Estrenos: crítica de «Los amantes astronautas», de Marco Berger

Estrenos: crítica de «Los amantes astronautas», de Marco Berger

por - cine, Críticas, Estrenos
28 Oct, 2024 04:17 | Sin comentarios

En esta comedia del director de «Plan B» dos amigos de la infancia se reencuentran muchos años después y fingen tener una historia de amor para que uno de ellos reconquiste a su novia. Estreno: 31 de octubre.

La consistencia temática de Marco Berger, tras dos décadas de carrera como director, es incuestionable. A su modo, el realizador de TAEKWONDO ha hecho películas que, con distintos tonos y algunas excusas narrativas distintivas, pueden ser consideradas comedias dramáticas que cuentan historias de amor homosexual. Dentro de ese amplio mundo del cine LGBTQI+, Berger recorta por lo general un universo de relaciones, miradas, conexiones y malos entendidos entre varones, algunos de los cuales están en esa zona entre aplazada e indefinida de las elecciones sexuales. Y eso regresa en LOS AMANTES ASTRONAUTAS, acaso la que más directamente se acerca a esa zona desde su primer film, PLAN B.

Como muchas de sus películas, LOS AMANTES ASTRONAUTAS –estrenada en el BAFICI 2024– transcurre a lo largo de un verano, en un escenario que incluye casas de vacaciones (en este caso, en el Partido de la Costa bonaerense, zona de Mar de las Pampas y Mar Azul) y agrupa a una decena de personajes con mayor o menor peso en la trama. La propuesta del film es de pura estirpe shakespeareana. O, mejor dicho, allá donde la tradición del Bardo se mezcla con la comedia romántica clásica de enredos, confusiones y malos entendidos.

Todo empieza con la llegada de Pedro (el español Javier Orán), un joven que ha vivido en Argentina siendo niño y que vuelve al país a visitar a su primo. Junto a él y a un grupo de amigos se van de vacaciones a la costa y allí se reencuentra con Maxi (Lautaro Bettoni, de TEMPORADA DE CAZA), que era su amigo de la infancia. Pronto reconectan el uno con el otro y si bien a Maxi le sorprende que Pedro sea gay, eso no impide ni complica la relación. Al contrario. Maxi le cuenta a Pedro que muchas chicas lo dejan porque creen que es «un poco gay» y no tiene mejor idea que seguir con esa supuesta confusión proponiéndole a Pedro simular ser novios adelante de sus amigos. ¿Su objetivo? Recuperar a su novia, Sabrina (Mora Arenillas), a través del viejo y probado recurso de los celos.

Pedro desconoce el objetivo de Maxi –él le dice que no quiere que Sabrina lo vea como alguien «mentalmente cerrado»– pero le sigue el juego porque quizás cree lo mismo que esas ex novias: que Maxi «es más gay» que lo que admite ser. Además, claro, le gusta. Y supone que esa convivencia como «pareja» podría llegar a terminar con la rotura de los límites entre lo real y lo simulado. Lo de «rotura» viene a cuento del mecanismo que Berger utiliza durante gran parte de las casi dos horas que dura la película para presentar la relación entre los personajes. Es que, en sus constantes y pícaras charlas que se extienden a lo largo del film, Pedro y Maxi (especialmente Maxi) no hacen más que hacer bromas con sinónimos y metáforas bastante directas del acto y los órganos sexuales, todo un diccionario de dobles y triples sentidos que hacen referencia a la homosexualidad.

Es la manera en la que Maxi logra lidiar con lo que, es claro desde el principio, le sucede. Si bien se plantea todo como un juego con un objetivo claro («soy re-hetero», dirá más de una vez), cualquiera se da cuenta que, en las constantes y muy floridas bromas verbales, en la postura física, en la intimidad que tienen entre ambos y hasta en los besos que se dan en esa farsa que supuestamente juegan, hay más verdad que mentira, más confusión que otra cosa. Y Pedro le sigue el juego, agregándole un pasatiempo extra a las conversaciones con las diferentes terminologías que se usan acá para ciertas cosas y las que se utilizan en España.

La película avanzará mediante esa mecánica, involucrando de vez en cuando, y más que nada como testigos de los enredos de «pareja», a los otros miembros del grupo (por allí aparecen Ailín Salas, Iván Masliah, Melina Furgiuela y Violeta Cárcova, entre otros, conformando el elenco con más chicas de toda su filmografía), con los que vivirán algunos equívocos mientras la relación se profundiza. Cuando reaparezca Sabrina en el mapa, las cosas se complicarán un poco más. Al menos para Maxi. De todos modos, Berger jamás abandona del todo la ligereza. La relación entre ambos podrá ser un poco confusa, pero no es la intención del director de MARIPOSA la de dramatizar demasiado la situación.

Además de su temática reiterada, a lo largo de diez películas Berger ha construido un universo de personajes y hasta una manera de filmar. LOS AMANTES ASTRONAUTAS no altera en lo fundamental esa forma pero sí tiene algunas diferencias. Por un lado están las actuaciones, que en ocasiones fueron un punto relativamente endeble de su cine y que aquí están ajustadísimas. Eso se nota especialmente a la hora de las pícaras conversaciones que mantienen los protagonistas, las que tienen un ritmo, un humor y un ingenio propio de las buenas comedias clásicas. Y, por otro, por un manejo de la puesta en escena diferente, más concentrado en los rostros y los diálogos que en los cuerpos de los actores. Acá se habla más de lo que se muestra y la carga sexual está toda puesta en las conversaciones, en los gestos y en los rostros.

Metiéndose por momentos en zonas escatológicas no usuales en el cine argentino pero tomándolas con la ligereza suficiente como para no darles demasiada trascendencia, Berger retoma aquí su lado más lúdico y ameno luego de un film un tanto más severo y áspero como fue LOS AGITADORES. Si bien la película podría ser un tanto más concisa (en un momento parece convertirse en un diccionario de dobles sentidos, con términos que además Pedro anota en un cuadernito), nunca pierde la frescura y, curiosamente, hasta cierta candidez.