lo laboral y lo familiar queda claro que Arnow se acerca más a lo segundo, con sus irritantes jefes –uno de ellos aparece casi siempre como una foto en videoconferencias– y sus excéntricos e infumables padres casi justificando la manera abúlica de actuar de Ann.
En lo ligado a lo sexual, la película es un poco más inquietante. Quizás, más que criticar la apatía de una chica a la que parece gustarle ser sumisa en la cama, lo que Arnow hace es plantear cómo las mecánicas de las relaciones tienen aristas que para muchos otros pueden resultar difíciles de entender. A algunos les resultará entre incómodo y narcisista que la realizadora haya decidido filmarse a sí misma desnuda o casi desnuda el 80 por ciento de la película, pero tengo la impresión que Arnow apunta a otra cosa. Quizás a contar la historia de una mujer –o de una generación– que tiene más pruritos a la hora de mostrar sus emociones que su cuerpo. Y esa exploración es el centro de esta curiosa película.