Estrenos online: crítica de «Dìdi» («弟弟»), de Sean Wang (Flow, Claro Video, Movistar TV)

Estrenos online: crítica de «Dìdi» («弟弟»), de Sean Wang (Flow, Claro Video, Movistar TV)

Retrato de un chico de 13 años a lo largo del verano de 2008, este film autobiográfico ganó el Premio del Público en el Festival de Sundance 2024. Disponible para alquilar en varias plataformas.

La estructura y temática de los «coming of age» estadounidenses parecen armarse con una fórmula salida de fábrica, una serie de conflictos y problemas que uno, en mayor o menor medida, puede adivinar. La diferencia que separa a las mejores películas del género del resto tiene que ver con sus particularidades, con sus rasgos de originalidad y con sus pequeñas diferencias. Y todo eso está en DIDI, un muy personal retrato de un chico asiático de 13 años que vive en Fremont, California, y al que conoceremos a lo largo del complicado verano boreal de 2008.

Casi nadie llama a Chris Wang (Izaac Wang) por su nombre. En su casa lo llaman «dìdi» (que significa «hermano menor») y sus compañeros de colegio lo apodan «Wang Wang». Su vida parece bastante prototípica para un chico de su edad en esa época: pasa mucho tiempo frente a la computadora –con sus chats, sus páginas de MySpace y los entonces nacientes YouTube y Facebook– y se encuentra con un grupo de amigos con los que parece llevarse bien. Si bien es el más tímido y en apariencia inocente del grupo, la relación con ellos (un combo multiracial de personalidades muy diferentes) es buena. De hecho, hasta la chica que le gusta, Madi (Mahaela Park), le presta atención, le da charla y hasta lo invita a seguirlo en Facebook. El tema es que a Chris, que es un poco más chico que ella, no se le ocurre mucho para decirle.

En su casa todo parece bastante más complicado. Chris vive con su atribulada madre, Chungsing (la gran Joan Chen), ama de casa y pintora algo frustrada, mientras que su padre no es parte del asunto, ya que vive y trabaja en Taiwán, de donde la familia es originaria. La que sí vive con ellos es su abuela y suegra de Chungsing (la llaman Nai-Nai, «abuela paterna»), que es una señora mayor y bastante intensa, de esas que se meten a opinar sobre todo y todos. El cuadro lo completa Vivian (Shirley Chen), su hermana mayor, que está a punto de irse a la universidad y con la que Dìdi tiene una relación bastante tirante y agresiva.

Todo empezará a enredarse para el chico a partir de una serie de incómodas situaciones y «errores» que lo llevan a meterse en complicaciones con sus amigos y con Madi. En el medio, Chris –socialmente bastante inepto y de pocas palabras– se junta a un grupo de chicos un tanto más grandes y skaters, a los que les ofrece filmarlos en sus pruebas, sin saber en realidad cómo. Pero casi nada de lo que hace –ni con sus ellos ni con sus familiares– parece salirle bien, lo que lo lleva a enredarse cada vez más en problemas de los que les cuesta salir. En su casa, en paralelo, las cosas siguen siendo intensas y agresivas entre todos.

DIDI tiene una particularidad que la diferencia de la mayoría de otros coming of age. Y no, no se trata de que los protagonistas son de ascendencia asiática o que la mayoría de sus amigos son también hijos de inmigrantes (paquistaníes, filipinos, latinos, coreanos), sino de que la película no asume que Chris es un gran chico incomprendido o un talento que nadie logra apreciar. Chris no parece demasiado brillante ni talentoso ni inteligente ni mucho menos sensible. Es, solamente, un chico inseguro y confundido que tapa algunos problemas de la peor manera posible y que toma, una tras otra, las decisiones más contraproducentes imaginables.

Esto, que hace difícil por momentos que el espectador se identifique con él, le da a la claramente autobiográfica película una característica muy personal, ya que funciona casi a modo de públicas disculpas. Es que, en la mayoría de las situaciones conflictivas que le tocan vivir, uno entiende más a sus amigos (o a su madre, o a su hermana) que a él, al que no le sale nunca nada bien. Y la película no guarda una especial sorpresa o un fuerte giro dramático en su vida. Apenas la toma de conciencia de que el mundo es un poco más grande que su propio ombligo.

Sean Wang logra retratar muy bien una época cercana en el tiempo pero lo suficientemente distante como para notar las diferencias. Chris, un late millennial, se apasiona por las cámaras de video (pero filma muy mal y no ve casi películas), copia información, datos y referencias de la web (elige sus películas y bandas favoritas en función de lo que sabe que a los otros les gusta), cree sentirse muy cool cuando no lo es y parece incapaz de notar las consecuencias de sus actos. De todos modos y pese a sus continuos faux pas, Wang logra generar empatía con el protagonista. Sabe que su deseo por pertenecer lo lleva a equivocarse continuamente y entiende que, a esa edad, lo más probable es que un chico actúe así. El secreto está en poder, en algún momento, darse cuenta.