Estrenos online: crítica de «No hables con extraños» («Speak No Evil»), de James Watkins (Flow, Claro Video, Movistar TV)

Estrenos online: crítica de «No hables con extraños» («Speak No Evil»), de James Watkins (Flow, Claro Video, Movistar TV)

Una familia va a visitar a su casa a unos amigos que conocieron en las vacaciones. Una vez allí, las cosas se complican de modos impensados. Con James McAvoy, Scoot McNairy y Mackenzie Davis. Para alquilar en Claro Video y Flow.

Hay un tipo de cine de terror y suspenso, europeo por lo general, que se atreve a romper con ciertos tabúes. No solo del género, sino de los existentes en cualquier contrato social. No son películas necesariamente buenas ni recomendables, pero suelen quedar grabadas en la memoria de la mayoría de los espectadores, para bien o para mal, por su brutalidad, por la manera en la que se la juegan hasta las últimas consecuencias y muchas veces traspasan cualquier límite. Películas como Funny Games, A Serbian Film o Irreversible pertenecen a esa estirpe. Y también, aunque en menor medida, Speak No Evil, el film danés de 2022 que recibe ahora su remake hollywoodense.

Al pasar a Hollywood muchas de esas películas pierden buena parte de la potencia perturbadora que las hicieron famosas. Es que los parámetros de la industria, al menos la del cine de terror accesible y comercial, son un tanto menos bestiales y se manejan con ciertos códigos de lo que es o no aceptable. No siempre fue así (el cine de terror estadounidense de los ‘70 tendía a pasarse de rosca), pero en las últimas décadas fueron creciendo las limitaciones ligadas a cuán lejos se puede ir en una película. Son limitaciones entendibles –¿cuán necesarias son las historias que se pasan de extremas hasta volverse repulsivas?–, pero que producen una paradoja irresoluble. Dicho de otro modo: ¿qué sentido tiene hacer la remake de una cruenta película de terror europea si vas a dejar de lado o modificar radicalmente las cosas que la hicieron famosa?

Ese es el conflicto en el que se mete No hables con extraños, de James Watkins, que funciona mejor como adaptación de los conflictos inherentes a la película danesa de Christian Taldrip que como film de género hecho y derecho. Aún más que en la original, se trata de una película acerca de las masculinidades desafiadas, de las familias conflictivas, de las dificultosas paternidades modernas y de las diferencias de modo de vida entre las personas del campo y las de ciudad. De hecho, hasta podría ser una película que enfrenta a los supuestamente civilizados y progres habitantes de zonas urbanas con personas más directas, bruscas y en apariencia honestas que viven en el campo.

Todo comienza con una pareja de estadounidenses que se ha mudado hace poco a Londres y que está de vacaciones en un hermoso pueblito de la Toscana italiana con su hija de 12 años. Ben y Louise (Scoot McNairy y Mackenzie Davis) tienen sus problemas –ya los conoceremos– pero se presentan ante el mundo como una pareja amable y cuidadosa de sus modales. Pero Agnes (Alix West Lefler), su hija, no se separa nunca del conejo de peluche que necesita para controlar su ansiedad. Mientras están en la piscina del hotel se topan con Paddy y Ciara (James McAvoy y Aisling Franciosi), que son bastante distintos a ellos. Británicos, sí, pero del interior del país, más ruidosos y ampulosos, de esos que fascinan e incomodan a los demás. Tienen un niño también, llamado Ant (Dan Hough), que tiene un problema físico y no puede hablar. Pero parecen relajados al respecto: beben de más, andan en moto sin casco y hacen bromas un tanto gruesas todo el tiempo.

Pese a las diferencias obvias, las dos parejas terminan haciéndose amigas en la bella Italia, pero al acabar la vacación cada uno vuelve a su casa a seguir sus vidas. Hasta que Paddy los invita a pasar unos días a su casa, perdida en el medio del campo, a horas de distancia de Londres. Tras dudarlo un poco, viajan hasta ese perdido paraje. Y, más allá de las evidentes incomodidades ligadas más que nada a las muy diferentes personalidades de cada uno, a sus distintas costumbres y estilos de vida, la cosa parece ir más o menos bien. De hecho, hasta los chicos parecen entretenerse entre ellos.

Es cierto que Ben y Louise miran con bastante resquemor muchos usos y costumbres de sus anfitriones, pero quizás por ser “políticamente correctos” los dejan pasar y se dejan llevar por los planes que les arman y especialmente por el intenso Paddy que parece empujarlos cada vez más hasta sus límites. Más de una vez querrán irse –en una ocasión hasta pondrán el auto en movimiento–, pero por diversos motivos les será imposible. Lo que no saben, lo que no imaginan, es que el asunto va mucho más allá de un problema de personalidades o de estilos de vida. Y ahí, amigos, tenemos nuestra película de terror.

Durante más de dos tercios de sus 110 minutos, No hables con extraños enerva por la acumulación de pequeñas tensiones que van surgiendo entre las parejas. Primero, entre Paddy y Ben, ya que el primero es un “macho Alfa” clásico –en su intensidad sexual, verbal, su portento físico y la manera en la que desafía a todo y a todos con una sonrisa entre dientes– mientras que el segundo es un más timorato y perturbado ejecutivo de ciudad. La diferencia entre las mujeres parece ser opuesta –Louise es más decidida y obsesiva mientras que a Ciara se la ve bastante dominada por su pareja–, pero de a poco las cosas se volverán tensas entre ellas también. Y Watkins sabe manejar el punto justo entre incómoda comedia e incipiente película de suspenso, ayudado por una actuación desbordada de McAvoy (que se acerca en intensidad a la de Fragmentado) y unas más nerviosas y contenidas de McNairy y Davis.

Hasta que, en un momento, da la impresión de que Watkins se acuerda de que el público quizás espera escenas más propias de un film de terror y hacia allí se lanza, perdiendo más de lo que gana en su intento por shockear y asustar a los espectadores. De allí en adelante, la trama se desarma tanto en su lógica como en su credibilidad y, sobre todo, en su imposibilidad de ir tan lejos como la película original. No hables con extraños funciona muy bien como tenso drama de suspenso, con su acumulación de nervios e irritaciones, pero cuando decide pasar a los hechos, en lugar de transformarse en una versión moderna del clásico Perros de paja, se convierte en una película mucho más previsible y genérica, propia de un tipo de cine calculado, prolijo e industrial.


Crítica publicada originalmente en La Agenda de Buenos Aires