Series: reseña de «Happy Face: Asesino en serie», de Jennifer Cacicio (Paramount+)

Series: reseña de «Happy Face: Asesino en serie», de Jennifer Cacicio (Paramount+)

Esta serie se centra en las repercusiones familiares de los asesinatos cometidos por el llamado «Happy Face Killer». Con Annaleigh Ashford y Dennis Quaid. Los dos primeros episodios ya se pueden ver en Paramount+. Los episodios restantes aparecerán los jueves.

Una característica de muchas series sobre asesinos seriales es la de contar sus historias y a la vez criticar la fascinación con ese mundo. Hay, admitamos, algo raro ahí, ya que la propia existencia de la serie se apoya precisamente en esa fascinación, por lo que más que criticarla parece explotarla, sacarle provecho. En esa doble banda se ubica HAPPY FACE, una serie inspirada en un caso real que no cuenta en principio la historia del asesino en serie conocido como Happy Face Killer sino que se centra en las consecuencias que sus actos tuvieron en su familia.

Es un punto de vista original que no muchas veces se tiene en cuenta en este tipo de tramas: ¿qué pasa con los hijos, la esposa y, con el tiempo, hasta los nietos de una persona de esas características? ¿Cómo siguen sus hijos sus vidas luego de enterarse que, por ejemplo, su padre mató a varias personas? HAPPY FACE se centra, principalmente, en Melissa Moore (Annaleigh Ashford), una autora y podcastera que ha escrito y, en algún punto, explotado la historia de su tristemente célebre padre. Curiosamente, si bien la historia en la que se apoya es real, el eje narrativo específico de lo que se cuenta acá es ficcional.

Melissa trabaja como maquilladora en un programa de TV de la tarde, de esos que buscan llevar al set a personas ligadas a traumáticos casos reales y, en la medida de lo posible, hacerlas llorar en cámara. Un día llama al show Keith Jesperson (Dennis Quaid), conocido como el «Asesino del Rostro Feliz» por su hábito de dejar in situ o enviar ese dibujo en cartas anónimas a los medios y a la policía tras cada asesinato. El hombre está encarcelado de por vida por haber asesinado a ocho mujeres en los años ’90 y desde entonces su hija ha cortado todo contacto y relación con él. A tal punto que con su marido, Ben (James Wolk), les han dicho a sus hijos –la adolescente Hazel (Khiyla Anne) y Max (Benjamin Mackey), de nueve años– que el «abuelo» ha muerto. Pero el tipo reaparece en su vida. ¿Por qué lo hace?

En principio, trata de hablar con ella y con el conductor del show, popularmente conocido como Dr. Greg (David Harewood), para confesar un noveno asesinato. Melissa no quiere hablar con él pero el tipo insiste que solo a ella le revelará la verdad. Melissa y el equipo del show lo entrevistan para el programa y luego salen a corroborar si ese dato es o puede ser real. Y no solo lo es, sino que están por ejecutar a otra persona por ese crimen. Las preguntas que recorrerán la serie son varias: ¿para qué lo hace? ¿Para salvar a este condenado a muerte, para acercarse a su hija o buscando recuperar su fama? ¿Y qué provocará su reaparición en la vida de Melissa y de su familia, especialmente de su nieta adolescente que desconoce la historia y atraviesa sus propios problemas y presiones escolares?

HAPPY FACE pone, curiosamente, el eje en esta investigación ficcional, que no es parte del caso real. Es un mecanismo interesante para analizar las consecuencias y repercusiones de un caso así, pero no deja de ser un tanto tramposo, especialmente habiendo tantas víctimas reales. La serie perderá bastante tiempo en el caso en sí, ya que Melissa siente la presión de «confesar» en público su relación con el asesino para evitar que maten a otra persona que muy probablemente (o no) sea inocente. Más interesante que la investigación en sí son las repercusiones familiares, la manera en la que hablar del tema despierta a ese monstruo online y de repercusiones mediáticas y en redes sociales que se dispara hacia zonas impensadas. Y mayormente crueles.

La serie –cuyo primer episodio dirige el reconocido Michael Showalter– tiene la inteligencia de plantear ese otro mundo que existe por detrás de esos casos, aunque a la vez pertenece y amplía esa fascinación. Hazel va a un museo de «asesinos seriales» y no solo descubre que su abuelo es una celebridad sino que sus encargados le pagarán muy bien por llevarles cosas suyas. Y que esa conexión repercute en el mundo en el que se mueve, a veces com objeto de fascinación pero en otros de modos más problemáticos. Y lo mismo pasa con Melissa y su marido. Hacerse cargo de la conexión puede ser honesto y, a la vez, necesario para resolver el nuevo caso, pero es muy probable que los lleve a meterse en nuevos problemas. En el medio, claro, la temeridad de volver a ver a una persona como su padre, que es un tipo enigmático, agresivo y que vive psicopateándola.

HAPPY FACE bascula entre planteos inteligentes y la más crasa explotación del mercado true crime, moviéndose a veces al mismo tiempo entre esos dos ejes. Creada por Jennifer Cacicio (YOUR HONOR, SEXY BEAST) y con la producción ejecutiva de Robert y Michelle King (THE GOOD WIFE), es narrativamente efectiva, por momentos inquietante, pero a la vez un tanto tramposa. Ashford es la protagonista excluyente en el rol de una mujer perturbada desde que en la adolescencia se enteró qué hacía su padre (hay varios flashbacks a esa época), mientras que el veterano Quaid aparece de tanto en tanto para confundirla más respecto a sus intenciones. Como sucede en muchos casos policiales célebres, por momentos da la impresión que las propias personas implicadas en ellos quieren popularizar sus acciones para recaudar, saliendo en los medios, en libros, en documentales y vendiendo los derechos de sus historias para ficciones. Y quizás el caso del «Happy Face Killer» y de su familia sea uno de esos.