Festival de Mar del Plata 2024: crítica de «Saturday Night», de Jason Reitman
Este film recupera, en tiempo real, la caótica hora y media previa a la salida al aire, en vivo, del primer programa del ahora mítico show humorístico «Saturday Night Live».
Quién sabe, ya, cuál es la verdadera historia de algo? ¿Quién recuerda con precisión, cuando el mito y la leyenda se llevaron todo puesto y los historias son muy distintas según quién las cuente, qué sucedió esa noche, en ese lugar, con esa gente? Las historias retrospectivas existen desde la mitología y la primera emisión de «Saturday Night Live» entra en ese terreno legendario. ¿Qué pasó en la hora y media previa a la salida de un primer programa de televisión que, nadie lo sabía entonces, iba a cambiar la historia del humor estadounidense? Lo que cuenta la película de Jason Reitman es una amalgama de realidad, fantasía, reciclaje y memorias borrosas de los «sobrevivientes». Pero si es del todo real o no es lo de menos. Lo importante es si funciona, si es creíble, si divierte.
En esos términos se puede decir que SATURDAY NIGHT funciona, es creíble y divierte, aunque quizás no tanto como uno podía haber esperado. Su propia construcción en tiempo real –o casi real– la lleva a intentar mostrar y contar a la vez, existir en el tiempo presente del relato y a la vez poder darle a entender a un espectador que mira esos hechos, casi medio siglo después, quiénes son y qué historias rondaban a los muchos personajes reunidos en el edificio de la NBC una noche de sábado de octubre de 1975, un grupo de comediantes y guionistas que no sabían realmente en qué se estaban metiendo ni si iban a salir vivos de allí.
Como el show, la película es caótica y plural. Utilizando como eje las tensiones creativas y técnicas de llegar a sacar al aire ese primer programa en tiempo y forma sin morir ni matar a nadie en el intento, Reitman intenta contar la noche en la que cambió la historia del humor. Su protagonista es Lorne Michaels (Gabriel LaBelle, el actor de LOS FABELMAN), creador y productor de SATURDAY NIGHT LIVE –en ese entonces el «Live» no formaba parte de su título–, quien llevaba sobre sus hombros la tarea de coordinar y sacar adelante un programa de TV en vivo rodeado de un enorme, variopinto y a todas luces imposible combo de cómicos desaforados, guionistas oscuros, técnicos rebeldes y ejecutivos desconfiados. Sabemos que lo logró porque la historia es la historia, ¿pero cómo? Y, sobre todo, ¿a qué precio?
La película utilizará los ya clásicos planos secuencia de backstage para ir y venir a través de las oficinas y el estudio 8H del edificio de la NBC ubicado en el corazón de Manhattan, saliendo apenas en un par de ocasiones a la calle y a sus alrededores. En ese espacio abigarrado y opresivo, los egos entrarán en combate. Y para los neófitos lo mejor será tener un listado de quién es quién es ese lío: son 20 o más los personajes, basados en personas reales, que tienen algo para aportar a esa noche tensa, nerviosa y combativa. Michaels era la cara visible, pero detrás de escena se cocían miles de problemas, se armaban y desarmaban historias de amor, la gente se lanzaba objetos contundentes y algunos hasta mostraban sus órganos sexuales con tal de ganar una discusión. Bienvenidos al mundo de la comedia.
En principio, lo que hoy conocemos como SNL consistía en un elenco fijo de siete comediantes, cuya cara más visible era el engreído y arrogante Chevy Chase (Cory Michael Smith). Junto o frente a él estaba el caos personificado en John Belushi (Matt Wood) y, en medio de ambos, el frenético Dan Aykroyd (Dylan O’Brien). El elenco lo completaban Gilda Radner (Ella Hunt), Laraine Newman (Emily Fairn), Jane Curtin (Kim Matula) y Garrett Morris (Lamorne Morris), pero la película no se detiene mucho en ellos. Igual o más peso tienen los guionistas, entre los que se cuentan Rosie Shuster (Rachel Sennott), entonces pareja de Michaels; Michael O’Donoghue (Tommy Dewey), el head writer en cuestión; Anne Beatts (Leander Suleiman), Alan Zweibel (Josh Brener), Al Franken (Taylor Gray) y el veterano Herb Sargent (Tracy Letts).
Pero los conflictos más fuertes con los que tendrá que lidiar Michaels vendrán de los productores y ejecutivos de la NBC y de algunos técnicos del canal que no quieren saber nada con las exigencias de estos jóvenes rebeldes y caóticos que quieren montar un show televisivo en vivo sin «respetar los rangos». Allí está, amenazante, el capo de la NBC David Tebet (Willem Dafoe), que está siempre a punto de apretar el botón de eject, una veintena de representantes de las cadenas afiliadas y, principalmente, Dick Ebersol (Cooper Hoffman, de LICORICE PIZZA), que es algo así como el nexo entre las pretensiones de los jóvenes rebeldes del programa y los intereses de la más tradicional cadena de TV.
Como si con ellos los conflictos no fueran suficientes, Michaels y compañía tienen que lidiar con el host de la noche, el controvertido e intenso comediante George Carlin (Matthew Rhys); con la leyenda de la comedia Milton Berle (J.K. Simmons), molesta ante la presencia de tantos jóvenes que vienen a quedarse con su lugar en la tele; con un amenazante llamado del legendario Johnny Carson –otro que no quiere que los chicos le roben el centro de la escena–, y con el entonces desconocido Billy Crystal (Nicholas Podany), cuya participación en el show tuvo un desenlace inesperado (y verdadero).
Todo esto sin hablar de la falta de personal y/o poca colaboración de los técnicos, de los límites que quiere imponer la «censora» del canal, de dos excéntricas estrellas que fueron parte de ese show (el comediante Andy Kauffman y el titiritero Jim Henson, ambos encarnados por Nicholas «Cousin Greg» Braun), de asistentes superados por las circunstancias, de la falta de público en vivo (ahí apareceré en un breve rol Finn Wolfhard) y de los músicos que tocaron en vivo (Billy Preston y Janis Ian), quienes por suerte parece que no sumaron caos con sus pretensiones. ¿Mucho? Sí, quizás más de lo que un espectador casual puede manejar.
Es que el problema del inteligente guión de Reitman y Gil Kenan es que aprisiona demasiado evento y demasiado enredo a lo largo de 103 minutos que representan, casi en tiempo real, la previa del show. Lo hace, además, agregando conflictos que, si bien fueron reales, sucedieron en posteriores episodios de SNL. Y ese permanente caos no deja del todo respirar al film, darle un cierto aire para observar a los personajes, sus relaciones, el mundo que los rodea y, sobre todo, apreciar los momentos cómicos que hicieron que esa generación de humoristas marcaran un antes y un después del humor televisivo. Es que si bien muchos de ellos practicaban ya desde antes –en clubes nocturnos y ambientes universitarios– un estilo de comedia absurda, radical, controvertida y hasta surrealista, nunca habían tenido las puertas relativamente abiertas de una cadena de TV nacional. Esa noche llegaron para quedarse. Y sus herederos, cincuenta años después, siguen estando allí.
Para cuándo una biografía del tío Milty?
J.K. Simmons le interpretó estupendamente aquí.