
BAFICI 2025: crítica de «Voyage au bord de la guerre», de Antonin Peretjatko
El realizador francés de «La chica del 14 de julio», de quien se está haciendo una retrospectiva en BAFICI, filmó en 2022 este documental centrado en un viaje a Ucrania durante la guerra.
Acostumbrado a moverse en el territorio de la comedia y no en la del documental político, el realizador francés de ascendencia ucraniana Antonin Peretjatko se vio, por circunstancias personales y también públicas, llevado a realizar un film en el que retratara a Ucrania, el país en el que nació su abuelo, en medio de la guerra iniciada por Rusia en 2022. Su VIAJE AL BORDE DE LA GUERRA funciona como una suerte de diario audiovisual de sus recorridos por algunas ciudades de Ucrania en medio del conflicto, sumando observaciones personales y algunas entrevistas a las cruentas imágenes que combinan la destrucción con la resiliencia civil.
Mientras kilómetros de coches se apilan en la frontera con Polonia para salir de Ucrania, el auto que lleva al director y a su cámara de 16mm. –cuyas imágenes le otorgan un toque distinguible a la película y validan por sí sola todo el proyecto– ingresan. Anton y su amigo André, que organiza el viaje para ir a recoger cosas que dejó en su casa cuando abandonó súbitamente Ucrania, entran al país y van detectando la destrucción. La voz en off del realizador incorpora comentarios y observaciones específicas, algunas de las cuales bordean lo humorístico y mantienen el tono algo irónico de las escenas capturadas años antes durante un viaje a Rusia con las que la película abre.
De a poco el recorrido se va oscureciendo. Volviendo a la ciudad de su abuelo y pasando por otras más grandes –como Leópolis y Kiev–, las imágenes van capturando más y más destrucción, ciudades vacías, edificios abandonados con todo adentro (hay una impresionante imagen de una biblioteca llena de libros que parece flotar en el aire en medio de un departamento partido al medio) para incorporar luego algunos enredados pero fuertes testimonios de personas –casi todas relacionadas con la cultura– que vivieron los primeros y más brutales momentos de destrucción por parte de las fuerzas rusas de ocupación.
El film no tiene un carácter integral ni mucho menos periodístico. Es un diario de impresiones, un generador de memorias, una investigación audiovisual que no es minuciosa ni mucho menos sino movida por el impulso y por la necesidad de dar un testimonio personal de lo que se vive allá. Habrá otros documentales que clarifiquen los hechos o se dediquen a contar eventos específicos. El «viaje» del director de LA CHICA DEL 14 DE JULIO es eso, un viaje, un recorrido por un territorio que le es sentimentalmente cercano y que sobrevive como puede a un ataque injusto y brutal.