Festivales: crítica de «Una sombra oscilante», de Celeste Rojas Mugica (Valdivia)

Festivales: crítica de «Una sombra oscilante», de Celeste Rojas Mugica (Valdivia)

por - cine, Críticas, Festivales
16 Oct, 2024 11:40 | Sin comentarios

Este documental chileno-argentino que compite en el Festival de Valdivia analiza, a modo de ensayo experimental, la relación entre un padre fotógrafo y militante político contra la dictadura pinochetista con su hija cineasta.

Se ha hablado, escrito y filmado mucho acerca de la conexión entre la fotografía y la memoria. Se trata de una relación fascinante, compleja y tramposa capaz de echar luz, de evocar y de complejizar la relación entre los hechos y cómo se los recuerda. ¿Nos acordamos de cosas en función de las fotos que conocemos? ¿O las fotos apenas testimonian lo que nos pasó? ¿Hay secretos escondidos en su misterioso proceso de «revelación»? ¿Son, acaso, las mejores fotos aquellas que nunca sacamos pero que imaginamos, que tenemos grabadas en nuestra mente?

UNA SOMBRA OSCILANTE es una película sobre la fotografía y los mundos que se exploran y expanden a través de ellas. O, mejor dicho, es una película sobre la complicada historia de una familia, o de un padre y su hija, atravesada por la dictadura militar, el exilio y en parte reflejada por imágenes fotográficas surgidas de la cámara del padre de la realizadora. Lejos está Rojas Mugica de hacer un documental convencional sobre esos temas. Entre el ensayo, el cine experimental y el registro histórico, su primer largometraje es una exploración audiovisual que juega con la historia pública y la privada en la que las imágenes tienen la prioridad por encima de las palabras.

A lo largo de la historia –contada en partes, fragmentos, retazos–, UNA SOMBRA OSCILANTE explorará la experiencia del padre de la realizadora como militante político, siendo perseguido, exiliándose y tratando de volver a Chile. La fotografía, para él, era en cierto momento un juego, un disfraz, una identidad para esconderse de quienes lo perseguían. De a poco –al menos eso da a entender, circularmente, la película– pasó a transformarse en su pasión, acaso su profesión. No hay nombres ni datos biográficos en juego. Solo un rompecabezas que se va rearmando de a poco a partir de fotografías que se encuentran, que se sacan, que se analizan; procesos que se repiten mecánicamente y escenas que intentan capturar la relación entre ese padre y esa hija (cineasta) mediatizada a través de las imágenes.

Si bien a la realizadora no se la ve en cámara y al padre solo en fragmentos cuidadosamente seleccionados, la película es también un diálogo entre ambos. A veces juguetón y lúdico, en otros poético y reflexivo, y en algunos más directamente político, si se quiere terrenal, con ambos hablando tanto de la experiencia de la militancia y el exilio como de las fotografías que testimonian pero a la vez ocultan esa etapa de la vida. «No sacábamos fotos de nuestra vida cotidiana», él dirá en una de las líneas narrativas de la película que tiene que ver con los cuidados y la seguridad autoimpuestas por los militantes. Ella elegirá terminologías y expresiones un tanto más poéticas, si se quiere, para pensar ese pasado que solo conoce a partir de las fotos. El habla desde la experiencia. Ella, desde el análisis y los conceptos.

Entre la negrura del cuarto oscuro en la que «transcurre» buena parte de esta película –una coproducción chileno-argentina que pasó por FIDMarseille y en breve se verá en la Viennale– y las imágenes de las calles del Santiago de los años ’70, ’80 y el de hoy, UNA SOMBRA OSCILANTE –que es a la vez libro, corto e instalación– ofrece un modelo original y inteligente del retrato personal, escapándole a todos y a cada uno de los clichés del género «documental sobre mi familia» que circulan tanto por festivales internacionales. Acá las que hablan son las imágenes, las ideas, las conexiones, la historia reflejada a través de fotos sacadas, las fotos inventadas y los recuerdos difusos. Lo que reconstruimos a partir de lo que fue y lo que no fue también.