BAFICI 2025: crítica de «Zodiac Killer Project», de Charlie Shackleton

BAFICI 2025: crítica de «Zodiac Killer Project», de Charlie Shackleton

por - cine, Críticas, Festivales
27 Mar, 2025 01:13 | Sin comentarios

Al no poder hacer su soñado documental sobre el Asesino del Zodíaco, el realizador imagina cómo podría haberlo hecho deconstruyendo los clichés del género «true crime».

Cualquiera que haya visto una buena cantidad de documentales true crime de plataformas como Netflix o HBO Max lanzará variadas risotadas al ver ZODIAC KILLER PROJECT, este film ensayo que funciona como deconstrucción y, en cierto modo, parodia de ese tipo de documentales que siguen casos policiales célebres o impactantes y que son últimamente muy populares en streaming. Al seguir su propio y complicado proyecto, el crítico y ensayista Shackleton construye una película que trata de ser a la vez una crítica a la «industria del true crime» –con sus elementos formales y también de producción– y un intento de contar una historia de ese tipo por fuera de esos cánones.

Si confiamos en lo que su voz en off explica de entrada, este proyecto nace de una frustración. Shackleton (creador de BEYOND CLUELESS y FEAR ITSELF, respectivas deconstrucciones de las películas para adolescentes y del cine de terror) quería conseguir los derechos para hacer un documental basado en el libro «The Zodiac Killer Cover-up: The Silent Badge«, de 2012, de un policía callejero californiano llamado Lyndon E. Lafferty, quien aseguraba haberse cruzado con el verdadero «Asesino del Zodíaco» y haber tratado de atraparlo pese a una serie de imprevistas dificultades. El cineasta lo veía transformado en un documental de Netflix clásico, con todos los condimentos al uso en ese mercado, pero no pudo ser. La familia del fallecido policía le negó finalmente los derechos y a Shackleton se le ocurrió que lo mejor que podía hacer era filmar esa película que no pudo ser. Una que, en realidad, es otra cosa.

Y eso es, en cierto modo, ZODIAC KILLER PROJECT. Tratando de no citar directamente el libro –por motivos legales–, el director cuenta hechos ligados al caso en sí (es el que inspiró la película ZODIACO, de David Fincher) y, mientras vemos algunos escenarios en los que tuvo lugar la historia tal como están hoy (estacionamientos vacíos, autopistas, edificios públicos, interiores de algunas casas; varios de los cuales ni siquiera son los reales según nos explicará), Shackleton nos cuenta cómo los habría filmado de haberlo podido hacer con los derechos y el apoyo de Netflix o similares. Y en esa descripción utiliza, de modo irónico, todos los clichés y lugares comunes del true-crime, utilizando escenas de esos films (o series) e inventando algunas propias.

A modo de ejemplo: mientras vemos un estacionamiento en el que el policía y el supuesto asesino cruzaron por primera vez miradas, Shackleton inserta escenas de otros documentales y explica cómo allí se usan. Así, recorre motivos clásicos de este subgénero como las reconstrucciones ficcionales, los llamados «backtors» (actores que aparecen de espaldas en esas reconstrucciones), se ríe de las misteriosas y elaboradas secuencias de títulos, de los constantes inserts que figuran en esos documentales (viejas caseteras, papeles mecanografiados, relojes de pared, lámparas movedizas, archivos genéricos en Super-8 de los años ’50, etcétera) y hasta de los tonos de voz y las cosas que suelen decir los entrevistados en esos documentales. Si uno vio títulos como MAKING A MURDERER, THE JINX, PARADISE LOST y muchos otros, notará todos los recursos usados hasta al hartazgo en ese formato.

Esa deconstrucción del true crime funciona mejor que el seguimiento del caso en sí que, al menos del modo en el que lo cuenta Shackleton (y con las limitaciones que tiene) no parece tan apasionante. La de Lafferty es una teoría algo lateral ligada a este caso policial no resuelto sobre la que no conviene adelantar demasiado. ZODIAC KILLER PROJECT sí funciona muy bien como material de estudio, para que alumnos de cine o hasta críticos puedan advertir y analizar los recursos que se utilizan a menudo en estos u otros formatos. Shackleton no necesariamente los ataca –él mismo admite que quería contar esta historia de ese modo ya que es una forma de llegar a mucho más público y casi la única salida laboral en esa industria–, pero los desmenuza con una gracia tal que el propio realizador se ríe casi todo el tiempo mientras habla. Y uno no puede más que tentarse y reírse junto a él.