
Venecia 2024: crítica de «Phantosmia», de Lav Diaz (Fuera de competencia)
Un militar retirado sufre una extraña afección olfativa y hace una rara forma de terapia activa para tratar de resolverla en este drama de cuatro horas del realizador filipino.
Las consecuencias de la educación violenta, militar y guerrera en Filipinas han sido el tema de muchas de las películas de Lav Diaz, especialmente las dos últimas (WHEN THE WAVES ARE GONE y ESSENTIAL TRUTHS OF THE LAKE) que ponían el eje en un militar que sufría las consecuencias de haber dedicado su vida a la violencia. En ese caso, su ansiedad, su culpa y remordimiento se manifestaba a través de edemas y picazones en el cuerpo que lo dejaban prácticamente paralizado. En PHANTOSMIA cambia el personaje pero no la lógica de su recorrido personal ni la estética del tipo de cine que hace Diaz.
La «phantosmia», como quizás algunos recuerden de la pandemia de Covid, es una afección olfativa severa. No es la más común –en aquel caso se hablaba de personas que no sentían olor a nada– sino una más rara. Acá el protagonista siente olor feo, a podrido, en todo o casi todo. Anda con un cubrebocas permanentemente y cara de no soportar el aroma que lo rodea. Va a visitar a una doctora y ella le dice que no se trata de ningún problema físico, sino psicológico. Y que debería revisar su vida –ir a los lugares en los que vivió o tuvo experiencias difíciles, escribir sobre ellas–, para superarlos. Es claro, además, que no es la primera vez que le pasa.

El hombre se llama Hilarion Zabala (Ronnie Lazaro) y es un reconocido sargento que tiene, para los más jóvenes, fama de hombre duro y recio. Ahora está retirado, pero en función de superar su trauma y su dolencia, va a un lugar donde existen conflictos políticos (una colonia penal en el medio de la nada) y se ve enfrentado allí a nuevas situaciones que ponen en juego sus experiencias y su necesidad de limpiar sus culpas por lo que fueron algunos excesos de los años ’80.
Dicho así parece una narrativa simple y sencilla, pero nada lo es en manos de Diaz. Con cuatro horas de duración la película va y viene de ese eje, deriva en incontables recorridos paralelos ligados a personajes e historias del lugar (incluyendo un poeta que recita tres o cuatro veces largos poemas políticos), va y viene en el tiempo y va insertando situaciones tensas que se viven ahí, otras que Hilarion tiene con sus hijos y reitera y estira situaciones al punto de bordear con el tedio.
A Diaz lo salva su siempre lúcida mirada, la manera de componer su puesta en escena, el modo en el que se las arregla con mínimos elementos (media docena de actores, dos chozas y muy poco más; la escena en la que un personaje destroza una guitarra es equiparable en estos términos a una gran secuencia de acción hollywoodense) y la forma en la que logra hablar de la dura historia política del país desde la perspectiva de los que fueron victimarios, que deben seguir conviviendo con sus traumas y sus tendencias violentas.

A diferencia de las últimas películas –que tenían similares búsquedas–, a PHANTOSMIA se la siente un poco más deshilachada, inconstante, entrando y saliendo de sus ejes principales demasiadas veces. Es una película a la que cuesta entrarle pero que, una vez que se hace, encuentra su propio camino, siempre que uno entre en sintonía con la propuesta, que consiste esencialmente en la posibilidad (o no) de redención que se le presenta a Zabala en este nuevo puesto. El problema en esta oportunidad es que, una vez que ese ritmo interno parece funcionar bien, la película lo vuelve a perder mucho tiempo antes de su demorado final.
Se trata de una de las películas más irregulares de Diaz entre las últimas que hizo, pero sigue siendo un cineasta incapaz de traicionarse a sí mismo y a su visión del cine. Claramente no le servirá para conquistar nuevos fans pero tampoco perderá a los de siempre, quienes aceptamos que en una filmografía tan larga (en cantidad de películas y en lo que dura cada una de ellas) siempre hay baches creativos o proyectos que no se arman tan bien. De todos modos, PHANTOSMIA continúa con una búsqueda temática, ligada a la educación violenta de los hombres y cómo eso se perpetúa en el tiempo, que es hoy igual o más relevante que antes.