Estrenos online: crítica de «Planeta Janet» («Janet Planet»), de Annie Baker (Flow, Claro Video)
Este drama familiar se centra en la relación entre una madre soltera y su hija de once años a lo largo del verano de 1991. Con Julianne Nicholson y Zoe Ziegler.
A veces siento como que me está observando, aún cuando no está conmigo», le dice Janet a una de sus parejas en JANET PLANET. La que la observa es Lacy (Zoe Ziegler), su hija de once años con la que vive en una cabaña un tanto oculta en medio de un bosque en Massachusetts. Janet es acupunturista, una mujer con un estilo de vida entre neo-hippie y rural, y una dudosa aptitud para elegir parejas. Es que, en el fondo, lo más parecido a una compañía permanente que tiene es Lacy, una niña tímida, inteligente y, sí, muy observadora, que parece querer estar todo el tiempo con ella. Hasta duerme, cuando puede, en la misma cama. Y si es posible lo hace con una mano sobre su cara.
De hecho, la película comienza de una manera un tanto brusca cuando Lacy llama a Janet por teléfono y le dice «me voy a suicidar si no me pasás a buscar». La niña está en uno de esos largos campamentos de verano tan tradicionales en los Estados Unidos y allí le cuesta hacer amigas y se siente sola. Janet la va a buscar junto a Wayne (Will Patton), su más reciente pareja, y ahí Lacy duda sobre si irse o quedarse. La despedida cariñosa de un par de chicas la hizo pensar que, quizás, no era todo tan malo como pensaba. Y, además, es claro que con Wayne no hay mucha conexión. Pero se va igual. El «planeta Janet» la convoca.
En un film que se presenta con un tono delicado y observacional que no es muy común de ver en el cine de los Estados Unidos –ni siquiera en el independiente, quizás la referencia estilística más directa aquí sea Kelly Reichardt–, la autora teatral Annie Baker arma una suerte de retrato de una relación madre-hija a lo largo del verano de 1991. Es, a su modo, un coming of age clásico, solo que uno más apoyado en la comprensión a la que Lacy logra arribar acerca de su madre, de su relación con ella y de su lugar en el mundo que en peripecias, giros narrativos o revelaciones emocionales fuertes.
Dividida en tres episodios, titulados cada uno con el nombre de la persona que entra al hogar con ellas dos, JANET PLANET es un film que intenta capturar momentos y sensaciones en la vida de Lacy, tanto en lo que respecta a su propio mundo como en lo que tiene que ver con la vida de su madre, que todavía ocupa el lugar central en su vida. Es que Janet es una mujer encantadora, aún con sus relajados modos, y es capaz de conectar con el afuera de una manera que a ella le resulta difícil. Janet parece diseccionarla con la mirada, un poco con admiración y otro con incomprensión.
Los episodios irán mostrando que Janet no es muy consistente con sus elecciones de compañías y parejas. Wayne es un tipo oscuro, parco, a veces hasta agresivo y propenso a tener severas migrañas. En otro momento se mudará a la cabaña Regina (Sophie Okonedo), una vieja amiga con la que Janet se reencuentra viendo una obra. Regina se ha ido de una especie de secta que habita cerca y que lidera un tal Avi (Elias Koteas), un barbado y claramente mesiánico «poeta» que luego se incorporará también a la vida de ambas.
En todos los casos las experiencias serán un tanto conflictivas. Y lo que JANET PLANET observa –no analiza sino que presenta al espectador sin ningún tipo de énfasis editorial– es la mecánica codependiente entre madre e hija. A Janet le preocupa la soledad de Lacy y lo que ella considera como brusquedad por su manera directa de expresarse, por lo que teme que le cueste conseguir parejas. Ella es, en ese sentido, bastante distinta, ya que está más pendiente de la mirada de los demás que en afirmarse en sus propios deseos. De hecho, uno de sus ritos consiste en repetirse una frase de autoayuda relacionada con esa dificultad.
Los vaivenes y sutiles cambios en esa relación serán el centro de una película que llama la atención, además, por la seguridad con la que Baker se maneja con el lenguaje cinematográfico, tomando decisiones fuertes ligadas a la extensión de los planos, al no uso de música incidental (lo que se escucha suena en el lugar y no es «banda sonora»), a la longitud de los silencios y a ciertos encuadres propios de alguien convencido de un modo de relato que se apoya más en los detalles que en los formatos narrativos tradicionales. Si bien está lejos de ser una película experimental, hay una toma de posición fuerte de parte de Baker respecto a cómo contar una historia utilizando recursos propios del cine.
Sus casi dos horas se van en sutiles detalles. Lacy arma una casita de muñecas a la que decora con envoltorios de chocolates Lindt, va a clases de piano y toca piezas de un par de minutos, fija su vista en las personas que viven ocasionalmente con ellas y hasta corre por un shopping con otra niña en un raro momento de «vida suburbana convencional» que tiene. Janet, en tanto, pone sus agujas de acupuntura una por una, baila en un encuentro de danza con amigas, escucha poemas o monólogos (Avi tiene especial predilección por «dar cátedra») o, simplemente, está presente. Y más allá de las conversaciones que tienen entre ambas, las dos parecen más dispuestas a escuchar a los demás que a hablar.
En ese sentido, JANET PLANET se siente como un film que describe de modo realista los tiempos de un verano que puede ser considerado bucólico o aburrido, según la perspectiva de cada uno. Cinematográficamente hablando, es un notable retrato de esta relación pero también del mundo que las rodea. La película no sería lo que es sin esa fotografía en 16mm, de Maria von Hausswolff (GODLAND), que captura de manera certera esa vida campesina, en contacto con la naturaleza, en la que se inscribe la historia. La manera en la que Baker observa el escenario es la misma que utiliza para hablar de la relación. No hay sentencias, no hay juicios, no se celebran ni se critican actitudes o modos de vida. Lacy solo observa, suma experiencias y, quizás, aprende algo que le podrá servir en el futuro.