
Estrenos online: crítica de «Grand Theft Hamlet», de Sam Crane y Pinny Grylls (MUBI)
En medio de la pandemia, un actor decide montar una puesta en escena de «Hamlet» dentro de la plataforma virtual del juego «Grand Theft Auto». Estreno del 21 de febrero en MUBI.
El concepto de documental tal como lo conocíamos hasta hace algunos años se ha alterado por completo. Por supuesto, siguen existiendo los modos clásicos, canónicos y los observacionales que conforman la gran mayoría de la producción. Pero cada vez más hay otros, diferentes, motorizados por la democratización de la tecnología, internet y las redes sociales. Así, hay miles de documentales unipersonales a modo de retratos íntimos o familiares, documentales hechos desde la web o con cámaras de seguridad, documentales de animación y así. GRAND THEFT HAMLET inaugura un subgénero del documental que hace dudar de su pertenencia al formato. Se trata de un film que transcurre, íntegramente, dentro de la plataforma virtual del juego conocido como Grand Theft Auto (GTA). Y allí se centra en un grupo de personajes que intenta montar una puesta de la obra Hamlet, de William Shakespeare.
Hay un contexto que explica el formato. En plena pandemia del COVID los actores eran uno de los grupos profesionales sin trabajo al cerrarse la producción de cine y TV, los teatros y todo tipo de rodajes, salvo el autogenerado. Este grupo grande de gente, en muchos casos sin ingresos y sin nada para hacer, le fue buscando la vuelta como pudo: vivos de Instagram o TikTok, obras en Zoom, funciones o clases online, y así. Sam Crane, un actor británico, decidió aprovechar el tiempo que pasaba jugando al Grand Theft Auto para montar una versión de la clásica pieza allí, uniéndose a un colega actor y jugador de GTA (Mark Oosterveen), juntando gente desconocida y haciendo llamados de casting dentro de la plataforma. De hecho, al ver allí un anfiteatro le pareció la locación indicada para hacerlo. Luego la producción se expandió ya que allí el presupuesto es ilimitado.

GRAND THEFT HAMLET cuenta, de manera bastante bizarra, el proceso de producción de la obra en un ámbito –admito desconocer bastante el funcionamiento del juego– en el que lo más común es matar gente para superar etapas. Así, un montón de avatares bizarros de actores –o personas que querían por un tiempo jugar a serlo– se fueron juntando para charlar, ensayar, conocerse y, al mismo tiempo, despachar enemigos que los atacaban imprevisiblemente o matarse entre ellos. En una producción de «Hamlet» que tenía mucho de shakespereano en su propio procedimiento, Sam y los otros fueron avanzando hasta presentar la obra, con las particularidades del caso, incluyendo las resonancias «en la vida real» de esta obsesión.
La propuesta es original –tanto la de hacer la obra como la de filmarla o reconstruirla para la película– y tiene su gracia, su encanto y, finalmente, su emoción, especialmente cuando algunos de los soliloquios de los personajes de la obra van conectando con situaciones que algunos personajes o la sociedad toda vivía durante ese primer y más duro año pandémico. A los que no estamos acostumbrados a ver durante mucho tiempo el tipo de imagen que producen este tipo de videojuegos –bella en cierto modo electrónico/poético pero muy chirriante en otros, especialmente en los movimientos de los personajes y sus rostros–, el concepto nos puede llegar a resultar algo agotador.
Así, entre actores que se «matan» entre sí, otros personajes que atacan al grupo –digamos que acá cualquier discusión acaba con «muertos»–, el Hamlet va creciendo, algo que la película deja entrever en pequeñas dosis, más que nada a través de los monólogos más reconocibles de la obra. Como entretenimiento, terapia y hasta salida relativamente laboral para los actores en pandemia, esta puesta es un logro extraordinario –hasta recibieron premios– que merece ser destacado. Como película es un ejercicio, simpático, bizarro, aunque por momentos frustrante, que deja en claro que las obras de Shakespeare dan para cualquier tipo de interpretación y/o adaptación. Aquello de que «Todo el mundo es un escenario, y todos los hombres y mujeres, meros actores«, quizás sea más literal de lo que parece.