
BAFICI 2025: crítica de «La noche sin mí», de María Laura Berch y Laura Chiabrando
Este drama retrata la silenciosa angustia y desesperación de una mujer a lo largo de una noche en la que se acumulan sus problemas cotidianos y familiares. Con Natalia Oreiro.
María Laura Berch es la directora de casting y entrenadora de actores más conocida y respetada de la Argentina y acaso de toda América Latina, habiendo trabajado en decenas y decenas de producciones, desde independientes y pequeñas hasta films grandes e internacionales. En LA NOCHE SIN MI, Berch colabora con Laura Chiabrando para su opera prima como directora, una rigurosa y subterráneamente intensa película que transcurre en una casa durante una nerviosa noche en la que quizás las vidas de todos sus integrantes cambie para siempre.
La protagonista se llama Eva y es interpretada por Natalia Oreiro en otra actuación descollante. Eva trabaja en una escuela y vive en una casa cómoda con su marido y sus dos hijos. Al iniciar la película Eva ve en su auto que un test de embarazo le da positivo y la vemos sufrir por la noticia, que no parece ser muy bienvenida. Al llegar a la casa tiene la sensación de que con su auto pudo haber pisado a la gata, que maúlla y a la que sus hijos (él adolescente, ella más chica) no encuentran.

Con el paso de los minutos –que las directoras filman como si fuera una película de suspenso, tanto desde los planos cercanos o el uso enrarecido del sonido–, vamos notando las razones de esa incomodidad. La relación con su marido es tensa, nerviosa y por momentos agresiva, con él siempre en su propio mundo, mandando mensajes a supuestas compañeras de trabajo o planeando un show con su banda. Sus hijos le demandan pequeñas cosas todo el tiempo. En paralelo –y telefónicamente– nos vamos enterando que la relación con el resto de su familia tampoco es demasiado buena. Mientras Eva cocina para la familia y prepara una torta para el cumpleaños de un sobrino, las tensiones en esa casa crecerán hasta volverse insoportables.
En poco más de una hora, Berch y Chiabrando hacen un retrato denso y por momentos angustiante de una ama de casa que tiene que ocuparse de diez cosas a la vez y, encima, nadie parece prestarle atención a ella jamás. Más bien, lo contrario: Eva recibe un catálogo de constantes microagresiones que tolera como puede. Sus celos tampoco ayudan demasiado a calmar su ánimo. Conteniendo el fastidio hasta lo indecible, cargándose de irritaciones, bronca y cierta desesperación –el sonido aporta mucho a generarle irritación–, la protagonista se va desarmando psicológicamente hasta que, a partir de una inquietante situación, ya no puede aguantar más.
Oreiro le pone el rostro y el cuerpo a un retrato que la tiene en cuerpo presente todo el tiempo, con la cámara encima de ella, constantemente cocinando, yendo y viniendo, respondiendo a pedidos o inquietudes y acumulando una callada irritación que se parece mucho a la angustia. Contenida, tensa, apretando la quijada y hablando entre dientes, su Eva se va cargando del peso de una existencia –y de un marido– que por momentos la desespera. Casi sin salir de esa asfixiante casa, LA NOCHE SIN MI logra convertirse en una inteligente y agobiante película sobre el terror de lo cotidiano.