Estrenos: crítica de «Atentado en Madrid» («Todos los nombres de Dios»), de Daniel Calparsoro
Un taxista sobrevive a un atentado al aeropuerto de Madrid pero es secuestrado por uno de los terroristas y su vida se complica cada vez más. Con Luis Tosar e Inma Cuesta. Estreno: 7 de noviembre.
El prolífico realizador Daniel Calparsoro, que ha dirigido una veintena de producciones audiovisuales –entre películas y episodios de series de TV– es algo así como un especialista, sino «el especialista», en relatos de acción y suspenso de España. Lo suyo pasa por aplicar un estilo al que podríamos llamar de «thriller contemporáneo» para la propuesta y el guión que sea, un formato de esos que caen muy bien en las plataformas de streaming. En el caso de ATENTADO EN MADRID –el título original en castellano es distinto, pero lo simplificaron para el mercado local–, el estilo se aplica a una película sobre un atentado terrorista. Pero podría ser sobre cualquier otra cosa.
Esa cámara movediza, esos constantes planos con steadycam, esa música machacosa y la sensación de que todo todo siempre es muy urgente le cae perfecto a este thriller que, con el correr de los minutos, pasa de intenso y enervante a algo que se acerca bastante al absurdo. Si no cae de todo en el ridículo es porque el elenco protagónico se toma el asunto muy en serio, con cara de piedra, intentando que el espectador pase de largo la cantidad de situaciones inverosímiles que se acumulan. Y casi logran su cometido de salvar la película. Casi.
Luis Tosar encarna a Santi Gómez, un taxista de Madrid agobiado por la reciente muerte de su hija por culpa de un cáncer. El hombre está dejando a su último pasajero en el aeropuerto y se dispone a volver a su casa cuando explotan dos bombas adentro y se desata el caos de heridos y muertos. Dentro del taxi, Santi logra evitar ser lastimado pero sale a ayudar a otros y termina subiendo a un sobreviviente herido a su taxi para llevárselo a un hospital. Que ayude y se lleve solo a uno y no a varios, teniendo lugar de sobra en el coche, es tan solo el comienzo de una serie de decisiones tan inexplicables como caprichosas.
Santi tiene tanta mala suerte que al que saca de ahí es a uno de los autores del atentado, Hamza (Nourdin Batán), un joven de origen marroquí. Mientras el joven lo amenaza a punta de pistola nos enteramos que el tal Hamza no hizo detonar su bomba ya que se arrepintió del asunto a último momento y la lleva colgada en el pecho. Pero ese dato importante, que podría dar para profundizar la relación entre ambos, es apenas utilizado como una excusa argumental para darle un par de giros más a la trama.
Así, mientras las autoridades, la policía, los militares y los frenéticos familiares buscan a Santi (uno supone que murió mucha más gente pero no parece ser prioridad para nadie ahí), y empiezan a entender qué pudo haber pasado con él y Hamza, la historia pegará una serie de giros inesperados –de eventos desafortunados, habría que decir– que terminarán con que sea el propio taxista español el involuntario portador de una bomba por el centro de Madrid. ¿Cómo? Bueno, ya lo verán. No me pidan que lo explique.
Todo está atado de un modo caprichoso, sin mucha lógica y solo se sostiene porque todos ponen cara de que se les va la vida en eso. Los familiares no lo encuentran y se olvidan de chequear el GPS, el detonador de la bomba empieza a girar por Madrid como si fuera un paquete de cigarrillos y hay errores de continuidad que son propios de film escolar. Pero de todos modos, al menos hasta un momento específico que ya derriba cualquier suspensión de incredulidad, uno sigue el asunto con atención. Ya después de ese momento, se trata solamente de esperar el desenlace.
Se trata de una película que se mete en un tema complicado como es el terrorismo islamista en España, lo que remueve algunas heridas y pone el acento en un asunto candente, pero la película es tan genérica, tan «movie movie», que es difícil ubicarla en un contexto realista. Sí, aparecen células terroristas y sus familiares, criminales y «gente de bien», pero a todos se los siente como piezas de un puzzle, de un guión que pone al pobre de Santi –el tipo con peor suerte de toda España– a ver cuántas cosas horrendas pueden pasarle sin que le de un ataque cardíaco. La próxima vez, ante cualquier situación complicada, no lo pensará mucho y saldrá con su taxi para cualquier otro lado. Y que ayuden los demás…
hi