Series: reseña de «Severance – Temporada 2», de Dan Erickson y Ben Affleck (Apple TV+)

Series: reseña de «Severance – Temporada 2», de Dan Erickson y Ben Affleck (Apple TV+)

En la segunda temporada, los empleados de Lumon siguen tratando, de distintas maneras, de descubrir los secretos de la empresa y de sus propias vidas. Con Adam Scott, Britt Lower, Zach Cherry, John Turturro y Patricia Arquette. Desde el 17 de enero en Apple TV+.

Los creadores de series como SEVERANCE se plantean desafíos complejos cuando tienen que continuar tras una primera temporada exitosa. Uno cree que, a grandes rasgos, la trama de la serie completa está pensada de entrada y que tienen en claro hacia dónde se dirige todo. De ser así –lo que no siempre sucede, como han confesado muchos showrunners–, la dificultad pasa por cómo ir llegando a eso, en qué cantidad de tiempo, mediante qué mecanismos o trampas narrativas y con qué recursos estéticos.

El caso de SEVERANCE es especialmente complejo porque no es una serie convencional. No es un drama realista ni una comedia ni del todo un relato fantástico. Es una mezcla de todas esas cosas y acaso algunas más. ¿Por dónde entonces explorar en profundidad? ¿Metiéndose más que nada en los sentimientos y las emociones que viven los protagonistas? ¿Divirtiéndose al mostrar lo absurdo de la situación de vivir dos vidas separadas dentro de una? ¿O ir más y más a fondo por el lado de la extraña mitología y los muchos misterios que rodean a todo lo que pasa en Lumon, desde el específico proceso de «desdoblar» el cerebro de sus trabajadores a las intenciones de esa extravagante empresa?

Dan Erickson, el creador de la serie (Ben Stiller es el productor, dirigió varios episodios y es la cara visible, pero la cabeza por detrás de SEVERANCE es la de Erickson), ha decidido ir por todo y apostar a más: más intensidad, más mitología, más emociones, más humor, más… presupuesto. Y los resultados son, por el momento (seis de los diez episodios fueron adelantados a la prensa aquí), más que intrigantes, expandiendo el universo que se conocía hasta el momento para entrar en un territorio más complejo y ambicioso. Bizarro y rebuscado, con escenas que podrían haber sido filmadas por David Lynch, pero a la vez manteniendo los pies en la Tierra respecto a la sinceridad emocional de los protagonistas.

SEVERANCE es una serie extraña y extravagante poblada por seres humanos reconocibles. Y eso hace que su universo mitológico –eso que desvela a los usuarios de reddit que se obsesionan tratando de descifrarlo todo– no caiga en saco roto, no se sienta como un juego de engaños narrativos. Las mejores escenas de esta temporada pasan por momentos que poco y nada tienen que ver con esos secretos –una enrarecida cena, un sorpresivo encuentro en un restaurante, un incómodo abrazo–, pero que conforman el núcleo sólido que lo sostiene. Sin personajes atribulados y confundidos como los cuatro protagonistas que en realidad son ocho (uno adentro de Lumon, otro afuera), todo sería en vano. Una trama intrigante y sorprendente, sí, pero vacía. Gracias a sus fantásticos personajes, nunca lo es.

HAY SPOILERS RESPECTO DE LA TEMPORADA 1 Y EL INICIO DE LA 2

Al final de la primera temporada, los innies –así se denominan a las versiones laborales de cada uno– de los cuatro miembros de la llamada División de Refinamiento de Macrodatos (MDR) han podido, al menos por un rato, acceder a sí mismos como outies, pudiendo saber algo acerca de quiénes son afuera y cómo viven. Entre otras cosas, Mark (Adam Scott) descubre entonces que su esposa Gemma posiblemente siga viva y sea la mujer que su innie, adentro de Lumon, conoce cómo Miss Casey (Dichen Lachman). Irving (John Turturro) descubre que afuera pinta cosas oscurísimas y que su adorado Burt (Christopher Walken) está en pareja, mientras que Dylan (Zach Cherry) ya había descubierto antes que afuera tiene familia. Lo más sorpresivo, quizás, es que se revela que Helly (Britt Lower) descubre –y los espectadores, con ella– que afuera es la hija del dueño de la empresa. Y su principal heredera.

Al comenzar la segunda, Mark regresa a Lumon para darse cuenta que ninguno de sus compañeros está ahí. Seth Milchick (Travell Tillman) es ahora el jefe de piso, en reemplazo de Miss Cobel (Patricia Arquette), que fue separada de su cargo, y lo asiste ahora una misteriosa niña (Sarah Bock). A sus compañeros los han reemplazado por otros (Bob Balaban, Alia Shawkat y el italiano Stefano Carannante), pero Mark no quiere saber nada con el cambio y demanda que regresen los de siempre. Seth, tras consultar con las autoridades (incluyendo Helena), acepta darle ese gusto porque queda claro que lo necesitan y que su trabajo es importante para Lumon.

Los dos primeros episodios transcurren uno adentro de Lumon y el otro afuera. Y sirven para recolocar las piezas y entender un poco más el mundo en función de las revelaciones previas. Milchick asegura que se han hecho cosas para mejorar la experiencia en el piso, pero esto prueba ser un tanto falso, como casi todo lo que les prometen. Mark busca a Casey/Gemma adentro y no la encuentra. Los innies se cuentan lo que supieron de sus outies, pero no todos dicen la verdad. Y ahí empiezan algunas tensiones y sospechas entre todos ellos. En tanto, afuera, Mark sigue intentando quebrar las barreras con el interior y veremos más sobre Helena en su rol como ejecutiva de la compañía.

En medio de todo eso, SEVERANCE sigue ampliando el territorio de Lumon, especialmente todo lo ligado a su mitología, su relación con ciertos animales, el misterio de sus oficinas y el secreto de qué es lo que verdaderamente se hace ahí. A partir del tercer episodio la serie empezará a romper la mecánica tradicional para incorporar otros espacios y posibilidades cada vez más extravagantes –sus escenarios la volverán cada vez más parecida a un ¿QUIERES SER JOHN MALKOVICH?–, con más giros, más trampas y con la creciente posibilidad de que ambos universos empiecen a comunicarse, confusamente, entre sí. A la par, las vidas personales y sentimentales de todos ellos continúan intensificándose, aunque no siempre con los resultados buscados o esperados.

SEVERANCE amplía su horizonte de sentidos, sigue expandiendo una mitología cada vez más curiosa –que es más propia de LOST que de TWIN PEAKS ya que, se supone, tiene una lógica y coherencia internas– y empieza a profundizar una apuesta formal que llega al borde de volverse surreal, como anuncia en cierto modo la renovada secuencia de títulos de apertura. Puede parecer demasiado y quizás lo sea, pero lo que Erickson y compañía consiguen, especialmente a partir del tercero o cuarto episodio, es agrandar la paleta visual y temática de la serie sin perder del todo de vista su componente humano.

El secreto de SEVERANCE pasa por ahí, por crear un misterio central fuerte y sólido pero no desatender nunca a las personas que tratan de descifrarlo. Después de todo se trata de una serie acerca del trabajo, de la relación entre lo que se hace en una oficina y la vida que se lleva afuera (la compartimentalización de cada espacio y de las emociones que en cada uno se vive) y acerca de la manera en la que trabajar muchas horas, como lo hacen en Lumon, es una forma también de no tener que lidiar con los problemas reales –en algunos casos, traumas– que todos tienen afuera de ese, en apariencia, impersonal lugar.

En la segunda temporada los personajes crecen y aparecen zonas inexploradas de cada uno de ellos. Rodeando a un cada vez más perturbado Scott –un actor que a mí no me termina de convencer pero que sí da «raro»–, es especialmente fascinante el trabajo de Lower, quien encarna varias versiones de un personaje rodeado de secretos, la única que parece saber la verdad de las cosas. Pero también hacen mucho para construir el drama que rodea al misterio actores como Turturro, Cherry y Tillman, ya que su Milchick es ahora casi tan protagonista como los demás. Hasta el sexto episodio al menos, Walken y Arquette aparecen menos, pero cuando lo hacen su huella es indeleble. Lo del actor de EL FRANCOTIRADOR, con poco, es material a tener en cuenta a la hora de los premios.

Pensaba, viéndola, que SEVERANCE podría ser vista como una versión compleja, inteligente y, sobre todo, cool de EL JUEGO DEL CALAMAR. Ambas series tratan de lo mismo, en un sentido profundo: personas dañadas que entran a un espacio «laboral» psicológica y humanamente violento en el que deben tratar de sobrevivir mientras, afuera, hay personas que quieren entrar a destruirlo. Pero la principal diferencia aquí es que la «batalla» se presenta menos entre pares y más entre los que trabajan y los que los manipulan y controlan. En el fondo, las dos series hablan de cómo hacer para romper un relato dominante que, desde el poder, controla las acciones de las personas. No es fácil en una serie, tampoco en la otra y mucho menos, parece, en la vida real.