San Sebastián 2024: crítica de «Aún estoy aquí» («Ainda estou aqui»), de Walter Salles
La primera película de ficción tras doce años del realizador de «Diarios de motocicleta» se centra en una historia familiar durante la dictadura brasileña.
Río de Janeiro, 1970. La dictadura está en su apogeo pero la gente trata de seguir su vida lo más normalmente posible. Las casas tienen las puertas abiertas y los chicos juegan a la pelota en la calle o en la playa sin demasiada vigilancia paterna. En la casa familiar se escucha música (María Bethania, Caetano Veloso, Gilberto Gil, su ruta), se juntan amigos a conversar, a beber y, quizás por la idiosincracia carioca, nadie parece al menos para afuera demasiado preocupado por lo que pasa. Pero un día secuestran a un embajador suizo y la policía y los militares empiezan a ponerse más pesados que de costumbre.
En la familia Paiva son siete: papá Rubens (Selton Mello), mamá Eunice (Fernanda Torres, cada vez más parecida a su madre, Fernanda Montenegro) y cinco hijos, cuatro de ellos mujeres, entre adolescentes y niños. Y también una mucama que vive con ellos. Y luego se suma un perro, que recogieron en la calle y, pese a la leve oposición de Rubens, se quedó en la casa. Después del secuestro del embajador las cosas cambian. Primero, levemente: más controles en las calles, blitzes policiales (nuestras razzias), alguna detención suelta y algo más de miedo. A tal punto que los padres deciden que Vera (Valentina Herszage), la mayor de sus hijos, se vaya a estudiar a Inglaterra, ya que está en esa etapa en la que puede meterse en problemas.
Así, entre festivas reuniones familiares, con amigos y con música, algunas preocupaciones por la tensión política, un trabajo un poco secreto de Rubens (quien habla por teléfono muy a la noche tarde o entrega sobres misteriosos a gente que llega de improviso) e imágenes en Super-8 captadas por la cámara de Vera –que Salles logra transformar en viajes en el tiempo al Río de 1970–, la vida de los protagonistas parece una de las tantas que logran esquivar los bordes más peligrosos de las dictaduras latinoamericanas de los años ’70.
Hasta que no. Un día de enero de 1971 unos tipos entran en la casa de los Paiva, de manera agresiva pero con cierta calma (al menos si uno lo compara con la experiencia argentina) y le piden a Rubens que los acompañe. Los chicos no saben bien qué pasa, la madre se preocupa, pero todos creen que no es algo importante. Todos menos el padre, que en su calma resignación, parece asumir que viene algo complicado y cada saludo suyo se siente una despedida. Y ahí empezará un calvario que involucrará también a Eunice y a Eliana, otra de sus hijas, que también serán detenidas, y a una serie de trágicos, lamentables y dolorosos hechos muy similares a los que conocemos los argentinos.
AINDA ESTOU AQUI, de manera clásica, noble y sobre todo justa y honesta retrata un caso de desaparición forzada de personas. Es un tipo de historia que hemos visto y cuyos detalles nos son familiares –más allá de las diferencias–, pero que conmueve quizás por la manera inesperada en la que llega y en cómo transforma por completo las vidas de todos los involucrados. Desapariciones, torturas, mudanzas, investigaciones que no llegan a ningún lado, darse la cabeza contra la pared una y otra vez intentando encontrar respuestas. El film de Walter Salles, a doce años de su adaptación de ON THE ROAD –su último largo de ficción– es, en lo central, un retrato de resiliencia: de una mujer, de una familia, de un país.
Tres cuartas partes de este film que supera los 130 minutos transcurren en esa época, pero la película incorporará luego dos segmentos más (a mediados de los ’90 y en 2014) aportando algunas novedades de los personajes, de la investigación y, como subtexto, el cambio de la realidad política de Brasil, país que tardó muchos años en investigar en profundidad las desapariciones que tuvieron lugar durante su larga dictadura. Ya para esa etapa la película se termina por convertir en una celebración de la fortaleza de Eunice, una mujer cuya tranquila y apacible vida cambió de golpe allá por 1970 pero que encontró las fuerzas para luchar y reinventarse a lo largo de los años.
El film de Salles apuesta al relato clásico, emotivo, por momentos gracioso (aún en los momentos menos pensados), humanista y con las derivas tradicionales, por lo general, de este tipo de historias. Pero el manejo de los tiempos, la sutileza de las relaciones entre los personajes y, sobre todo, la actuación de su brillante elenco protagónico, elevan a AUN ESTOY AQUI al nivel de un gran film sobre esas historias que en América Latina, especialmente en función de los cambios políticos recientes, deben seguir siendo contadas, una y otra vez.
A la vez, por la relación de amistad entre los Salles y la familia protagónica (el de Paiva es un caso real, si no le temen a los spoilers lo pueden leer aquí), también es un film personal para el realizador de ESTACION CENTRAL y DIARIOS DE MOTOCICLETA, cuya ausencia a lo largo de todos estos años se sintió mucho en el cine del país vecino, del que es una figura fundamental. Ese «todavía estoy aquí», bien puede ser un título que hable del propio Salles, de su resiliencia y de su necesidad de seguir contando sus historias y las de su país.