Estrenos: crítica de «Aquí» («Here»), de Robert Zemeckis

Estrenos: crítica de «Aquí» («Here»), de Robert Zemeckis

por - cine, Críticas, Estrenos
19 Dic, 2024 08:09 | Sin comentarios

El nuevo film del realizador de «Volver al futuro» cuenta, fundamentalmente, la historia de una casa a lo largo de un siglo desde un mismo punto de vista. Con Tom Hanks y Robin Wright.

Hay dos películas distintas en AQUI y ambas deberían analizarse separadamente. Por un lado está el dispositivo, la curiosa manera en la que Robert Zemeckis, como muchas de las que hizo en los últimos 25 años, la ha filmado. Y, por el otro, lo que la película tiene para contar acerca del mundo que describe. HERE es un proyecto muy ambicioso y a la vez muy marcado por limitaciones respecto a la puesta en escena, una elección llamativa que impone determinados desafíos formales. Uno tiene la impresión, habiendo visto el tipo de cine que el director viene haciendo hace tiempo, más preocupado por los desarrollos tecnológicos que por cualquier otra cosa, que fue eso lo que le interesó del proyecto. Y allí puso toda su energía. Lo que quizás se le pasó por alto es que había que encontrar una historia más o menos interesante para contar.

Es que toda la originalidad que tiene la forma desaparece –se anula– al contar con ella una historia tan trillada y tan llena de clichés, desperdiciando la posibilidad de hacer en AQUI una obra vanguardista o al menos algo por lo menos realmente extraño. Su colega Francis Ford Coppola, sin ir más lejos, tomó riesgos formales y narrativos de verdad al hacer MEGALOPOLIS, y si bien no es para nada una película perfecta, uno aprecia la audacia, el atrevimiento. El problema de HERE es que la audacia de la puesta se anula por la timidez y el conservadurismo de la trama.

Formalmente Zemeckis se propuso respetar el formato con el que HERE nació, como una novela gráfica realizada por Richard McGuire y publicada en 2014. La propuesta del cómic era contar su historia siempre desde el mismo punto de vista, mostrando el paso del tiempo –días, meses, años, siglos– desde el mismo lugar y el mismo ángulo. Y Zemeckis decidió mantenerlo, aún a riesgo de que su traslación al cine termine convirtiendo todo eso en algo demasiado parecido al teatro.

Si bien la puesta es, en esencia, teatral, Zemeckis tiene un par de trucos bajo la manga. Como la película cuenta muchísimos años y tiene a decenas de personajes distribuidos a lo largo del tiempo, lo que ha armado es algo que podríamos llamar «montaje en cuadro». Cada escena breve se desarrolla en un momento determinado en el tiempo y, mientras eso pasa, uno o más recuadros internos van cambiando el decorado y, de a poco –o a veces hasta en paralelo– una escena anterior o posterior a la que estamos viendo empieza mientras la otra termina. Lo que crea de ese modo es un acercamiento ingenioso al montaje cinematográfico, uno que logra romper (un poco, no del todo) las limitaciones autoimpuestas de la cámara fija.

El problema es qué hacer con eso. Zemeckis quiere hacer, bueno, todo. Esto es: contar la historia del planeta Tierra desde un mismo y único lugar en el mundo, como si uno cámara se hubiese estacionado en un lugar hace millones de años y pudiera mostrar todo lo que cambió desde ese preciso lugar. Es así que la historia se iniciará con un clip que resume el big bang, la extinción de los dinosaurios, la era de hielo, los cambios en el planeta, los animales, los primeros humanos y así, hasta llegar a los pueblos originarios, los colonizadores y los esclavos. En un momento –a principios de siglo XX– se empieza a construir una casa donde «la cámara» quedó. Y de allí en adelante lo que veremos será lo que pasa en esa casa a lo largo de un poco más de un siglo.

El guión de Eric Roth (el mismo de FORREST GUMP, haciendo equipo completo de esa película al tener como protagonistas a Tom Hanks y a Robin Wright) no es lineal si no que va saltando en el tiempo, de atrás para adelante y viceversa, contando momentos en las vidas de las diversas personas que vivieron en esa casa. En cierto momento el tempo se acomodará un poco y lo que veremos serán las experiencias, fundamentalmente, de cuatro familias que vivieron allí en ese siglo y algo.

Al principio se muda una nerviosa mujer con un aviador, quienes tendrán una hija y vivirán preocupados por potenciales accidentes aéreos. Un poco más tarde en el tiempo –en los años ’20– se mudará una pareja bohemia, más divertida y relajada, cuyo principal interés pasa por divertirse, beber y tratar de perfeccionar un sillón que se reclina, invento de su marido que querrán introducir al mercado. Saltando a la actualidad se verá, también brevemente, a una familia afroamericana que vive allí actualmente, con un hijo adolescente y muchos teléfonos celulares para que nos demos cuenta la época. Y con la pandemia con breve subtrama.

Pero el grueso de la historia pasará por una familia que se muda allí al terminar la Segunda Guerra Mundial, comenzando con un ex combatiente (Paul Bettany) y su amable mujer (Kelly Reilly), quienes convivirán los problemas esperables que tuvieron muchos veteranos de ese conflicto al regresar. Ellos tendrán varios hijos, entre ellos Richard (Hanks), que traerá a su casa a su novia (Wright), quedarán embarazados y, durante un buen tiempo, se armará allí una familia ensamblada de varias generaciones que seguirá en esa casa, con sus previsibles cambios, nacimientos y fallecimientos, por casi siete décadas.

La película se construye de modo episódico, con viñetas breves que van mostrando momentos importantes en la vida de la casa. Nada saldrá de lo esperable, a modo de álbum familiar: nacimientos, bodas, accidentes, enfermedades, muertes y muchas, muchísimas reuniones de Acción de Gracias y de Navidad, a través de las cuales vamos viendo la distinta suerte y los problemas de los personajes. De fondo, muy de fondo, uno va enterándose de los cambios en el país y en el mundo (a través de la TV más que nada) y cómo eso se refleja en las decisiones de cada familia (económicas, más que nada), decisiones que permiten ver cómo la vida de todos ellos va modificándose. O no.

El problema de HERE es que todo lo que pasa ya se vio en decenas de otras películas, no hay un gramo de misterio, originalidad, búsqueda creativa o al menos ese sentido del absurdo que tenían películas de igual ambición histórica suyas como la propia FORREST GUMP. Zemeckis y Roth se contentan con hacer un álbum de figuritas o un juego de mesa tipo «El Juego de la Vida» animado y con personas a las que le pasan lo que se supone, más o menos, que les pasa a esas generaciones, acumulando diálogos subrayados, actuaciones propias del teatro (los actores se dan cuenta que la cámara está en general lejos y sobreactúan) y pocos momentos de genuina emoción, por más que sobre el final las busquen con ganas.

El otro potencial inconveniente del film tiene que ver con el uso de tecnología digital e Inteligencia Artificial para rejuvenecer y envejecer a los actores, especialmente a Hanks y a Wright, a quienes vemos desde los 20 años hasta la vejez. Más allá de la gracia o la extrañeza que pueda generar verlos jóvenes, después de un tiempo uno se acostumbra a ver la cara y las muecas que Hanks hacía en los años ’80 y no termina siendo un problema grave. De hecho, resultan bastante más pobres los efectos o el maquillaje para envejecerlos que la tecnología para mostrarlos como eran 30 o 40 años atrás.

Este nuevo desafío formal de Zemeckis está técnicamente mejor resuelto que los de EL EXPRESO POLAR, LOS FANTASMAS DE SCROOGE o la más reciente PINOCHO, pero lo que no parece correr por el mismo carril innovador es su alguna vez brillante capacidad como contador de cuentos, algo que demostró de una forma clarísima en la trilogía VOLVER AL FUTURO. A los 72 años, Zemeckis se convirtió en un cineasta tecnológicamente inquieto pero, en casi todos los demás sentidos, en exceso convencional. Y esta mezcla entre instalación, obra de teatro, novela gráfica y diorama no cambiará esa sensación. Puede ser intrigante de ver, por momentos, pero está lejos de ser cine.