Estrenos: crítica de «Una muerte silenciosa», de Sebastián Schindel

Estrenos: crítica de «Una muerte silenciosa», de Sebastián Schindel

por - cine, Críticas, Estrenos
04 Ene, 2025 10:20 | Sin comentarios

Una misteriosa muerte en un grupo de adolescentes hace entrar en conflicto a los adultos de un pueblo patagónico en este thriller del director de «El patrón» protagonizado por Joaquín Furriel, Alejandro Awada y Soledad Villamil. Estreno: 9 de enero.

Un policial de estilo clásico, que transcurre en un paraje soñado en el Sur al borde de la cordillera de los Andes, UNA MUERTE SILENCIOSA se ocupa de las vidas de un pequeño grupo de personas cuya existencia se ve atravesada por una shockeante y sorprendente muerte. Dos, en realidad, ya que hay otra que los trauma desde el pasado. Años antes de los hechos –la historia transcurre en 1985–, Octavio (Joaquín Furriel), un guía de caza, venía en un auto con su hermano, volcaron y su hermano murió en un accidente que tiene sus misterios. Los que viven en el presente del film son la viuda (Soledad Villamil) y su hija adolescente, Sofía (Sol Wainer), con los que Octavio tiene una buena relación, especialmente con su sobrina.

Sofía está noviando con Julio (Gonzalo Garrido), un adolescente bastante intenso del pueblo, y es amiga de Max (Ramiro Pintor), el hijo de Klaus (Alejandro Awada), que es algo así como el capo de la zona y maneja un hotel en el que Octavio trabaja. Todo se empieza a enredar, como dicen los libros, con la aparición de un arma, de esas «que carga el diablo». Max está obsesionado con comprar una pistola Mauser que, por alguna cuestión, Julio tiene y se la quiere vender. Pero Julio no se la hace fácil, se burla de él, lo fastidia (Max es un chico entre tímido y con algún tipo de neurodivergencia) y, además, a Max no le gusta nada que su amiga esté en pareja con él. No lo dice, pero se nota en la intensidad de su mirada.

Una noche silenciosa y en un confuso episodio, Octavio y Klaus escuchan disparos en medio del bosque. Ambos han estado bebiendo mucho y, suponiendo que pueden ser ladrones de ganado, salen afuera armados. Poco después nos enteraremos de que algo grave ha pasado en el trío de adolescentes que estaban con el arma en cuestión y, de ahí en adelante, nada será lo mismo. Tensiones, una investigación, secretos y confusiones se acumularán para crear un misterio acerca de lo que pudo haber sucedido allí, ya que nadie parece tenerlo muy claro.

El guión de Matías Lucchesi va aportando sus sorpresas –un tanto forzadas, pero sorpresas al fin– en una trama que se va complicando de formas impensadas. UNA MUERTE SILENCIOSA cuenta, más que cualquier otra cosa, las tensiones y secretos entre dos familias, tensiones en las que entran a jugar diferencias de clase social y de personalidades entre sus distintos miembros, a los que hay que sumarle, en roles secundarios, a personajes encarnados por María Marull y Víctor Laplace.

No hay mucho más para buscar allí, salvo un guión medianamente bien resuelto que «finge demencia» ante algunas casualidades y situaciones un tanto forzadas, y una cuidada dirección del realizador de EL PATRON y EL HIJO que hace un buen uso del espectacular paisaje. Furriel, con un look que le da para interpretar a algún pariente perdido de Viggo Mortensen, hace todo el desgaste físico y actoral en un papel demandante –su Octavio sufre alguna enfermedad tipo narcolepsia por la que se queda dormido en las situaciones más incómodas– y el resto de los adultos acompaña.

Los adolescentes, que conforman la otra parte del relato, lo tienen un poco más difícil, ya que actores con experiencia y profesionalismo como Villamil, Awada o el mismo Furriel pueden suplir con oficio las debilidades de los diálogos, pero a ellos se les vuelve un tanto más complicado. Un thriller pequeño, desparejo y con unos giros narrativos que obligarán a los espectadores a recalcular parte de lo que vieron, UNA MUERTE SILENCIOSA es un policial sobre la culpa, el miedo y las familias que tienen que convivir con eso.