Festival de Mar del Plata 2024: crítica de «Rita», de Paz Vega
Este drama dirigido por la actriz española toma el punto de vista de una niña de siete años para contar la vida de su familia en Sevilla, en los años ’80.
Los años ’80, pleno posfranquismo en España. Estamos en Sevilla y el contexto, que deja entrever la televisión, es que se ha aprobado la ley de divorcio. Nada parece más lejano a la experiencia de la familia que protagoniza RITA, la opera prima como directora de la reconocida actriz española, cuyos miembros son un tradicional cuarteto de padre, madre, niña, niño. Todo normal, clásico, convencional. O eso parece.
Mamá es Mari (Paz Vega), una sacrificada ama de casa que se ocupa de los niños, cocina y cuida de vez en cuando a su madre. El padre es José Manuel (Roberto Alamo), un taxista bastante agresivo de esos que gritan porque no hay cerveza fría cuando llegan de trabajar y se fastidia cuando no puede ver a la selección española en la Euro ’84. Y Lolo (Alejandro Escamilla) es el niño más pequeño y temeroso, especialmente cuando los padres se pelean.
Pero la protagonista, como bien reza el título, es Rita (Sofía Allepuz), la hija mayor, de tan solo siete años pero sobreadaptada a niveles imposibles. Está siempre pendiente de su madre, la ayuda todo el tiempo y lo único que quiere es que el clima familiar sea calmo, algo que no siempre pasa cuando el padre está presente. La película seguirá una serie de días en la vida de la familia a través del preciso punto de vista de Rita, que Paz marca con claridad encuadrando desde su altura y apoyándose en detalles de su universo: cuadernos con dibujos, objetos, «esas pequeñas cosas».
En términos narrativos la película se organiza como una serie de anécdotas más bien leves: el robo de la billetera de mamá, ir a visitar a la abuela accidentada, bajar a pasear al perro de una vecina o mirarse con un niño de la casa de al lado. Pero si bien la película parece mantenerse en ese bajo perfil y tener como objetivo retratar la vida cotidiana de Rita, de a poco la tensión matrimonial se irá haciendo cada vez más severa, y tendrá sus consecuencias en la psiquis de ambos niños. En una época machista y conservadora en España, es un tipo de tensión del que no parece haber salida.
Vega va marcando su territorio con varios momentos de tensión ligado a la volatilidad familiar. En muchas instancias parece que algo severo sucederá y, si bien la mayoría de las veces nada grave pasa, cuando las cosas se rompen se rompen en serio. Y ese es el gran drama que esa larga serie de pequeños incidentes termina revelando.
La actriz/directora, si bien no es original ni el tema que trabaja, logra superar ciertos esquematismos de la «película de denuncia» o las ligadas a la violencia de género. José Manuel puede ser un «bruto» a la vieja usanza, un tipo torpe y violento incapaz de ver más lejos que su propia nariz, pero ama a sus hijos y se desvive por ellos. Eso no debilita la potencia del film sino al contrario, deja en claro que hasta las personas monstruosas pueden ser capaces de gestos y momentos nobles.
Con sus limitaciones, a RITA se la siente como una película de una pieza y a Vega como una directora que sabe lo que quiere, que tiene una búsqueda precisa respecto al lenguaje visual que utiliza. A esa visión responde el encuadre que transmite encierro, la mirada infantil que todo lo mezcla y confunde, y la sensación de que estamos viendo un doloroso diario personal filmado. En RITA está todo eso: el pasado como una experiencia extraordinaria y trágica al mismo tiempo.