BAFICI 2025: crítica de «The Last Republican», de Steve Pink

Las elecciones estadounidenses de 2020 fueron un parteaguas en más de un sentido. La victoria de Joe Biden sobre Donald Trump desató una reacción del entonces (y ahora de nuevo) presidente que empezó a distanciar a su partido, el Republicano, de los consensos democráticos establecidos en ese país. Trump no reconoció su derrota, intentó impedir que se certificaran los resultados de esa elección y por un momento pareció transformarse en un paria político, alguien que no respetaba el sistema republicano. Pero pronto, a falta de otros referentes que les permitieran ganar una elección, el Partido Republicano se rindió ante Trump, apoyó sus reclamos, lo celebró y sostuvo. A tal punto es así que hoy no solo ha vuelto a ser presidente sino que es difícil saber qué hará el partido si Trump quiere volver a presentarse a elecciones (algo constitucionalmente prohibido, pero…), pierde y todo vuelve a suceder otra vez.

En ese breve momento de fines de 2020 varios republicanos decidieron tomar distancia, aún los que lo apoyaron en muchas medidas y decisiones que tomó durante su primera presidencia. Uno fue el vicepresidente Mike Pence. Otros fueron la congresista Liz Cheney y su colega, protagonista de este documental, Adam Kinzinger, de Illinois. Kinzinger, un piloto de la Fuerza Aérea, republicano conservador y congresista desde 2010 dijo «hasta acá!» cuando Trump no reconoció la derrota y, semanas después, lideró o al menos incentivó a una masa humana a tomar el Capitolio. Y desde entonces, fue Kinzinger quien se transformó en un paria político.

El realizador de HOT TUB TIME MACHINE –una comedia absurda que poco y nada tiene que ver con este tipo de documental político, pero que es uno de los films favoritos de Adam– dirige esta película en la que se sigue los últimos años en el Congreso de Kinzinger, quien no renovó banca. Pink lo entrevista varias veces, en modo bastante informal y por eso muy convincente. Hay una mecánica simpática entre el director (que se reconoce progresista) y su protagonista, un conservador tradicional, que se sienten unidos, más allá de sus diferencias, a partir del desprecio a Trump y su falta de respeto por el sistema democrático. Y a través de sus conversaciones y de los materiales capturados en el Congreso se va contando una historia bastante tremenda.

Kinzinger quedó a cargo del comité de investigación de la toma del Capitolio y ese rol lo enemistó no solo con el resto de los dirigentes de su partido –que volvieron de inmediato a la falda de Trump, peregrinando a su resort de Mar-a-Lago– sino con familiares, amigos y con una multitud de seguidores del entonces ex presidente que pronto pasaron a amenazarlo violentamente, tanto a él como a sus familiares. En el medio Adam –que apoyó el impeachment a Trump, acrecentado sus distancias con el partido– hablará de su vida, de su familia y sus ideas. Y Pink logrará retratar en profundidad a un hombre con el que quizás no coincida ideológicamente pero que valora y respeta por su extraordinario coraje cívico.

Las comparaciones entre las acciones de este diputado y lo que sucede en la Argentina están a la vista. Si bien acá existen algunas diferencias específicas con los Estados Unidos, la mayoría de los congresistas de los diversos partidos de «centro-derecha» han también bajado todas sus banderas republicanas para sostener y apoyar las medidas de un presidente tan extremo y limítrofe como Trump. Salvo algunos casos muy puntuales, uno no ve, lamentablemente, muchas personas como Kinzinger que mantengan sus sólidos valores republicanos ante un gobierno que los tensa y extrema al máximo. Quizás, la aparición de esta película en este momento y en este particular festival, sea un oportuno llamado de atención.