
Estrenos online: crítica de «El legado de Sly & The Family Stone» («Sly Lives! (aka The Burden of Black Genius)»), de Questlove (Disney+)
Este documental se centra en la vida y la carrera de Sly Stone, el músico que junto a su banda revolucionó el rock y el funk de fines de los ’60 y cuya influencia se siente hasta hoy. En Disney+
Entre fines de los años ’60 y principios de los ’70, una banda de funk era una de las más populares de los Estados Unidos. No era lo usual en esa época pero Sly & the Family Stone no era una banda común. Liderada por Sly Stone, se trataba de un grupo multirracial que combinaba funk, soul, blues, psicodelia, rock y música afrolatina. A lo largo de esos años, entre éxitos comerciales, shows masivos (tocaron en Woodstock) y una fama generada por su carismático líder, cantante y compositor, S&TFS se hizo popular no solo en el público afroamericano sino en los charts de música pop y hasta en los talk shows televisivos. Pero duró relativamente poco. Y acá se cuenta la un tanto triste historia del gran Sly Stone.
Codirigida por Questlove –el omnipresente DJ, baterista de The Roots, historiador musical y, últimamente, cineasta ganador del Oscar–, SLY LIVES! tiene un inquietante subtitulo, traducible como «La carga del genio negro«, referido al peso con el que lidian grandes y representativos artistas de esa raza, peso que muchas veces no pueden soportar y los llevan a caer superados por esa suerte de presión. Y algo de eso le pasó a Sly Stone. Ese eje engloba y distingue a lo que de otra manera se parece bastante a un clásico documental musical acerca del ascenso y caída de una fulgurante estrella de la música.

Para muchos –Questlove incluido–, la música de Sly Stone y su banda ha sido fundamental para la existencia de un estilo musical negro que se sale de los formatos preestablecidos, que arriesga más allá del camino obligado al que parece llevarlo el mercado o la tradición, sea Stevie Wonder, Prince, D’Angelo, Vernon Reid, Erykah Badu o Kendrick Lamar, además de ser constantemente sampleado por decenas de artistas de hip hop. Y la historia de Sly puede ser rescatada desde ese lugar, la del hombre que supo ser rupturista y popular a la vez, célebre y excéntrico, ídolo masivo y persona un tanto particular, uno que así como subió desapareció del mapa.
Con testimonios de Reid, George Clinton, D’Angelo, Chaka Khan, Q-Tip, Nile Rodgers, Jimmy Jam, Terry Lewis, André 3000 y una enorme cantidad de material documental, tanto de entrevistas (actuales y de época) y actuaciones en programas de televisión como de shows en vivo, entre otros, EL LEGADO DE SLY & THE FAMILY STONE va reconstruyendo el recorrido de este hombre nacido en Texas pero criado en California que, siendo adolescente, ya era conocido como DJ de estaciones de radio y como productor musical. Y para 1966 ya tenía una banda, con una característica un tanto particular para la época: era multirracial y estaba formada por hombres y mujeres. Incluía a dos hermanos suyos (Rose y Freddie), junto a dos músicos negros (Cynthia Robinson y Larry Graham) y dos blancos (Jerry Martini y Greg Errico).
Tras un breve tiempo de adaptación a su estilo, la banda empezó a crecer. Y gracias a éxitos radiales que combinaban la potencia rítmica del funk con las más accesibles y amables melodías del pop, la música de Sly fue rápidamente aceptada por el mainstream musical estadounidense. Canciones como “Everyday People” (acaso su éxito más culturalmente relevante de su época), “Thank You (Falettinme Be Mice Elf Agin)” y su primer hit, «Dance to the Music», entre muchas otras, conformaron la banda sonora de una época en la que el hippismo, la integración racial, los derechos sociales y la música pop parecían ir de la mano, casi al unísono.

Esa armonía empezaría a resquebrajarse social y políticamente a finales de los ’60. Y la música de Sly se haría más politizada (ver especialemente el disco de 1971 «There’s a Riot Goin’ On») y comercialmente un tanto más áspera y menos radial. Y a eso se sumaría una lenta pero consistente debacle personal que lo llevaría a no presentarse en shows, a encerrarse en su casa durante semanas y a tener un consumo más que problemático de drogas que lo haría desaparecer casi por completo de la escena desde los años ’80 hasta la actualidad, con esporádicos y conflictivos regresos de tanto en tanto. Y la película narrará esa larga, previsible pero igualmente dolorosa, caída en desgracia.
Como quedó demostrado en el clip inicial que armó para el documental sobre la historia musical del programa Saturday Night Live, Questlove es un cineasta que opera de un modo parecido a un DJ (en este caso, VJ), armando enérgicos combos de imágenes y sonidos que demuestran no solo un conocimiento histórico y una ductilidad técnica sino la capacidad de contar una historia a través de estos mashups. Y aquí lo hace varias veces, desmenuzando canciones y analizando gracias a los testimonios algunos secretos de la música de Sly que fueron influyentes. Es cierto, a la vez, que Questlove puede ir a los extremos con este mecanismo clipero, pero mediante las entrevistas y el análisis logra darle una profundidad que va más allá del impacto efectista.
Para quienes no conocen la música de Sly Stone –no lo suficientemente difundido fuera de los Estados Unidos, como gran parte de la música negra no canónica de los ’60 y ’70–, el documental será todo un descubrimiento. Para los que sí lo tienen, aunque más no sea a partir de sus canciones más icónicas que aparecen en incontables películas, el documental permite profundizar en su historia, conocer más acerca de sus aspectos musicales y entender, aunque sea un poco, el peso que implica «representar» a toda una cultura en un mundo que no la entiende demasiado bien. Sly Stone creció y cayó en medio de esa suerte de batalla. La realidad y su propia fragilidad se llevaron puestos sus sueños de vivir en una sociedad más libre y con menos prejuicios.