Estrenos online: crítica de «Pan y rosas» («Bread & Roses»), de Sahra Mani (Apple TV+)
Este documental se centra en lo que sucede con las mujeres en Kabul luego de que los talibanes toman la capital de Afganistán en 2021. Desde el 22 de noviembre en Apple TV+.
La retirada de las tropas estadounidenses de Kabul, a mediados de 2021, posibilitó entre otras cosas que los talibanes tomaran el control de la capital de Afganistán muy poco tiempo después. Fue un momento caótico, en muchos sentidos, pero uno de los más graves y severos estuvo (y sigue estando) relacionado con la política que ese movimiento religioso tiene con respecto a las mujeres, a las que obliga a no estudiar, a no ejercer ningún tipo de profesión, a vestirse con la más severa de las vestimentas (el hijab y similares), a no salir a la calle sin compañías, a no hacer deportes, a no decidir con quién casarse, a no expresarse y a no ser vistas. Básicamente, a una vida de encierro y casi esclavitud. Algo así como una prisión domiciliaria.
PAN Y ROSAS se centra en las experiencias de un grupo de mujeres tras la llegada de los talibanes a Kabul, grabaciones en su mayoría clandestinas realizadas tanto en la calle como en las casas, en manifestaciones y en las inevitables salidas de un país que las limita de una manera que para casi todo el mundo resulta inconcebible. Presentada fuera de competencia en el Festival de Cannes, el filme de Sarah Mani –que se estrena ahora en Apple TV+– tiene un apoyo desde la producción de la actriz Jennifer Lawrence y funciona como un retrato urgente y desgarrador de la situación que las mujeres afganas viven en su país.
Los materiales son, en su mayoría, «en bruto» y, salvo por algunos planos urbanos más genéricos y cuidados, la película procede como un documental en directo y clandestino acerca de las experiencias de las protagonistas. El contexto y las restricciones específicas no se explican mediante entrevistas o voces en off pero la mayoría son conocidas y en general se entienden a partir de lo que van contando las protagonistas, cuyas vidas van empeorando más y más con el paso de las semanas y con el endurecimiento y radicalidad de las medidas.
Los materiales fueron enviados a la directora desde Kabul y entre las protagonistas se destaca una dentista, Zahra, que tiene que abandonar su práctica y usar el consultorio con fines activistas; Taranom, que se escapa a Pakistán y sufre desde allá lo que sucede en su ciudad y con su gente; y Sharifeh, una empleada cuyos planes de vida cambian de un día para otro a partir de la llegada de los talibanes. Hay niñas, también, que comparten esta suerte de militancia secreta con las mujeres mayores. En el medio, autos siguen a mujeres en las calles, se viven tensas situaciones públicas y las mujeres van viendo, día a día, cómo su vida pasa a transformarse en un arresto domiciliario de hecho.
Se habla a menudo de películas que son urgentes y necesarias, especialmente este tipo de documentales sobre complicadas situaciones políticas. Y si bien es una frase que suena a lugar común, acá hay algo de eso, especialmente si se toma en cuenta que las vidas de las mujeres bajo el dominio de los talibanes en Afganistán continúa así y hasta ha empeorado sustancialmente, como se puede ver en algunas imágenes de locales abandonados al final de BREAD & ROSES. Un film que, a su modo, es una celebración de la resiliencia ante la más adversa situación imaginable.