Estrenos: crítica de «Gladiador II» («Gladiator II»), de Ridley Scott
En esta secuela de la exitosa película del 2000, un gladiador busca vengarse de los líderes romanos que asesinaron a su mujer. Con Paul Mescal, Pedro Pascal, Connie Nielsen y Denzel Washington. Estreno: 14 de noviembre.
Hace poco se popularizó un meme en redes sociales en el que las mujeres se sorprendían por lo mucho que los hombres piensan en el Imperio Romano. En una serie de videos –en TikTok e Instagram, principalmente– parecía quedar «demostrado» que buena parte del género masculino está obsesionado por este universo y piensa todos los días en el tema. Para ellos, el regreso de GLADIADOR a casi 25 años del film original será un motivo de fiesta. Han habido series y documentales sobre the Roman Empire, pero la película ganadora del Oscar de Ridley Scott es una sola. Bueno, ahora son dos, ya que el incansable y octogenario realizador británico ha decidido volver a pensar en el Imperio Romano. O bien le hicieron una oferta que no pudo rechazar…
Yo no formo parte del club –me interesa la historia pero no pasaría un solo examen si me preguntan detalles del imperio en cuestión– por lo que mi acercamiento a la saga es más cinematográfico que histórico-político. Vi la original GLADIADOR en su momento y la disfruté como una inteligente mezcla de film de acción y drama histórico firmada por un cineasta que siempre me pareció un tipo sólido y competente que ha hecho clásicos inoxidables (como BLADE RUNNER y ALIEN, nada menos) pero que tiene una carrera llena de subidas y bajadas. El film protagonizado por Russell Crowe y Joaquin Phoenix se contaba entre sus buenas películas (su década del ’90 había sido flojísima, con cosas como 1492 y G.I. JANE), pero el Oscar a mejor film del año me parecía un tanto excesivo.
Mi sensación es que nada ha cambiado demasiado entre aquella película y ésta, que repite buena parte de los «momentos», recorridos y giros de la original. GLADIADOR II respeta los códigos, la lógica y el tipo de acciones y de personajes que tenía aquel film intentando recrear ese combo de acción, intriga política y algún tipo de suspenso. Hay algo shakespeareano en los enredos que suceden detrás de escena, un tono propio del cine de gran espectáculo en CinemaScope de los años ’50 y ’60 –la época en la que el Imperio Romano era habitual en el cine de Hollywood, con mazazos como BEN HUR, ESPARTACO y CLEOPATRA— y otro tanto de actualización digital y edición moderna de esos mismos conceptos.
La secuela conserva eso, sube un tanto el volumen melodramático –por momentos bordea lo operístico–, tiene similares problemas de ritmo y se mueve siempre en ese espacio intermedio entre el drama más o menos «realista» y el grand guignol puro y duro, no muy distinto a lo que hacía Scott en NAPOLEON, aunque aquí con un protagonista un poco más «humano». Es el elenco –especialmente Mescal, que se consagra como un leading man de películas de gran presupuesto y Denzel Washington, que ya está en su etapa Brando/Pacino/Nicholson de expansión actoral– el que eleva a GLADIADOR II un par de puntos por sobre la medianía. Imaginen esta misma película sin el carisma de sus protagonistas y el vaso se vería medio vacío.
El ascendente Mescal encarna a Lucius Verus, un oficial del ejército de Numidia, una provincia africana que Roma intenta conquistar con sus barcos y ejércitos. En la cruenta batalla que abre la película Lucius (tal su nombre real, pero su historia es un poco más complicada que eso, el que no la sabe la descubrirá en el film) pierde a su esposa a manos de los invasores, liderados por el general Marcus Acacius (Pedro Pascal, bastante poco utilizado en relación a su cartel), pero el tipo sobrevive y lo llevan prisionero a Roma. Cegado de furia, el hombre tiene la venganza entre las cejas.
Una vez allá Lucius se convierte en un luchador para entretenimiento de los poderosos –y para sobrevivir–, entrenado por la gente de Macrinus (Denzel Washington), un ex esclavo que se dedica a organizar este tipo de cruentos torneos humanos para el divertimento de los extravagantes emperadores, Geta (Joseph Quinn) y Caracalla (Fred Hechinger) –dos hermanos mellizos que parecen sacados de alguna versión de CALIGULA–, su variopinto grupete de «lameculos» y el popolo que, en las tribunas del Coliseo, decide sobre la suerte de las víctimas. Allí, el ahora musculoso Mescal lucha contra unos extravagantes simios (un tanto digitales para mi gusto, como casi todos los efectos) y contra campeones y consagrados gladiadores ganando siempre y volviéndose un favorito de la platea, como un campeón de MMA adorado por la hinchada.
En los pasillos del poder imperiales, en tanto, se traman cosas. Acacius no quiere seguir soportando a los hermanitos Gallagher del Imperio y planea una revuelta con su ejército leal. El Senado está también en esas y hasta Macrinus –que siempre les sonríe a todos mientras guarda sus cartas– tiene sus propias trampas y trucos encaminados. Acacius, detalle importante, está en pareja con Lucilla (una excelente Connie Nielsen), cuya relación con Lucius y la historia previa no se las voy a adelantar si es que no vieron la GLADIADOR original. Lo que es claro es que, si quieren entender el corazón emocional de esta historia, deben darse una vuelta por Amazon Prime Video y ver esa película. O por otros medios, claro…
En esta etapa ya muy consolidada de la carrera como director de Ridley Scott –uno ya sabe cuáles son sus talentos y cuáles sus debilidades y, a excepción de la muy extravagante LA CASA GUCCI, raramente se sorprende– GLADIADOR II es exactamente lo que uno espera, ni más ni menos. Funciona, entretiene, cae por momentos en ciertas repeticiones –a Mescal lo hacen pelear una decena de veces contra grandotes con cara de grandotes, además de unos cuantos animatronics del gremio animal–, pero la sostiene el carisma de este joven actor que está destinado a grandes cosas y, sobre todo, las apariciones siempre un tanto excesivas de Denzel, quien sobrevuela la película entrando y saliendo con oportunísimos comentarios y dándole a todo un toque tribunero, como ese invitado especial que cada vez que llega despabila a los espectadores en los momentos más tediosos.
De hecho, la forma en la que Mescal y Washington se acercan a sus personajes es muy diferente entre sí, casi opuesta, quizás hasta incongruentes en relación a la película en la que están. Pero algo similar sucedía entre Crowe y Phoenix en la original y funcionaba muy bien. Es que a Scott, especialmente de EL ULTIMO DUELO a esta parte, se le ha dado por liberar más (o controlar menos) a algunos de sus actores, dando lugar a momentos menos calculados y un tanto más extraños y sorpresivos en sus películas. Solo basta recordar a Ben Affleck en ese film, a Jared Leto y Lady Gaga la película sobre los Gucci y, especialmente, la estrambótica caracterización de Phoenix como el diminuto Bonaparte en NAPOLEON para notarlo. Acá ese rol le tocó a Denzel. Y el tipo parece haberle dicho a Ridley algo así como «tranquilo, yo me encargo» y lo hizo, transformando a GLADIADOR II en una película más inquietante y curiosa que lo que podría haber sido.