Estrenos online: crítica de «O’Dessa», de Geremy Jasper (Disney+)

Estrenos online: crítica de «O’Dessa», de Geremy Jasper (Disney+)

Este drama musical transcurre en un futuro post-apocalíptico en el que dos cantantes se enamoran y luchan por liberar al mundo de un virulento líder. Con Sadie Sink, Kelvin Harrison Jr., Murray Bartlett y Regina Hall. En Disney+

Apenas una semana después de su premiere mundial en el Festival SXSW, llega a Disney+ una verdadera rareza dentro de lo que estrenan las plataformas de streaming. Se trata de O’DESSA, una opera rock que se apoya en el mito de Orfeo y Eurídice para contar una historia futurista post-apocalíptica acerca de una chica que, con una guitarra bajo el brazo, cree estar destinada a cambiar el mundo. O algo así. Se trata de un musical enredado, con algunos problemas y unas cuantas decisiones un tanto inexplicables, pero por lo menos tiene un vuelo y una imaginación tal que alcanza para llamar la atención en medio de tanto estreno mediocre y anodino.

O’DESSA puede ser fallida, pero no es anodina. De hecho, uno se la imagina trasladada a un musical de Broadway, como tantas de esas historias fantásticas en las que un drama romántico se entremezcla con una gesta política y que se cuenta, más que nada, a través de canciones. El film de Geremy Jesper (PATTY CAKE$) es de los que funcionan mejor cuando se canta que en los momentos en los que la historia avanza sin su pata musical. Allí se notan sus baches, sus inconsistencias y el excesivamente arquetípico marco que la sostiene. Cuando sus protagonistas cantan y tocan –la banda sonora es una curiosa mezcla de rockabilly, soul y balada orquestal– la película, gracias la más generosa plausibilidad del musical, avanza.

Sadie Sink (STRANGER THINGS) encarna a la tal O’Dessa, quien vive en las afueras de Satylite City, una ciudad futurista, en un lugar en el que toda la tierra parece arruinada por un colorido fertilizante. Ella vive con su madre enferma y toca todo el día la guitarra, como lo hacía su padre (el también cantautor Pokey LaFarge, en flashbacks), un legendario músico y vagabundo que andaba por los pueblos y cantaba hasta que lo mataron. Tras la muerte de su madre, la chica hereda –bueno, roba– la mítica guitarra que tocaba su padre y se dispone a seguir sus pasos, quizás cumpliendo una extraña profecía. Y pronto, tras una serie de accidentes en los que termina perdiendo la guitarra en cuestión, O’Dessa termina en Satylite City, la típica ciudad caótica de toda trama apocalíptica.

Necesitada de dinero para recuperar su guitarra, se anota en un open mic de un bar, donde conoce a Euri Dervish (Kelvin Harrison Jr.), un cantante enmascarado que además se prostituye para ganarse la vida. Es obvio que él sabe muy bien qué hacer en el escenario (lo suyo es una mezcla de Prince y Lenny Kravitz), pero a ella todavía le falta experiencia. Ambos se enamoran y se enredan en una batalla para vencer al autocrático gobierno de ese lugar, cuya figura más pública parece ser un tal Plutonovich (Murray Barnett, de THE WHITE LOTUS), un líder mesiánico y mediático que es conductor de un programa de concursos musicales. Regina Hall encarna a Neon Dion, que funciona a la vez como «tratante de blancas» y bizarra fuerza de choque del poder político.

Así, mediante canciones, escapes, separaciones, rescates y más canciones existe O’DESSA, una película que por momentos tiene un aire a CALLES DE FUEGO –la estética y las canciones de tono épico van por ahí– y en otros recuerda más a incontables films de ciencia ficción que parecen haber sacado toda su inspiración de las distintas etapas y looks de David Bowie. Jugando con el mito, O’Dessa tiene un aspecto más masculino que Euri Dervish, mientras que gran parte de los personajes secundarios y extras están lookeados como bailarines de algunos de esos coloridos shows que se hacen en los Grammy.

Las referencias de Jasper pasan por ese lado –si bien el romance central es heterosexual toda la película tiene una estética LGBT– y uno podría relacionar a O’DESSA con films «ochentosos» un tanto excesivos como FLASH GORDON, clásicos camp como BARBARELLA o TOMMY y hasta un JUEGOS DEL HAMBRE pasado por un filtro hipster. Se trata de una de esas películas que salen del horno con un sello de «película de culto». De hecho, uno puede imaginar que algunos recortes y breves escenas del film llegarán a las redes sociales generando reacciones por lo menos curiosas.

La película decae cuando se ocupa de su historia romántica que, sinceramente, no tiene ningún peso y tiende a aplanarlo todo. Las idas y vueltas de la relación entre ambos, que debería ser el eje emocional de la historia, raramente funciona y es por eso que todo el andamiaje de O’DESSA se afloja, pierde potencia, cuando se ocupa de eso. Lo que queda tiene algo de ovni cinematográfico y de curiosidad: una película excéntrica, fascinante, confusa, por momentos irritante, pero sin duda bastante diferente a la programación habitual de las plataformas. Aunque más no sea por un par de olímpicos números musicales –uno más cerca del principio y otro del final–, vale la pena la experiencia.