Festivales: crítica de «Lázaro de noche», de Nicolás Pereda (Valdivia)
Tres actores con una complicada relación entre sí se presentan al curioso casting para una película en el nuevo film del realizador mexicano de «Fauna». Con Lázaro Rodríguez, Luisa Pardo, Francisco Barreiro y Teresita Sánchez.
Subdividida, como otras películas del realizador mexicano, en dos partes (o quizás tres), LAZARO DE NOCHE se ocupa, principalmente, de las historias entrecruzadas de cuatro personajes. Jugando en esa zona mixta entre el documental y la ficción en la que el cineasta acostumbra trabajar, un formato en el que se cruzan registros todo el tiempo –el documental cobra estructura de ficción y la ficción de documental–, la película cuenta una historia dentro de otra historia para luego recaer, con manifiesta inspiración en la obra del escritor argentino César Aira, en pura deriva narrativa.
La primera parte, que ocupa casi dos tercios del relato, es la más straightforward, al menos dentro de los parámetros del cine del realizador de FAUNA, película de formato similar a esta. Allí se cuenta, de una manera que remeda a una versión desafectada del cine del realizador coreano Hong Sangsoo, las relaciones entre tres actores que, a la vez, están tratando de conseguir un papel en una futura película y mantienen un desapasionado, por no decir hasta desganado, triángulo amoroso.
Lázaro, Luisa y Francisco son unas versiones apenas ficcionalizads de Lázaro (antes Gabino) Rodríguez, Luisa Pardo y Francisco «Paco» Barreiro, tres actores/amigos que trabajan hace muchos años con Pereda, con el que se conocen desde que hicieron juntos un taller, más de una década atrás. Lo que se cuenta aquí serán una serie de encuentros entre ellos (de a pares o entre los tres) y los que los dos primeros tienen con Esquivel (Gabriel Nuncio), un peculiar cineasta que tiene un extraño método de casting y que los «entrevista» para su nuevo film, tarea en la que a veces lo acompaña su mujer y coguionista.
A la par, Luisa y Francisco tienen un affaire («solo sexual», aclaran), pero no saben si decírselo o no a Lázaro, que también tiene o tuvo una historia con Luisa y es amigo de Francisco. A estos cruces –entre anodinos e hilarantes– se le suman un par de escenas que Lázaro tiene con su madre Teresita (Teresita Sánchez), con la que vive aún cuando ya anda por los 40. En un momento en la película se recordarán las clases teatrales que ellos atendían tiempo atrás y, a partir de allí, LAZARO DE NOCHE se rompe y lo que veremos será una ficción dentro de esa ficción, una que se centra en un personaje de un cuento clásico que tendrá como narradora a Luisa y, como intérpretes, a Lázaro y a su madre.
Una continuación de la exploración que Pereda habitualmente hace entre el realismo y la fantasía, entre la verdad y la simulación, con una puesta en escena plana y desprovista de todo subrayado dramático, LAZARO DE NOCHE de algún modo se hace cargo de ese particular proceso de casting que tiene el personaje del cineasta, ya que la observación de los movimientos y actividades de los actores cobrarán más peso que cualquier tipo de representación psicológicamente realista, especialmente en la segunda y más «fantástica» parte.
Inspirándose en una conferencia de Aira y también en una entrevista de Mario Levrero sobre la importancia que los talleres literarios tienen para el encuentro entre personas –más que para lo que se da en ellos–, Pereda concibió aquí un inquietante y por momentos divertido juego entre niveles de ficción que, a la vez, da el marco para contar la historia de una amistad entre un grupo de actores y entre ellos y un director que los ha acompañado, de más cerca o de más lejos, hace ya varios años. Entre comidas, historias, supuestas traiciones y complicadas relaciones, LAZARO DE NOCHE es, en el sentido levreriano de la palabra, un verdadero taller cinematográfico.