Estrenos online: crítica de «Jurado N.º 2» («Juror N.º 2»), de Clint Eastwood (Max)

Estrenos online: crítica de «Jurado N.º 2» («Juror N.º 2»), de Clint Eastwood (Max)

Un hombre es elegido para ser jurado en un juicio criminal centrado en un hombre acusado de haber matado a su novia. Pero él está convencido de que la verdad es otra. Con Nicholas Hoult, Toni Collette, JK Simmons y Kiefer Sutherland. Desde el 20 de diciembre por Max.

Quizás no hayan dos cineastas norteamericanos más alejados entre sí, en mil aspectos, que Woody Allen y Clint Eastwood. De todos modos, y pese a eso, hay cosas en común que los acercan. La principal, quizás, es que son dos personas que, con más de 80 años (en el caso de Clint, más de 90), siguen dirigiendo películas, aún cuando ya no actúen en ellas. Son algo así como dos ejemplos de resistencia y dedicación al trabajo que, de formas muy distintas, a veces llegan a resultados parecidos. Esas pocas similitudes se hacen más evidentes en un film como JURADO N.º 2, un aparente relato de intriga policial que en realidad está más cerca de proponer un dilema ético similar a los que ha trabajado Allen en films como CRIMENES Y PECADOS o MATCH POINT, entre otras películas.

Del modo directo y a los bifes en el que el director de UN MUNDO PERFECTO viene trabajando en sus últimas películas, Clint se centra aquí en Justin Kemp (Nicholas Hoult), un periodista y alcohólico en recuperación que es llamado para formar parte de un jurado en Georgia, el estado en el que vive con su muy embarazada esposa, Ally (Zoey Deutch), quien ya perdió un embarazo previo. El tipo trata de excusarse por ese tema, pero no lo consigue y es seleccionado para ocuparse de un caso que, como sucede en las selecciones de jurados, desconoce.

Se trata de un aparentemente claro y evidente asunto de violencia de género que terminó con la muerte de una mujer. James Sythe (Gabriel Basso), un hombre agresivo y maltratador, es acusado de haber matado a su novia, Kendall Carter (Francesca Eastwood, hija del director), al costado de una carretera en una noche lluviosa tras pelearse en un bar, borrachos, a la vista de todos. Las evidencias concretas del crimen son pocas, pero todos los caminos conducen a ese obvio desenlace: el tipo la siguió en la ruta y, en un puente, la mató y la tiró. La fiscal del distrito, Faith Killebrew (Toni Collette), metida en una elección política, apunta hacia allí sus cañones. El abogado defensor (Chris Messina), en cambio, la tiene más difícil.

Al escuchar el caso, Justin se asombra. En flashbacks breves veremos que el hombre no solo había estado ese día en ese bar siendo testigo de la pelea entre James y Kendall, sino que le viene a la mente que, al irse de allí con su auto golpeó algo, distraído con su celular, en medio de la lluvia y oscuridad de la noche. En ese momento creyó haberse topado con un ciervo, animales que tienden a circular por esa zona, pero es posible que haya sido él quien golpeó y accidentalmente mató a la chica. ¿Qué hará entonces en su rol de jurado? ¿Se autoincriminará? ¿Tratará de que el jurado lo declare culpable a Justin para zafar él? ¿O inocente para no condenar a alguien que, cree él, no hizo nada? La pregunta que el guión hace, en realidad, es otra: ¿qué haría usted, espectador, si termina metido en algo así?

JURADO N.º 2 se organiza más como un drama legal pendiente de ese dilema ético que como un thriller de suspenso e intriga. La película atravesará el juicio en su primer acto y luego pasará a la deliberación, que es donde los riesgos para él son mayores y las manipulaciones, una posibilidad. Y allí las cosas se enredan y complican. El guión de Jonathan Abrams incorpora otros ejes: reuniones de Alcohólicos Anónimos en los que Justin pide consejo a su sponsor, que es también abogado (Kiefer Sutherland), que le explica las consecuencias legales de su supuesto crimen. Y un colega, miembro del jurado (J.K. Simmons), que enredará un poco más las cosas.

Si bien, a partir de la situación planteada, otro guión jugaría con los detalles del caso (hay en la casualidad de su selección para juzgar ese caso una lógica propia de film clase B o de best seller de lectura rápida), Eastwood prefiere adentrarse en Justin, un hombre que, en plena recuperación de un pasado difícil y entrando a una nueva etapa en su vida con la inminente paternidad, se topa con una situación casi irresoluble. A eso se agrega que James, el acusado, tiene algunas cosas en común con él –al menos con la manera en la que él era en el pasado–, lo que le da la idea de que merece también una segunda oportunidad. Pero el caso parece ir hacia su condena, lo cual lo desgarra interiormente. Declararlo culpable podrá ser la opción más conveniente, pero Justin no cree poder convivir con eso.

Eastwood utiliza el caso para ofrecer otra de sus miradas desconfiadas acerca de las instituciones y de sus limitaciones, poniendo el peso de la honestidad –y la posibilidad de torcer los limitados caminos de la Justicia– en las personas. Una de las mejores cosas que tiene JURADO N.º 2 es que hay empatía para con todos sus personajes, a los que jamás se juzga más allá de que sus intenciones sean discutibles. Hasta el personaje de Collette (que se reúne acá con Hoult, con quien trabajó más de 20 años atrás en ABOUT A BOY) tiene aspectos que le dan nobleza a un tipo de rol que otro director convertiría en una caricatura. Si algo no hace Eastwood es eso: cada uno tiene sus razones en este conflicto.

Simple y directa en estilo, con esos enormes saltos de montaje que un director veterano y conocedor del paño sabe que tiene que hacer si quiere evitar escenas previsibles, JURADO N.º 2 no es un film político pero sí coquetea con algunos temas de la agenda social de los últimos años. Pero, más allá de los simbolismos clásicos del subgénero (hay, sí, varios planos de la estatua de la Justicia), ya desde la puesta en escena Eastwood deja en claro que su ojo está puesto en el drama humano, personal. Utilizando primeros planos en los que los ojos claros de Hoult transmiten mil dudas por segundo, su película se impone como un relato sosegado y discretamente profundo acerca de la responsabilidad, la culpa, las segundas oportunidades y, sobre todo, la manera en la que una persona se enfrenta a sus propios actos.

Es posible que JURADO N.º 2 sea la última película de Eastwood, de hoy 94 años, y es una pena que no haya tenido un estreno cinematográfico como este gran director estadounidense merece, en una decisión de Warner Bros. que deshonra la historia en común que estudio y realizador han tenido a lo largo de décadas. Es cierto que el mercado se ha alejado de este tipo de dramas adultos, sobrios y reflexivos, con toques policiales, que antes eran moneda corriente en salas de cine, pero Eastwood merecía ser una excepción a esa regla. Más aún porque la película, sin decirlo en mayúsculas (como es su costumbre), pone en discusión los valores y códigos que deberían hacer sólida a una sociedad. La realidad y la ficción, a veces, se conectan de formas inesperadas.