Festival de Mar del Plata 2024: crítica de «Vermiglio», de Maura Delpero
Candidata italiana al Oscar y premiada en Venecia, la película de la realizadora de «Hogar» cuenta una saga familiar en medio de los Alpes durante la Segunda Guerra Mundial.
De una belleza impactante y una historia sutilmente conmovedora, VERMIGLIO es una película íntima y gigante a la vez, la historia de una familia que vive en una aldea de montaña en los Alpes italianos a la que una serie de hechos quizás menores en el enorme contexto de la Segunda Guerra Mundial altera los planes de maneras imprevisibles. Ganadora del Gran Premio del Jurado en Venecia y representante italiana al Oscar, es un drama humano acerca de esos lazos misteriosos que unen y separan a las personas.
Delpero, que ha vivido muchos años en Argentina y acá hizo su primer largo de ficción, HOGAR, da un enorme salto cinematográfico con esta película que, de manera acumulativa, va generando un efecto devastador. Casi toda la historia transcurre en Vermiglio a finales de la guerra y de a poco vamos conociendo a la extendida familia que la protagoniza. Lucia (Martina Scrinzi) es la muy silenciosa hija mayor de siete hermanos, y se dedica a las tareas del hogar, incluyendo ordeñar a la vaca, que parece ser su mejor amiga en el lugar. Su madre Adele (Roberta Rovelli) ha perdido un bebé y quedará embarazada nuevamente, lo que sumaría un miembro más al grupo. Y su padre, Cesare (Tommaso Ragno), es un hombre severo que da clases en el pueblo a todos los chicos, muchos de los cuales son sus propios hijos.
El combo familiar incluye al hijo mayor Dino (Patrick Gardner), que tiene una relación complicada con su padre; Flavia (Anna Thaler), la más estudiosa y aplicada de los chicos; Ada (Rachele Poltrich), más interesada, con sus contradicciones, en una potencial vida religiosa, y tres niños más pequeños, entre peculiares y simpáticos, que le otorgan a la película momentos de bienvenida levedad. El gran evento que modifica la vida de todos es la llegada de un desertor del ejército, un siciliano llamado Pietro (Giuseppe De Domenico), quien es traído por Attilio, un primo de la familia (el actor argentino Santiago Fondevila Sancet) y se esconde en Vermiglio. Pronto se enamorará de Lucia y esa relación –complicada en los sentidos menos esperados– será, a partir de cierto momento, el eje narrativo más claro del relato.
Pero VERMIGLIO toma a los habitantes del lugar y al escenario en el que viven como un todo y lo retrata con cariño, admiración y compasión. Con muchas conexiones con otras películas italianas que transcurren en pueblos chicos y con actores naturales (una línea que viene de Pier Paolo Pasolini y llega a Alice Rohrwacher), la película de Delpero deja tiempo para que las conversaciones fluyan, las imágenes se impregnen en el espectador y uno vaya pasando tiempo con los personajes y viendo, a la par de ellos, cómo las consecuencias de la guerra, un evento que en ese paraje alejado se siente lateral, va modificando lo que parecían ser costumbres y tradiciones inamovibles.
Como buena película coral, la de Delpero va y viene entre los distintos personajes –además de los citados hay otra media docena de personas relevantes en la trama–, llevando al espectador a trazar linajes y conexiones, lo cual puede hacer un poco más complejo su seguimiento durante el primer tercio del film. Pero según van pasando las estaciones y la cámara de Mikhail Krichman va captando la singular belleza del paisaje (hay planos de una cualidad pictórica que excede el puro pintoresquismo y que por momentos tiene aires casi fantásticos), uno va entrando en los ritmos del relato y la sutileza de las relaciones. Allí es cuando las idas y vueltas del romance de Lucia y Pietro pasa a dominar las instancias más dramáticas del film.
Inspirado en las vidas de miembros de su familia, VERMIGLIO es un paso enorme en la carrera de Delpero tras un film como HOGAR en el que ese estilo entre estilizado y con aires de documental que ella maneja –dos «modelos» que no siempre se llevan muy bien entre sí– recién empezaba a desarrollarse. Esta película tiene temas similares a la anterior –maternidades complejas, en principio, la religiosidad y la idea de «hogar» como concepto abarcador–, pero visualmente marca un salto enorme en su cine y logra ubicarla en el podio de las grandes realizadoras del cine italiano (o del argentino si decide volver a filmar acá) de la actualidad.