Estrenos online: crítica de «Blink», de Edmund Stenson & Daniel Roher (Disney+)

Estrenos online: crítica de «Blink», de Edmund Stenson & Daniel Roher (Disney+)

Cuando se enteran que tres de sus cuatro hijos perderán la vista por una rara enfermedad congénita, sus padres deciden llevarlos a dar una vuelta al mundo para verlo por última vez en este documental que estrenó Disney+.

La nobleza de los sentimientos no siempre logra tapar las limitaciones de los resultados. Películas como BLINK son irreprochables desde un punto de vista humanista, pero lo que los directores hacen con eso es un tanto más complicado, corre el riesgo de parecerse al turismo cultural más rancio. No llega a serlo porque los niños que protagonizan esta historia y algún que otro inesperado accidente les evitan en caer en algunas convenciones de un subgénero definible como «gente rica con tristeza se va de paseo por el mundo», pero camina por un borde muy delgado.

El punto de partida es un golpe directo al corazón, de esos que harán que mucha gente decida ver la película inmediatamente y otros piensen que puede ser demasiado para ellos. Los protagonistas son los miembros de una familia compuesta por padre, madre y cuatro hijos francófonos de la zona de Québec, en Canadá. Mientras se nos presentan y los vamos conociendo, Edith, la madre, nos cuenta que más allá del simpático caos de lidiar con chicos entre 4 y 11 años que no paran nunca, tres de los cuatro tienen una enfermedad congénita en los ojos llamada retinitis pigmentosa y están perdiendo la visión. En unos años, aseguran los médicos, quedarán ciegos. Y no hay operaciones mi medicaciones ni tecnología que pueda evitarlo.

Edith y Sebastian, dos padres con un espíritu y una fuerza de voluntad envidiables (o al menos eso es lo que deja ver la película), toman una decisión noble, loable y que, gracias a su situación económica, pueden costear: llevar a los chicos a conocer el mundo, llenar sus miradas de recuerdos, de lugares, experiencias, paisajes, países y personas para que queden grabadas en su memoria antes de perder la visión. Emociona solo escribirlo, pero cuando uno lee la lista de lugares que los chicos eligen para visitar –parajes exóticos y actividades aún más llamativas– teme que lo que venga después sea una mezcla de emoción genuina y una serie de postales internacionales filmadas por un equipo de National Geographic. Y es exactamente eso.

No queda claro, económicamente, si la producción pagó el viaje –o de parte de él, ya que Edith dice que ellos pusieron mucho–, pero la película no se hace cargo de la cámara que los acompaña casi en ningún momento. De hecho, la familia es filmada solo en algunas etapas del viaje, no en todas, por lo que BLINK muestra solo una parte de ese viaje de varios meses encarado por los Lemay-Pelletier y que lleva a los seis (los chicos se llaman Mia, Léo, Colin y Laurent) en plan mochilero a parajes fundamentalmente de Asia y Africa, pasando por países como Indonesia, Laos, Camboya, Egipto, Turquía, Mongolia. La familia viene de este lado del mundo al Amazonas y para un accidentado paso por Ecuador que funcionará como la peor publicidad posible para los teleféricos. Después de ver lo que pasa allí muchos no querrán subirse nunca más a uno de ellos.

El problema de la película es que, salvo por algunos momentos en los que se sale del libreto feel good (al principio, al final y en unos pocos momentos durante el viaje), los directores de BLINK priorizan las imágenes turísticas filmadas con drones en escenarios exóticos, momentos en los que los chicos tienen conversaciones graciosas o situaciones simpáticas familiares ligadas a las elecciones y curiosidades del intenso viaje. No es nada fácil hacer un tour mundial en plan mochilero con cuatro chicos, pero acá hasta parece sencillo. Y si bien es cierto que los padres tienen una asombrosa energía positiva, por momentos uno siente que la película se pasa de rosca a la hora de mostrar una imagen demasiado simplista y armada para la cámara de la experiencia.

La emoción de todos modos es inevitable y si bien los directores de NAVALNY tienen la delicadeza de no sobregirarse al respecto, es imposible observar lo que va pasando, la mirada de los niños en el mar, en el desierto o en las montañas y no conmoverse. De hecho, durante el viaje va quedando claro que los chicos ya ven poco y nada de noche, y es inevitable angustiarse ante lo que va sucediendo y la perspectiva a futuro. La nobleza de los sentimientos, el amor familiar y la entrega están ahí. Y las palabras de Edith son contundentes al respecto. La sensación que queda, igualmente, es que la película la usa cuando debería haber sucedido exactamente lo contrario. BLINK, que quedó entre las quince precandidatas al Oscar, tiene la mezcla de impacto visual y golpe emocional que sirve para ganar premios. Pero no llega, como película, a estar a la altura de sus personajes.


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