Estrenos online: crítica de «El amor es un viaje en trineo al infierno» («Drive-Away Dolls»), de Ethan Coen (Max)

Estrenos online: crítica de «El amor es un viaje en trineo al infierno» («Drive-Away Dolls»), de Ethan Coen (Max)

Dos amigas lesbianas emprenden un viaje hacia la Florida sin saber que llevan un material peligroso en el auto que conducen y que unos mafiosos las persiguen para recuperarlo. Con Margaret Qualley, Geraldine Viswanathan, Colman Domingo y Matt Damon.

Cuando los hermanos Coen se separaron, profesionalmente hablando, se llevaron en apariencia cada uno una parte bastante distinta de lo que los constituía como dupla. A juzgar por sus películas «solistas», Joel Coen –el pelilargo y monosilábico del dúo, el que más cara de «preferiría no hacerlo» tiene de los dos– se quedó con el lado más serio y formalista, si se quiere el más respetable. Ethan, a juzgar por esta DRIVE-AWAY DOLLS, parece haberse llevado a su casa –el guión de la película lo escribió con su esposa, Tricia Cooke– la parte más humorística y descontrolada de la dupla.

Vistos los títulos de cada uno por separado, no queda otra que pensar que lo mejor es que vuelvan a trabajar juntos. No es porque las películas sean malas –ni esta ni LA TRAGEDIA DE MACBETH, de Joel Coen, lo son–, pero hay algo en la combinación entre lo zumbón y lo cuidado, entre lo grave y lo tontuelo y entre lo caótico y lo prolijo que funciona mejor cuando trabajan en conjunto. En el caso de DRIVE-AWAY DOLLS, Ethan se remonta a los orígenes del cine de los hermanos tratando de capturar el espíritu casi de films animados que por momentos tenían títulos como EDUCANDO A ARIZONA o la propia FARGO, policiales pasados de rosca con personajes peculiares, policías tontuelos, persecuciones absurdas y un tono picaresco propio de las novelas policiales de Elmore Leonard y otros autores que apostaron al lado más absurdo y oscuro de los Estados Unidos más profundos.

DRIVE-AWAY DOLLS (me resisto a llamarla con el incomprensible título local de EL AMOR ES UN VIAJE EN TRINEO AL INFIERNO; el de España, DOS CHICAS A LA FUGA, es más simple, directo y mejor) es una película sobre dos amigas, lesbianas ambas pero no en pareja entre sí, que deciden viajar desde Filadelfia al norte de Florida. Una de ellas, la más tímida y discreta Marian (Geraldine Viswanathan) tiene que ir a visitar a una tía mientras que la más provocativa y sexualmente desenfadada Jamie (Margaret Qualley, con un acento excesivo que solo parece existir para ser usado en las películas de los Coen) se une a ella para escapar de una bastante violenta ruptura amorosa con su pareja policía (Beanie Feldstein), que la dejó además sin casa. Lo que no saben es que el auto al que se suben para viajar es uno que pertenece a una banda de mafiosos y que en el baúl tiene escondido, digamos, un material muy sensible.

Sabemos, ya que lo vimos en la primera escena –una que deja entrever el tono absurdo y pasado de rosca de todo lo que vendrá después– que hubo un crimen (el muerto es Pedro Pascal) y que hay una entrega de material que hacer en Tallahassee, en el norte de la Florida. Pero las chicas no lo saben. Y Jamie, especialmente, quiere aprovechar el viaje en ese auto «alquilado» de un modo curioso, para hacer un recorrido por bares y fiestas con chicas, planeando una noche de sexo tras otra. Marian, en cambio, prefiere quedarse en los moteles leyendo su novela de Henry James tranquila. Hasta que en algún momento las actividades nocturnas por separado que llevan ambas se tengan inevitablemente que cruzar.

No hay mucho más para desmenuzar en la película, que no es otra cosa que una road movie en tono muy ampuloso y zarpado acerca de estas dos chicas que avanzan por su lado mientras que dos matones y un capo que los guía (Colman Domingo) las siguen y tratan de averiguar su paradero. Flashbacks psicodélicos en los que aparecen Matt Damon y Miley Cyrus, un montaje acelerado propio de los Looney Tunes, y muchos chistes con dildos, posiciones sexuales y bromas de ese estilo conforman este brevísima (84 minutos) comedia de enredos que así como llega, pasa rápidamente y se acaba.

Si bien parte del cine de los Coen –especialmente títulos como ¿DONDE ESTAS, HERMANO? o QUEMESE DESPUES DE LEERSE; no pondría acá a EL GRAN LEBOWSKI ya que esa película aspira a algo aún más extravagante– tiene un carácter similar, uno que bordea el humor de LOS TRES CHIFLADOS mezclado con el policial clase B, la película de Ethan se siente particularmente desprovista de cualquier tipo de relectura, más allá de la insistencia del realizador de conectarla a la literatura de Henry James o de, quizás, hacer algún tipo de comentario sobre la relación entre la sexualidad y la hipocresía.

Pero lo que pierde por ese lado lo gana por otro, que no es menor. DRIVE-AWAY DOLLS no tiene ningún tipo de crueldad ni malicia respecto a sus protagonistas, algo que suele ser una marca registrada de las películas de la dupla. Ethan puede ser en extremo ligero y descontracturado, pero no usa ese tono «jodón» para burlarse de sus personajes. Más bien, todo lo contrario. Uno termina encariñándose con las dos simpáticas aunque muy distintas protagonistas de esta comedia policial, una que el realizador escribió hace más de 20 años para ser dirigida por Allison Anders –la historia, de hecho, transcurre en 1999– pero que quedó guardada en un cajón y fue rescatada en pandemia. No pasará a la historia dentro de la filmografía de los hermanos, pero se agradece su desenfado y su espíritu adolescente.