Series: reseña de «Government Cheese», de Paul Hunter y Aeysha Carr (Apple TV+)

Series: reseña de «Government Cheese», de Paul Hunter y Aeysha Carr (Apple TV+)

Un hombre sale de la cárcel creyendo que se volverá rico gracias a un invento propio pero una vez afuera se da cuenta que las cosas no son tan sencillas. Con David Oyelowo. Desde el 16 de abril en Apple TV+

El concepto del «queso gubernamental» al que refiere el título de esta serie de Apple TV+ tiene una interesante historia por detrás. En términos literales se refiere exactamente a eso: desde los años ’50 hasta los ’80, las familias estadounidense de bajos recursos recibían un Programa de Asistencia Alimentaria que incluía un bloque de queso de aparentemente dudoso gusto que se ha vuelto una marca de época y de status social. En el slang de uso cotidiano, el government cheese refiere a cualquier tipo de ayuda social del estado. Y en esta serie, su significado es más bien metafórico: tiene que ver con la dificultosa readaptación social de un hombre afroamericano al salir de la cárcel, a fines de los ’60.

Pero lejos está GOVERNMENT CHEESE de ser una serie social sobre las penurias de ex presidiario a su regreso. La propuesta va por un lado mucho más excéntrico, una suerte de comedia policial con un tono cercano al de los hermanos Coen, en el que las tensas situaciones que Hampton Chambers (David Oyelowo) tiene que vivir con ex presidiarios, mafiosos, banqueros, empresarios y conocidos varios están contadas de un modo enrarecido y cómico, con momentos decididamente surrealistas y otros que bordean lo bizarro.

Es una apuesta rara pero en general funciona bien. Tras estar tres años en la cárcel, Hampton sale convencido que Dios tuvo algo que ver con su curiosa liberación. No queda muy claro que ahora sea creyente, pero él lo intenta. Al regresar al hogar se da cuenta que las cosas han cambiado y su reinserción familiar se ha vuelto áspera. Su mujer Astoria (Simone Missick) convive con él pero sale con otro hombre (Hampton duerme en el garage), mientras que sus hijos, Harrison y Einstein, ya son grandes y le prestan poca atención. De todos modos, él tiene un sueño con el que supone saldrá adelante.

En la cárcel Hampton inventó una taladro eléctrico que se afila automáticamente y espera con eso hacerse rico y sacar adelante a los suyos. Pero las cosas por ese lado se complican también: los bancos no le dan crédito y, más que nada, unos matones franco-canadienses aparecen en su vida para reclamar un dinero que él les debe. Ante la complicada situación, y con la «ayuda» de un viejo amigo (Bokeem Woodbine), a Hampton no parece quedarle otra opción que volver a la vida criminal.

Más que su historia, lo que llama la atención en GOVERNMENT CHEESE es su tono paródico, fantástico (el tercer episodio, en el que aparece Sunita Mani, va por ese lado) y lúdico, con un vestuario y una dirección de arte muy cuidadas y alejadas de cualquier atisbo de realismo. La serie transcurre en el valle de San Fernando en una época de crecimiento demográfico y choques raciales, con un trasfondo político fuerte (uno de los hijos de Hampton es militante), pero a la vez la estética de la serie responde más bien a las películas de diez años antes.

Utilizando varios y muy curiosos flashbacks, escenas oníricas y momentos directamente surrealistas, GOVERNMENT CHEESE puede no ser para todos los gustos, pero sin dudas se trata de una propuesta original, distinta, que apuesta a sostener una estética inusual y alejada de la gran mayoría de las cosas que se ven en el mundo de las series. Salvo, claro, las FARGO y sus herederas, que beben del mismo manantial de estética y significado.