Series: crítica de «Envidiosa – Temporada 2», de Carolina Aguirre (Netflix)

Series: crítica de «Envidiosa – Temporada 2», de Carolina Aguirre (Netflix)

por - Críticas
01 Feb, 2025 09:16 |

Siguen las desventuras de Vicky en su complicada «pelea» por conseguir marido para casarse y «ser feliz». Con Griselda Siciliani, Esteban Lamothe y gran elenco. Estrena Netflix el 5 de febrero.

A Griselda Siciliani habrá que hacerle, cuando concluya ENVIDIOSA, una especie de monumento. Es que lo suyo en esta serie se acerca a lo milagroso, ya que logra que uno pueda seguir las idas y vueltas de un personaje que califica como uno de los más insoportables de la historia de la ficción argentina. Es realmente muy complicado –necesita de un talento y de una empatía muy grandes de parte de la actriz–, que una persona como Vicky pueda ser mínimamente tolerable. Al igual que en la primera temporada, se trata de una mujer de 40 años que actúa, piensa y se comporta, en el mejor de los casos, como una niña de 5 o 6: caprichosa, envidiosa, narcisista, inconstante, mentirosa, agresiva, maltratadora, intolerante y decenas de adjetivos más que no entran en este parrafada. Es cierto que es una construcción propia de una comedia y nadie pide un apego al realismo, pero es difícil encontrar un personaje que, salvo ínfimas excepciones (muy muy ínfimas), no tenga ninguna cualidad que la redima.

Siciliani es una comediante extraordinaria que hace del patetismo de Vicky un arte, lo carga como si fuera un violín que solo toca notas discordantes. Es tan notable el trabajo de la actriz que logra que, pese a todo lo que Vicky hace y dice a lo largo de la serie, uno pueda verla, seguirla y hasta empatizar por momentos con ella cuando sufre. Los mecanismos y recursos de Vicky son insoportables: hace bestiadas y se disculpa, una y otra vez; arruina la vida de todos sus seres cercanos y pide perdón, una y otra vez. Y así, en loop. Pero Siciliani logra con recursos propios de la comedia física y verbal sacar a ese personaje adelante. Es allí donde ENVIDIOSA funciona: en todo lo que tiene que ver con los pequeños momentos, los recursos y reacciones de los actores y algunos diálogos simpáticos que surgen entre ellos. Por fuera de eso, se hace más complicado.

No es solo Siciliani. Todo el elenco principal –Esteban Lamothe, Violeta Urtizberea, Pilar Gamboa, Lorena Vega y las esta temporada menos utilizadas Bárbara Lombardo y Marina Bellati, entre otros– demuestra que saben muy bien lo que están haciendo y logran sacarle el jugo a sus respectivos personajes, aún cuando todos se definan solo en relación a «Vicky». Las escenas de supuesta terapia entre Vega y Siciliani son una clase de timing cómico, y las que la protagonista tiene con Urtizberea fluyen con la naturalidad que uno imagina entre dos amigas de verdad, por más conflictos y peleas que tengan entre ellas. Tengo la impresión de que el éxito de ENVIDIOSA sigue pasando por ahí, por la conexión momento a momento entre el elenco y por ciertas salidas ingeniosas del guión.

El problema es, bueno, casi todo lo demás. En lo esencial que, al menos tal como se la pinta acá, Vicky es intolerable para cualquier persona. Es poco menos que incomprensible que un buenazo como Matías (Lamothe) tenga un mínimo interés por ella, salvo que haya allí algún tipo de extraña codependencia que la trama no habilita. Pero ni siquiera esa parece ser la razón. Vicky solo piensa en sí misma –la serie también–, utiliza a la gente, le importa poco y nada lo que les sucede a los demás, además de ser cruel, agresiva y maltratadora, inclusive con él. De hecho, en un mundo con alguna cercanía con el real ni siquiera sus amigas deberían seguir hablándole. Pero la serie supone que, quizás, hay algo comprensible en lo que hace. Que tiene algo de persona «rota» y eso lo perdona todo.

Es cierto que la comedia se permite jugar muy muy lejos del realismo, pero una construcción como Vicky estira el género hasta sus límites: no es un personaje, es una acumulación de neurosis varias. Por suerte, en esta temporada, la serie dejó de ser tan tradicionalista como lo fue en la anterior y ese espíritu de «Susanita» al menos quedó en segundo plano. Pero en todo lo demás el personaje involuciona cada vez más. Salvo por algún episodio cercano al final y relativamente emotivo, cuesta encontrar algún momento a lo largo de ya 23 episodios en los que el personaje haga algo medianamente ya no noble ni loable sino humano. ENVIDIOSA admite, en cierto sentido, que Vicky está mucho más cerca de ser la villana que la heroína de la historia, pero le tiene un cariño que por momentos llama la atención. Merecería más bien una intervención.

Más allá de eso, la serie –que esta temporada cuenta con varios directores– tiene cada vez más las características de la televisión clásica, utilizando recursos narrativos propios de las tiras tradicionales, como que un mismo conflicto se repita de distintas formas una y otra vez. Si a eso se le suman apariciones especiales, variados canjes (el vestuario de todas, en especial de Siciliani, es para un desfile de modas), escenas grabadas en turísticos lugares de Puerto Madero y otros yeites propios de «la tele» nos terminamos encontrando con un medianamente prolijo y profesional subproducto de la escuela Adrián Suar. Si logra parecer que es un poco más que eso (imagino que es lo que intenta su amable banda sonora indie), es solo una cuestión circunstancial, quizás ligada al «prestigio» que le da su notable elenco. Es a ellos, fundamentalmente, que hay que agradecerles que ENVIDIOSA más o menos funcione.