Venecia 2024: crítica de «One of Those Days When Hemme Dies» («Hemme’nin Oldüğü Güblerden Biri»), de Murat Fıratoğlu (Orizzonti)

Venecia 2024: crítica de «One of Those Days When Hemme Dies» («Hemme’nin Oldüğü Güblerden Biri»), de Murat Fıratoğlu (Orizzonti)

por - cine, Críticas, Festivales
08 Sep, 2024 11:16 | Sin comentarios

En este drama turco, un hombre planea vengarse de su jefe, que no le paga su salario, pero una serie de circunstancias lo llevan a repensar la situación. Ganadora del Premio Especial del Jurado en la sección Orizzonti.

Ganadora del Premio Especial del Jurado en la sección Orizzonti, ONE OF THOSE DAYS WHEN HEMME DIES es una opera prima turca que, en su aparente calma y simpleza, recuerda las películas de cierto cine iraní con protagonistas en permanente movimiento encontrando algo así como el sentido de la vida en los cotidianos y probablemente banales encuentros y cruces con la gente. Es, en cierto modo, una película sobre el tiempo y cómo actúa sobre nuestros comportamientos. Partiendo de una situación potencialmente violenta, que la podría acercar a un drama policial de pueblo chico, lo que hace el realizador/protagonista es ir desescalando tensiones y encontrar respuestas por otros lados. No ignora el problema, pero entiende que el modo de actuar al respecto quizás sea otro y no el que dicta nuestra primera reacción.

Todo comienza en un paisaje que se ve bello a la distancia pero que se sufre más si se trabaja en él. Son campos enormes los que se colocan, cortan y salan tomates que se ponen a secar al sol, trabajo que se hace a mano bajo un calor extenuante. El conflicto salta de entrada: a los trabajadores no les pagan hace 15 días. El propio director encarna a Eyüp, el protagonista, quien reclama su salario y el de los que trabajan con él, insistentemente. Hemme (Salih Tasçi), algo así como el capataz o intermediario en esa operación, le dice que no hay plata y que tienen que esperar. Y no lo hace en el mejor modo, lo cual genera gritos y un conato de violencia entre ambos que los otros trabajadores frenan. «Es que lleva muchos días sin dormir», lo excusan a Hemme. A Eyüp –que está sin dinero para pagar deudas– la justificación no le sirve, por lo que agarra su motocicleta y se va al pueblo con intenciones no particularmente conciliatorias.

Allí la película cambia radicalmente. No solo sale del escenario colorido del rojo de los tomates al sol para internarse en caminos de tierra y calles de pueblo sino que la intensidad inicial va dando paso a una serie de situaciones y circunstancias que bordean el absurdo y que van torciendo el momentum de la situación. La moto de Eyüp no anda bien, se le detiene todo el tiempo y tiene que abandonarla, por lo que necesita que lo lleven. Luego se encuentra con unos vecinos que le insisten en tomar algo con ellos y hablarles de la vida cotidiana. Más tarde ayudará a un anciano que está solo y quizás descompuesto en un callejón. Algo similar pasará con otro, que está solo trabajando en el campo. O un amigo que trabaja en un negocio y lo deja a cargo para irse a rezar. Eyüp les dice a todos que está apurado y no tiene tiempo para ellos, pero es muy difícil «zafar». Y el tipo se va quedando. Y sus nervios, aplacándose.

ONE OF THOSE DAYS… tiene una estructura simple, dividida en dos bloques, informados visualmente de un modo diferente y con un ritmo interno muy distinto también. Tras sus primeros 20 minutos en el campo uno imagina que todo irá escalando –es el modus operandi de los dramas desde el principio de los tiempos–, pero Fıratoğlu tuerce el camino. Y en esa serie de desvíos –que, en más de un sentido, hacen recordar a los de EL SABOR DE LA CEREZA, de Abbas Kiarostami–, la película encuentra su tema, abre el espectro de su mirada para notar que hay otro mundo por fuera de la necesidad que un momento parece irrefrenable de vengarse. Esa progresiva baja de tensión no niega el problema –la película no es tonta al respecto y es obvio que hay un maltrato laboral descomunal–, pero se permite el tiempo de masticar el conflicto y entender que quizás haya mejores maneras de tratarlo que el simple toma y daca.

Si bien puede parecer simplista, su propuesta filosófica es de un profundo humanismo, el tipo de propuesta o actitud que evitaría muchos de los conflictos violentos, de los pequeños a los grandes, que se producen a diario. Encontrarse a una antigua compañera de escuela, escuchar un mensaje telefónico de tu pequeño hijo, ver como una lata de gaseosa va y viene por un parque sin destino aparente, sentarse a escuchar a un conocido que está solo o, simplemente, ayudar a un anciano en problemas son cosas que reconcilian y vuelven a poner en contacto con la humanidad al protagonista, más allá de sus contradicciones. Y así, el fastidio que lo impulsa de entrada –y que transforma por momentos sus complicaciones en pasos de seca comedia– va cediendo de a poco y dando paso a una mirada más amplia y generosa del mundo que lo rodea. Que sigue siendo problemático, seguro, pero que amerita ser absorbido en su rica, fascinante y muchas veces absurda complejidad.