Festival de Mar del Plata 2024: crítica de «El casero», de Matías Lucchesi

Festival de Mar del Plata 2024: crítica de «El casero», de Matías Lucchesi

por - cine, Críticas, Festivales
26 Nov, 2024 10:34 | Sin comentarios

Dos hermanos se reúnen para transformar al caserón familiar en un hotel con locales comerciales, pero no saben que el encargado del lugar tiene otras ideas. Con Paola Barrientos y Alfonso Tort.

El caserón con piscina hace una nueva aparición, tras su paso por LA QUINTA –la otra película argentina en la competencia internacional de Mar del Plata–, en EL CASERO, el film de Matías Lucchesi que retoma, en un tono distinto, las complejas situaciones que se producen entre dueños y encargados de fincas, casas de fin de semana y similares lugares en los que se juega una suerte de lucha de clases subterránea. La casa que es el centro de este relato es un enorme predio en Villa Carlos Paz, Córdoba, desde el que parece verse toda la ciudad. Hacia allí llegan dos hermanos adultos, Claudio (Alfonso Tort) y Marcela (Paola Barrientos), que vivían allí con sus padres cuando eran niños y adolescentes. No parecen tener una buena relación entre sí y, evidentemente, hace mucho que no se ven. Ese reencuentro será el inicio de una serie de eventos desafortunados que modificarán sus ideas y su relación a lo largo de unos pocos días.

Marcela es arquitecta, una mujer muy segura de sí misma que vive en Estados Unidos y que ha venido con una idea muy clara. Ha conseguido inversores allá y tiene intenciones de convertir ese terreno en un gran complejo hotelero, con locales y amenities, una moderna atrocidad que, supone, le dará mucho dinero. Claudio, su hermano, habita un mundo muy diferente. Es tímido, inseguro y se dedica a algo opuesto: es un autor de teatro que está escribiendo una aparentemente compleja obra que piensa presentar a un concurso. Ellos no lo saben, pero en la casa que imaginaban vacía sigue viviendo Ramón (Alvin Astorga), el casero del título, un simpático veterano con el que tenían una gran relación siendo niños pero al que dejaron de ver por completo.

A lo largo de esos días se plantearán una serie de conflictos. Claudio no fue lo responsable que debió haber sido con los dineros enviados por Marcela para que Ramón pague los gastos de la casa. Y ahora que llegan los inversores, Marcela teme que sea difícil desembarazarse de Ramón, ya que al haber vivido y pagado los gastos del lugar durante tantos años puede pretender, con bastante derecho, quedarse allí. Es así que Marcela consultará al abogado de la familia (Luis Rubio) para que lo aconseje que acción tomar al respecto. En tanto, Claudio prefiere hacerse el distraído y ocuparse de su obra.

En un tono cercano a la comedia –el costado dramático aparecerá de a poco y cobrará mayor peso sobre el final–, el director de CIENCIAS NATURALES y LAS ROJAS sumará otras subtramas al breve film. Para ganar algo de dinero y pagar los gastos del enorme caserón, Ramón alquila la casa a una profesora de buceo (Natalia Dalena), que lleva allí a sus alumnos, y también a una compañía de teatro de revistas, cuyo elenco ensaya en la casa, distrayendo a todos –bah, especialmente a Claudio– con las chicas semidesnudas que se pasean de acá para allá. Y ese caos no hace más que tensionar a la ya de por sí nerviosa Marcela.

EL CASERO sigue lineamientos similares a los de muchas películas argentinas que trabajan conflictos de clase ligados a un terreno o una propiedad, como por ejemplo la tucumana LOS DUEÑOS. Hay un mundo de distancia que parece abrirse entre dueños y empleados, una distancia que no existía en las viejas épocas, cuando los hermanos hoy adultos eran niños y esa diferencia de clases no era un tema. Pero, como suele pasar en estos relatos con algo de picaresca criolla, tampoco es del todo claro que los empleados sean completamente honestos. En ese sentido, Lucchesi trabaja con la dualidad de no saber si Ramón es amable o se hace, y si tiene o no conciencia de que planean sacárselo del medio con alguna migaja.

Sin profundizar del todo en el conflicto y eligiendo casi hasta último momento mantener el tono de oscura comedia de enredos, EL CASERO se convierte en una película amable, entretenida, no demasiado creativa en sus giros narrativos y que prefiere tomarse sus temas de una manera relativamente ligera. No hay soluciones fáciles para los protagonistas ni para la tortuosa situación en la que están metidos. Y el guión hace bien en no resolver los conflictos de una manera caprichosa o maniqueísta. Pueden suceder cosas fuertes y surgir replanteos existenciales, pero no es fácil parar la máquina una vez que se echa a andar. Al capitalismo puro y duro los sentimientos le importan poco y nada.