Estrenos online: crítica de «The Front Room», de Sam y Max Eggers (Claro Video, Movistar TV)

Estrenos online: crítica de «The Front Room», de Sam y Max Eggers (Claro Video, Movistar TV)

Una mujer que está a punto de ser madre tiene que empezar a convivir con la insoportable y complicada madrastra religiosa de su marido en esta comedia de terror. Con Brandy y Kathryn Hunter.

El concepto «suegra del infierno» duplica o triplica su capacidad de volverse insoportable en THE FRONT ROOM, una comedia negra de terror en la que la señora en cuestión se convierte en una pesadilla irresoluble para su embarazada nuera una vez que la mujer se va a vivir a su casa. Se trata de un film bastante desagradable, centrado más que nada en los esfuerzos de una muy religiosa y conservadora anciana por destrozar el matrimonio de su atribulado hijo al irse a vivir con ellos y hacerle, ex profeso, la vida imposible a su nuera.

Esta suerte de versión ligera y un tanto absurda de EL BEBE DE ROSEMARY tiene como directores a los mellizos Sam y a Max Eggers, ambos hermanos de Robert Eggers (LA BRUJA, EL FARO), lo que parece demostrar que el talento en la familia no estuvo distribuido en partes iguales. Ahí donde el director de la actual NOSFERATU se caracteriza por la sutileza y la gravedad, sus hermanos y ocasionales colaboradores (Max coescribió el guión de EL FARO, Sam fue asistente de producción en LA BRUJA) optan por un concepto más accesible y comercial, pero completamente fuera de tono.

El de THE FRONT ROOM es un concepto que, si se lo piensa de modo humorístico, es profundamente desagradable. Y si se lo toma como algo que debería asustar a los espectadores, termina siendo más insoportable que aterrador. El film cuenta la historia de una pareja integrada por Belinda (la también cantante Brandy) y su marido Norman (Andrew Burnap). Están por ser padres, luego de perder un anterior embarazo, cuando reciben la noticia de que el papá de Norman ha muerto y que no les queda otra que cuidar a Solange (Kathryn Hunter), su muy religiosa madrastra, con la que no tienen relación alguna.

La obligación en realidad no es tal, pero la mujer le ofrece un pacto que parece aceptable pero que terminará siendo siniestro: dejarle todo su dinero con tal de quedarse a vivir con ellos y no terminar sus días en algún tipo de hogar. La pareja no tiene muchas ganas de aceptar el plan, pero tienen muchas deudas y eso los convence. Error. La mujer no solo es una devota religiosa maníaca e intratable, sino que se dispone a hacerles la vida imposible, especialmente a Belinda. Además de meterse en todo, hablar en lenguas, imponer sus medievales criterios religiosos, gritar sin motivos y llenar a su nuera de indirectas racistas, su principal artilugio para torturarla es cagarse encima constantemente. Algo que bueno, es tan literal y repulsivo como suena.

Eso es, más allá de cualquier giro místico, extraño o fantástico que aparece aquí o allá, lo que tienen los Eggers para contar: una comedia negra desagradable en la que una suegra del demonio va operando contra su nuera, metiendo a su hijo en el medio (el tipo está tan abrumado, o el guión es tan malo, que le cree todo y tiende a apoyarla a ella ante cualquier disputa) y enredando a todos en una trama que tiene algo de místico y racista al mismo tiempo. Pero en lo esencial es una película sobre caca, pis, llantos y gritos durante gran parte de sus 90 y tantos minutos.

Sí, es tan grotesca e irritante como suena. Y si bien la irritación es, hasta cierto punto, buscada (se trata de una producción de los estudios A24, que se caracterizan por buscar un mercado de espectadores un tanto hipsters, a los que este tipo de humor negro y burlón les puede parecer provocativo), los realizadores no encuentran el modo de que ese fastidio le juegue a favor a la película. Uno podría entender la idea de meter al espectador en la torturada y agobiada cabeza de Belinda, pero llegado un momento lo más probable es que consigan que el espectador diga basta. A diferencia de la nuera, uno puede poner punto final cuando quiere. Ella, en principio, no.

Brandy cumple con su rol de mujer cada vez más abrumada por las circunstancias mientras que Burnap responde a los caprichos de guión que resuelve, azarosamente, convertirlo de un tipo más o menos ubicado e inteligente a un nene de mamá 24/7 cada dos escenas. El show, sin embargo, le toca a Hunter. La veterana actriz inglesa viene del teatro y del clown (algo que es obvio con solo verla moverse, hacer voces y gesticular desaforadamente) y se ha tomado muy en serio su personificación de la suegra astuta, problemática y jodida. Pero sus excesos compositivos son tan caricaturescos que terminan siendo tan irritantes e incómodos como su personaje. Uno se cansa de Solange pero también de los esfuerzos de la actriz por hacer algo con esa anciana del demonio.