Estrenos: crítica de «El bello verano» («La bella estate»), de Laura Luchetti
Esta película italiana basada en la novela homónima de Cesare Pavese es un relato de iniciación y crecimiento de una joven costurera en la ciudad de Torino de 1938.
Más clásica en su estética que la mayoría de los títulos que se presentan en Locarno, no es casual que esta adaptación de la novela de 1949 de Cesare Pavese sea parte de las galas de la Piazza Grande y no de la competencia oficial. Se trata de una correcta biografía de una etapa de la vida de su protagonista, un relato de iniciación sensible pero también un tanto académico, que cuenta la historia de una joven costurera en la Torino de los años ’30 –1938 para ser más precisos–, en un momento en que muchas cosas en su vida, y en su país, irían a cambiar.
LA BELLA ESTATE se centra en Ginia (Yile Yara Vianello), una chica de 16 años que es costurera en una casa que se dedica a la preparación de elegantes vestidos. Tímida e insegura, de bajos recursos, vive con su amable pero un tanto frustrado hermano y solo parece dedicada a avanzar en su profesión. Todo empieza a cambiar cuando, estando con unos amigos a la orilla del río, sale del agua una chica hermosa y provocativa llamada Amelia (interpretada por Deva Cassel, la previsiblemente bella hija de Mónica Bellucci y Vincent Cassel), que deja a todos un poco con la boca abierta. Inclusive a Ginia.
Ginia y Amelia se volverán a cruzar, se harán amigas y la más mundana modelo –que se dedica a posar, desnuda, para pintores y otros curiosos por dinero– la irá introduciendo en un mundo de artistas y bohemios, confundiéndola con sus idas y vueltas, con su personalidad ciclotímica y sus disimuladas inseguridades. Para Ginia la llegada de Amelia a su vida provoca una mezcla de sensaciones y una serie de confusiones: se empieza a distraer en su trabajo –en el que venía avanzando rápidamente–, tiene problemas con su más sencillo hermano y el universo al que se une le genera tantas satisfacciones como situaciones no del todo cómodas.
Es que allí, entre cigarrillos, alcohol, artistas e intelectuales, Ginia pasa a ser testigo y parte de un mundo tan llamativo como abrumador. Hay romances, desengaños, cercanías y distancias, pero en todo momento la sensación que transmite el film de Luchetti es una de curiosidad, de fascinación. Si bien muchos de estos personajes no son más que diletantes sin un particular talento, la película no los observa con desdén ni mucho menos. Lo hace desde el punto de vista de Ginia, que pendula una y otra vez entre la fascinación y la decepción. En algún punto EL BELLO VERANO bordeará el melodrama más convencional (este es el típico relato en el que cuando un personaje tose uno ya imagina qué sucederá), pero sabrá frenarse a tiempo para regresar a un registro menos subrayado y más sutil.
La película recuerda en su tono y estética a la reciente serie MY BRILLIANT FRIEND, basada en las novelas de Elena Ferrante, poniendo su eje también en la relación entre dos mujeres, en este caso con el contexto del fascismo y la inminente llegada de la guerra. Si bien queda en segundo plano, es imposible no pensar en los destinos de estos personajes luego de esta historia. Deva Cassel se luce en el clásico rol de la mujer bella y que, en apariencia, se lleva todo por delante cuando en realidad no es tan así. Pero la protagonista es Vianello, a través de la cual pasa ese «bello» aunque complicado verano en el que su vida cambiaría para siempre.