
Streaming: crítica de «The Devil’s Bath» («Des Teufels Bad»), de Veronika Franz y Severin Fiala
Este cuento folclórico de terror transcurre en una aldea germánica en el siglo XVIII y se basa en las perturbadoras experiencias de una mujer recién casada.
En los primeros diez minutos de la nueva película de los directores de GOODNIGHT, MOMMY una mujer tira a un bebé en una cascada, confesa su crimen, le cortan la cabeza y cada uno de sus dedos. Para cerrar el combo, un grupo de gente en una fiesta juega a encontrar un gallo a ciegas y, en lo posible, empalarlo con un objeto punzante. Cosa que, obviamente, concretan. Bienvenidos al cine de horror austríaco, producido por Ulrich Seidl y dirigido por la dupla que integran Veronika Franz y Severin Fiala. En realidad, THE DEVIL’S BATH no califica, o no del todo, como film de horror. Es un drama rural que transcurre en el siglo XVIII, un relato cuyo tono oscuro y sus crudos momentos de violencia lo hacen difícil de ver. Si es horror o no, es lo de menos. Es una película incómoda, agobiante, dolorosa.
La asesina de bebés ajusticiada es solo la introducción a la historia, la que a grandes rasgos enmarca el mundo en el que viven los personajes. Esa escena predispone al espectador a esperar lo peor, pero lo que en realidad hace es crear una creciente tensión respecto a lo que sucederá en la siguiente hora, hora que sin ese «anticipo/adelanto» podría verse más que nada como un drama psicológico acerca de la disolución mental de una mujer recién casada. Ella es Agnes (Anja Plaschg), que ha venido a casarse con Wolf (David Scheid), desde su aldea a la suya. El robusto y barbudo hombre parece amable y le muestra la casa en la que se van a mudar. Pero la ilusión de una vida en pareja se enrarece cuando, la primera noche en la cama, él prefiere masturbarse con ella de espaldas en lugar de tener sexo. Y se duerme al instante.

De ahí en adelante todo es cada vez incómodo para Agnes. Desconoce el trabajo que tiene que hacer, se pierde en el bosque y su muy severa suegra (Maria Hofstätter) la trata de un modo muy agresivo y le da órdenes de cómo manejar su casa y estar para su marido. No solo eso: empieza a presionarla para que tenga un bebé, algo que por motivos evidentes, le será difícil. Pero Wolf no se hace cargo de nada –de hecho, parece más interesado en un hombre del pueblo, lo cual de un modo silencioso y estoico lo vuelve tan paria como ella– y la vida de Agnes empieza a entrar en una espiral de incomodidad, fastidio, angustia y algo que se parece bastante a la depresión. Lo más parecido a un descanso que tiene es meterse en lo profundo del bosque y quedarse observando el cadáver decapitado de la mujer del inicio del film. La cosa, claramente, no pinta bien para ella. Ni para nadie.
THE DEVIL’S BATH irá profundizando en esas sensaciones que atraviesa la cada vez más mentalmente desordenada Agnes, lo que permitirá que aparezcan algunas imágenes perturbadoras, ligadas a su situación o a curiosos tratamientos a los que se somete. Y, en determinado punto, la película sí dará de lleno un salto hacia las adyacencias del horror. Pero nada acá parece ser del orden de lo fantástico. Son, más bien, rituales pueblerinos ligados a arcanas ideas religiosas los que se hacen presentes. Nada bueno puede salir de todo eso.
La película de los realizadores de THE LODGE puede ser leída como un cuento folclórico sobre las distintas violencias de género y cómo juegan (o jugaban) determinadas prácticas pseudo-religiosas en el control de cualquier persona (más que nada mujeres, pero también algunos hombres) que se sale de la norma o que no cumple con lo que la comunidad espera de ellos. Cuando Agnes va a ver a su familia para escapar de esa suegra del demonio y ese hijo que la deja hacer, la reacción que encontrará no es la que espera. Ella se casó con Wolf y hay que cumplir con las expectativas. Pero, como lo eran también las protagonistas femeninas de las anteriores películas de la dupla –todas además con complicadas relaciones con la idea de la maternidad–, Agnes no es lo que esperan de ella.

THE DEVIL’S BATH se apoya en una investigación histórica sobre determinadas prácticas en pueblos germánicos de la época. Y tiene un aspecto de cuento folclórico de ese origen, con las esperables amenazas, hábitos y costumbres locales, acá un poco más enrarecidos que en los clásicos. Los realizadores ponen énfasis en la creación de un clima de angustia y de agobio, lo que permite que cuando finalmente llegan los momentos más perturbadores y violentos (bastante repugnantes, habría que agregar) estos terminan siendo realmente shockeantes.
La película sigue casi todo el tiempo a Agnes, lo que permite que el espectador conecte con su punto de vista y con la manera en la que ella lidia con su experiencia. Y si bien quiero imaginar que nadie seguiría sus pasos para resolver sus asuntos, en la desgarradora personificación de Plaschg –que es una intérprete de música experimental y no una actriz profesional– uno puede sentir la creciente disolución psicológica del personaje. Una mujer desesperada que le grita y le llora a un Dios que jamás la escucha.
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