Series: crítica de «El Pingüino» («The Penguin»), de  Lauren LeFranc (HBO y Max)

Series: crítica de «El Pingüino» («The Penguin»), de Lauren LeFranc (HBO y Max)

Esta serie del universo «Batman» explora y desarrolla el personaje de El Pingüino, un mafioso que quiere quedarse con el control del narcotráfico en Ciudad Gótica. Con Colin Farrell y Cristin Milioti. Desde el 19 de septiembre por HBO y Max.

Hay una lógica un poco curiosa con las series de televisión que toman personajes secundarios de grandes sagas de superhéroes y les dedican temporadas enteras. Veamos el caso de Oswald «Oz» Cobb, más conocido como El Pingüino, uno de los villanos más celebres de BATMAN. Para profundizar el personaje y funcionar, de algún modo, como puente entre la primera y la segunda película de la nueva encarnación de la saga (el combo Matt Reeves/Robert Pattinson), al personaje se le dedican unas ocho horas de desarrollo, de trama, de ficción. El propio Batman, en tanto, apenas tiene de a dos horitas por película. ¿Qué quiero decir con esto? Que finalmente terminamos conociendo más en detalle a estos personajes secundarios que a los principales. En una época se podía decir que no había comparación entre una película y una serie –y que era más importante un solo film que una temporada de TV–, pero no estoy tan seguro de que siga siendo así. Hoy, la conversación acerca de la cultura pop pasa tanto o más por las series que por el cine.

Pese a lo dicho, la serie EL PINGUINO tiene por lo menos un personaje –y no solo uno– que amerita que se profundice más en él. Quizás no durante ocho largos episodios, pero sí como exploración más específica en el universo de Ciudad Gótica. Encarnado por un Colin Farrell irreconocible –con una enorme cantidad de maquillaje encima, un vestuario que le agrega decenas de kilos, una renguera importante y un acento de Super Mario Bros–, su Oz se suma a esta línea de exploración de personajes «malvados», un poco a la manera del JOKER de Joaquin Phoenix. Si bien esta serie se integra al universo oficial de la «marca», ambos productos apuestan a lo mismo: a que entendamos quiénes son y de dónde vienen estos personajes. Y, fundamentalmente, qué es lo que los convirtió en eso que en el cine se denomina villanos.

La serie continúa los hechos de la BATMAN de Pattinson inmediatamente después del final de la película, tras la inundación de buena parte de Ciudad Gótica y la muerte de uno de los capos mafiosos, Carmine Falcone (John Turturro en la película, pero acá «retomado» por Mark Frost en algunos flashbacks). Oz, su ladero, tiene que lidiar con el supuesto heredero de la Familia Falcone, Alberto, y ante la primera reunión que tienen, sin ningún problema, lo liquida con la intención de controlar él ahora los destinos de la familia. En el camino se topa con un chico latino de uno de los barrios inundados –un adolescente tímido que tartamudea llamado Victor (Rhenzi Feliz)– y se ve forzado a sumarlo a su equipo, como su chofer y asistente. Victor será algo así como la única alma inocente, al menos de entrada, en este oscurísimo universo.

Oz –los pocos que le dicen «Pingüino» no viven para contarlo– quiere manejar el narcotráfico en Gotham pero tiene que lidiar con dos rivales de fuste. Por un lado, con la otra gran banda enemiga de los Falcone: los Maroni, liderados por Salvatore (Clancy Brown), que está en la cárcel. Y, por otro, con el resto de los herederos de los Falcone: Johnny Vitti (Michael Kelly), Luca Falcone (Scott Cohen) y, principalmente, Sofía (Cristin Milioti), otra hija de Carmine que acaba de salir del Arkham Asylum tras haber sido condenada varios años por una serie de asesinatos. Con fama de psicótica y descontrolada, Sofía será la gran rival de Oz, quien antes de que ella cayera en la cárcel era su chofer.

La serie se dedicará a triangular fidelidades y traiciones entre Oz, Sofía y los Maroni a lo largo de su primera mitad, con trampas por doquier y «agentes dobles» en cada esquina. Todo eso sucede mientras una nueva droga que deriva de unos hongos empieza a copar el mercado produciendo en los habitantes una sensación de bienestar que les sirve para lidiar con las consecuencias de la destrucción de buena parte de Gotham y que, además, conviene a las autoridades para tenerlos controlados. Es que EL PINGUINO funciona en un escenario devastado, propio del cine negro pero con elementos que la acercan a un drama post-apocalíptico, ya que la ciudad es un caos en el que se corta la luz todo el tiempo, rondan los peligros y gente muere en las calles a cada rato.

El otro elemento importante de la trama pasa por la relación de Oz con su madre, Francis (Deirdre O’Connell), una mujer que sufre demencia y a la que el tipo intenta cuidar como puede, generalmente con la ayuda del tal Victor. Es ese elemento el que más acerca a EL PINGUINO a LOS SOPRANO, una serie con la que muchos la han comparado. Es cierto que hay muchos elementos en común, pero lo mismo sucede con cualquier drama gangsteril con familias italianas, de EL PADRINO a esta parte. Es la relación de Oz con su madre y su intento de verse a sí mismo como un hombre bueno e íntegro pese a ser un psicópata asesino lo que lo acerca a tipos como Tony Soprano.

Pero acaso la creación más interesante de la serie sea Sofía, a la que llaman «The Hangman», por la forma en la que cometió sus supuestos crímenes. Intensa, nerviosa, agresiva y muy traumatizada –sin trauma no hay villano–, la mujer tiene aún menos pruritos que el Pingüino a la hora de querer controlarlo todo. Es ese carácter impulsivo, radical, el que generará que, cada vez que aparece, la serie se despabile un poco del tono en exceso denso que por momentos tiene. No porque sea un personaje ligero ni liviano –ya verán lo que es capaz de hacer promediando la temporada–, pero le otorga una caótica imprevisibilidad a todo el asunto.

Realizada con gran presupuesto, mucho cuidado en cada detalle y con todo el lujo que uno espera de las grandes producciones de HBO, EL PINGUINO es un sólido drama gangsteril y un elegante agregado al universo de BATMAN, uno que seguramente se profundizará en la siguiente película de la saga, la que sí tendrá entre sus filas a Bruce Wayne. Matt Reeves, que es productor ejecutivo aquí, definió los parámetros de su versión de la saga a la medida del film noir de los años ’40 y ’50 y ese aire no solo se mantiene acá sino que se profundiza. De hecho, cada vez que hay una escena diurna o fuera de la ciudad parece salida de otro show.

De todos modos, pese a la densa oscuridad que lo rodea todo, los creadores de EL PINGUINO no se olvidan que el espectador llega a estos productos no solo por el tono oscuro, por el subtexto político (que lo tiene si uno lo quiere buscar) o por los problemas psicológicos de los protagonistas, sino para verlos también en acción. Y en ese sentido, la serie cumple. Mejor no se distraigan demasiado porque acá la gente desaparece del mapa más rápido que en las bodas de JUEGO DE TRONOS. Como decía la frase: «nadie sale vivo de acá». O bueno, casi nadie.