
BAFICI 2025: crítica de «Measures for a Funeral», de Sofia Bohdanowicz
Una estudiante universitaria hace su tesis de doctorado sobre la vida y la carrera de una olvidada pianista canadiense cuya historia se conecta con la de su familia.
Entre la investigación histórica y el drama personal y familiar se mueve MEASURES FOR A FUNERAL, la nueva película de la realizadora canadiense Sofia Bohdanowicz en la que la actriz Deragh Campbell vuelve a interpretar –por quinta vez, tras dos largos y tres cortos previos– un personaje llamado Audrey Benac que funciona como una suerte de alter ego de la realizadora. Como en los anteriores films de la dupla –Campbell se suma acá también como coguionista–, lo que aparece acá es otra vez una investigación ligada al pasado cultural del país en el que la propia familia de la protagonista está directamente involucrada.
MEASURES FOR A FUNERAL funciona como continuación o ampliación de VESLEMØY’S SONG, cortometraje que la realizadora dirigió en 2018 –los otros films de la «saga Benac» son NEVER EAT ALONE, MS SLAVIC 7, A WOMAN ESCAPES y POINT AND LINE TO PLANE, siempre con Campbell en el papel. En ese corto se la veía hurgando en la historia de la en su época célebre pero actualmente olvidada violinista canadiense Kathleen Parlow. La conexión personal pasa por el hecho de que Parlow tuvo como alumno favorito a uno de los abuelos de Audrey, un respetado violinista como también lo fue su padre, y esa relación afectó en más de un sentido la vida de la chica, en especial la ligada a su madre.

Estudiante universitaria de Toronto, Benac se plantea hacer su tesis sobre la figura de Parlow y es ese el eje de la película, el que la lleva a conversar con distintos académicos acerca del tema, hurgar archivos periodísticos y personales de la violinista y marcharse a los países (Inglaterra y Noruega) en los que ella vivió y atravesó importantes experiencias. La circunspecta Benac, una chica atormentada por la complicada relación que tiene con su frustrada madre, que está al borde de la muerte, funciona como una reticente investigadora a través de los viajes que se muestran en la película.
Un viejo violín que Parlow usó y la partitura de una obra que compusieron para ella actúan como «ganchos» narrativos en un film que funciona como deriva poética y analítica que funciona mejor cuando se ocupa de la verdad histórica del personaje que en las escenas más cercanas al psicodrama que atraviesa la protagonista. Si bien esas escenas aportan a darle una entidad dramática al film –y Campbell se luce en todas ellas–, formalmente son un tanto más convencionales que el resto de la película.

La conexión, de todos modos, entre la violinista y su familia es importante. La relación de Audrey con su madre está cruzada por esa figura y, en lo específico, por el violín en sí –su madre, de modo no muy disimulado, le ha hecho sentir a su hija que dejó la música por la maternidad–, y en todo momento la chica carga con el literal peso de esa historia. En un film cruzado por materiales de tipo documental –hay personas que hacen de sí mismas y un concierto real filmado en vivo–, Bohdanovicz se pregunta a la vez los motivos por los que Parlow, una mujer, fue condenada al olvido mientras otros músicos canadienses varones, como Glenn Gould, han mantenido y hasta crecido en peso e influencia.
La película (SPOILER ALERT) concluye con una extendida y extraordinaria escena documental en la que vemos a una joven violinista –llamada Elisa en la ficción e interpretada por la notable violinista española María Dueñas— interpretando la sinfonía Opus 28 junto a la Orchestre Métropolitain at Maison Symphonique de Montréal. Esa pieza no solo fue verdaderamente compuesta por el noruego Johan Halvorsen para ser interpretada por Parlow sino que el concierto se hizo para la película, a partir de esta sinfonía que se creía perdida y fue encontrada en 2015. Ese pequeño concierto no solo conecta –de modo dramático y, a la vez, documental– la historia de la pianista con la familiar sino que vale por sí solo el precio de la entrada.