BAFICI 2025: crítica de «The Antique» («Antivariaki»), de Rusudan Glurjidze

BAFICI 2025: crítica de «The Antique» («Antivariaki»), de Rusudan Glurjidze

por - cine, Críticas, Festivales
01 Abr, 2025 10:17 | Sin comentarios

Este drama cuenta la historia de una mujer de Georgia que se muda a la casa de un anciano ruso en San Petersburgo en una época en la que ciudadanos de su país son deportados de Rusia.

Vadim (Sergey Dreyden) es un anciano ruso un tanto huraño, intenso y difícil. De esos que viven solos hace décadas, se fastidian por todo y nada ni nadie parecen caerles bien. Uno se da cuenta, de todos modos, que tienen un lado amable, un tanto más tierno, escondido en algún lugar. Pero se ve poco, sale solo en circunstancias especiales. La mayor parte del tiempo Vadim tiene mucho de ogro. Cuando Medea (Salome Demuria), una mujer mucho más joven, inmigrante de origen georgiano, se muda a vivir en su enorme casa de San Petersburgo, uno podría imaginar para donde irá a parar la historia. Pero no es eso –o no solo eso– lo que sucede en THE ANTIQUE, esta sólida y triste historia que habla de un hecho político grave desde un lugar personal y humanista.

Medea tiene un negocio con varios compatriotas que consiste en importar ilegalmente muebles de Georgia a Rusia. En San Petersburgo trabaja en un depósito en el que esos muebles son restaurados y vendidos, además de recibir muebles de vecinos locales para restaurarlos también. Necesitada de un lugar para vivir, la bastante enérgica y segura de sí misma Medea opta por un curioso arreglo. Vadim quiere vender su departamento –uno muy grande y muy bien ubicado, aunque bastante avejentado– con una condición fundamental: él debe vivir allí hasta su muerte. El asegura que le quedan pocos años de vida y la mujer acepta, ya que ese «detalle» baja mucho el valor del piso. Pero Vadim tiene sus exigencias con Medea: no quiere visitas, ni alcohol, ni drogas y agrega una serie extra de demandas a modo período de prueba. Pero la mujer acepta y allí se inicia una inicialmente tensa convivencia.

El segundo film de la georgiana Glurjidze arranca con un cartel que cuenta que la historia se inspira en las deportaciones masivas de georgianos que tuvieron lugar en Rusia en 2006. Y si bien –al menos por la tecnología a la vista, empezando por los teléfonos celulares– la película transcurre en la actualidad, el eje temático se mantiene, ya que la relación entre ambos países es igual o aún peor ahora. De hecho, Vladimir Putin sigue estando ahí, por lo que cuando se escucha un discurso suyo, que sea actual o de entonces es casi lo mismo. Y ese eje narrativo, que será menor o casi intrascendente en la primera hora del film, se volverá más importante en la segunda, cuando las tensiones políticas empiecen a crecer y nuestros protagonistas las sientan directamente.

Medea no es la única georgiana en esa invernal, helada e impactante ciudad que la cámara recorre exhibiendo su imponente belleza. Está Lado (Vladimir Daushvili), una ex pareja suya, un tipo intenso y bastante pendenciero que trabaja en la importación de muebles con ella y que la película no deja muy bien parado. Y hay otra serie de inmigrantes que trabajan allí también, todos a las órdenes de una persona que se escucha por los altoparlantes y jamás se ve, en un extraño paso de comedia que no funciona bien en el contexto cada vez más grave del film. Pero lo central pasa por Vadim y Medea. Y en las idas y vueltas de esa relación crecerá esta muy buena película.

THE ANTIQUE está bellamente filmada –por el DF vasco Gorka Gomez Andreu– y no sólo por los constantes planos de la imperial San Petersburgo. Sí, es cierto, Vadim cruza todos los días un enorme puente céntrico de la ciudad y el film lo sigue mientras captura el helado Río Neva y los parques, los históricos edificios y museos de esa zona, pero la belleza de la película pasa más que nada por su aura melancólica, la exquisita composición de sus planos –el departamento, bastante venido a menos, parece un museo de la historia de Rusia– y la manera en la que se centra en una relación entre dos personas que, en realidad, se cruzan bastante poco. No es la historia tampoco de una creciente amistad sino la de un choque cultural, generacional, pero sobre todo una sobre los caminos paralelos de estas dos personas que conviven y a la vez representan a dos mundos distintos. Dos personas que, de distintas maneras, están fuera del sistema.

La película arribará, en cierto momento, a una zona más parecida a un thriller político, pero Glurijidze no lo armará como tal sino que incluirá a los personajes en medio de ese clima que los incluye y supera. Quizás la imagen más fuerte del film sea una en la que Lado y Vadim se cruzan sin conocerse en medio de una comisaría, los dos allí atravesando situaciones muy diferentes. O cuando el mueble antiguo que tiene Vadim en su cuarto –al que parece hacer referencia el título– termine teniendo una función muy distinta a la esperable. Son pequeños apuntes que la película va hilvanando para crear esa conexión entre estos personajes que pueden tener sus problemas y diferencias entre sí, pero que tratan de hacer lo posible para solucionarlas cuando se dan cuenta que hay un enemigo mayor que no hace más que arruinarles la vida a todos.