Venecia 2024: crítica de «Alpha.», de Jan-Willem van Ewijk (Giornate degli Autori)

Venecia 2024: crítica de «Alpha.», de Jan-Willem van Ewijk (Giornate degli Autori)

por - cine, Críticas, Festivales
05 Sep, 2024 11:52 | Sin comentarios

Un padre y un hijo que tienen una complicada relación se encuentran en un centro de esquí y se ven enfrentados a tener que lidiar con la potencia de la naturaleza. Esta película holandesa fue premiada en Venecia como mejor película europea de la sección Giornate degli Autori.

Ganadora del premio Europa Cinemas Label –tradicional galardón dado en competencias paralelas de grandes festivales internacionales a la mejor película europea de esas secciones–, esta película holandesa hace un planteo formalista y riguroso centrado en una problemática clásica. O, acaso, dos. Por un lado, es un drama familiar en el que un padre y un hijo que tienen una relación complicada deben lidiar con sus respectivos sentimientos y «pases de facturas» personales. Y, por otro, es un film que pone en juego esa relación en un formato de «película de supervivencia», cuando ambos quedan varados en medio de una alta montaña en la que hay una tormenta de nieve.

ALPHA. (así, con el punto incluido, en el original) hace chocar de entrada esos dos mundos cuando Rein (Reinout Scholten van Aschat) está tirado en medio de las altas nieves escuchando una suerte de audio de autoayuda que lo lleva a mirar las montañas en detalle y concentrarse en ellas. Mientras trata de relajarse con eso en la mente suena su celular y es un llamado de su padre avisándole que está en el lugar y tratando de verse con él. Rein es instructor de esquí en este lugar de los Alpes y se lo nota un tipo amable pero tenso, callado y metido en sí mismo. Claramente, preferiría seguir ahí que tener que verlo.

Poco después se encuentra con su padre, Gijs (Gijs Scholten van Aschat, son padre e hijo en la vida real), que es bastante distinto a él. Más gregario, seductor, amable con la gente del lugar, al punto de incomodarlo permanentemente. A Rein no le gusta que su padre beba y a su padre le sucede lo opuesto: quiere que su hijo beba y que no lo moleste cuando él lo hace. Hay un tema que no se habla mucho pero que ensombrece la relación entre ambos: la madre de Rein y esposa de Gijs ha muerto hace unos pocos meses y cada uno de ellos lidia con la situación como puede. Gijs, por ejemplo, ya se está viendo con una mujer de la edad de su hijo. Algo que, obviamente, al más obviamente deprimido Rein no le sienta nada bien.

Todas estas tensiones se ponen en juego de una manera más clara y directa al otro día cuando deciden subir a una montaña un tanto más riesgosa en compañía de Laura (Pia Amofa), la novia alemana de Rein, y un par de personas más que conocen a Gijs como actor, ya que a eso se dedica y tiene una cierta fama, dice él, en «los Países Bajos». A Gijs, que a diferencia de su hijo no es un gran amante de las alturas, le da un poco de vértigo ir. Pero entre el alcohol consumido y el temor a «pasar vergüenza» frente a los demás, se suma al grupo. No puede, digamos, ser menos que su hijo. Y, bueno, de allí en adelante las cosas se complican con resultados imprevistos.

Esta serie de juegos de poder, manipulación y tensiones entre ambos no se juegan demasiado desde los diálogos sino desde las insinuaciones, los celos y la puesta en escena. Gijs irrita todo el tiempo a su hijo con sus comentarios (su novia es alemana afrodescendiente y el tipo le hace varias preguntas incómodas) y cierta exageración para hablar de sus sufrimientos en un estilo que a Rein le parece «actuado». Nada parece ir bien entre ellos, pero cuando las circunstancias los lleven a quedar solos frente a la inmensidad de la naturaleza, las cosas tomarán otro color.

Van Ewijk construye todo esto desde una puesta en escena seca, distante, de planos por lo general largos y clínicos, sin una intervención muy directa sobre los materiales. El sonido, especialmente, está jugado en muchas ocasiones como un elemento más: no hay muchos diálogos en el sentido clásico de la conversación, sino comentarios al pasar y pequeños intercambios que muchas veces apenas se descifran en el fondo de la banda sonora. Es el clima del lugar –el frío, la soledad, la nieve, el ruido del viento– el que va creando un clima que es más un estado convulsionado de la mente que otra cosa. Y las montañas, blancas, dominándolo todo.

Y en medio de esos impactantes escenarios ALPHA. encuentra la manera de separarse un poco de los manuales de guión que, para casos como el que acá se cuentaa, tienden a tener una serie de arcos dramáticos previsibles, de esos que van de la confrontación a la reconciliación. Acá, sin ser radicalmente opuesto, la propuesta es otra, diferente. Los conflictos entre padres, hijos, madres, novias y otros, ligados a las relaciones personales, terminan quedando a merced de la naturaleza. Es ella la que, en definitiva, tiene la última palabra. En esta y en todas las cosas.