
Series: reseña de «The Last of Us – Temporada 2/ Episodio 3», de Craig Mazin y Neil Druckmann (Max)
Tras la masacre del Episodio 2, la comunidad tiene que analizar que hacer: ¿curar heridas y rearmar el pueblo o salir a buscar venganza? Los domingos, por Max. CONTIENE SPOILERS.
Esta reseña tiene SPOILERS del Episodio 3 de la segunda temporada de THE LAST OF US
Después de la explosión viene la calma. No me refiero a las circunstancias que atraviesan los personajes de la serie, que todavía están claramente sacudidos por las muchísimas muertes del episodio anterior, sino al formato y tono del capítulo que continúa a la masacre. Es un episodio funéreo, apaciguado, repleto de dolor pero también de furia contenida, especialmente ligado a Ellie (Bella Ramsey), quien apenas sale del hospital en el que está, ya quiere ir a vengarse de quienes mataron a Joel (Pedro Pascal). De hecho, de haber tenido información acerca de dónde estaba antes, asegura su amiga Dina que se hubiera liberado de los cables y los tubos y habría salido a buscar a Abby y a su grupo.
Siguiendo con la estructura de western que tiene THE LAST OF US, especialmente en esta temporada, el episodio se libera bastante rápidamente de las consecuencias de las muertes –recordemos que no solo Joel fue víctima, sino probablemente cientos de personas tras el ataque de los infectados a Jackson– y se predispone para salir a una nueva aventura, esta vez ligada a la caza. Es claro, de entrada, que la marcha hacia la venganza no será buena para nadie y que ese debate es central a la temporada. ¿A alguien le sirve un ciclo interminable de revancha que puede no terminar nunca?

En lugar de mostrar funerales y eventos ligados a la masacre, el Episodio 3 salta tres meses enseguida para centrarse en los intentos de Ellie junto a Dina (la actriz de ascendencia peruana Isabela Merced) de convencer al consejo directivo de Jackson de armar una expedición para ir a matar a Abby y los que liquidaron a Joel. Tommy Miller (Gabriel Luna), hermano de Joel y líder de la comunidad, no parece del todo convencido de armar esa expedición pero dice que votará a favor por respeto a Ellie y la memoria de su hermano. Finalmente y pese al encendido discurso de Ellie tratando de justificar mandar un equipo de 16 personas para esa tarea, el consejo vota claramente en contra.
Previsiblemente, la chica se decide a hacerlo igual: se arma hasta los dientes y planea escaparse gracias a los datos que Dina le pasa acerca de la locación (Seatlle) en la que cree que el grupo llamado «WLF» y liderado por Abby está. Y la propia Dina se suma a la expedición, que tras un inicio relajado (ambas hablan de sus canciones favoritas, recordándonos la época en la que transcurre todo) se mete de golpe en un clima más oscuro que combina el citado western con el relato de terror, ya que poco antes vimos a un grupo religioso que termina siendo masacrado por fuerzas misteriosas. Las chicas avanzan, se cruzan con los cadáveres de todos ellos, y llegan a una aparentemente semiabandonada y destruida Seattle. Allí les aguardan, como queda claro al final, nuevos problemas en plan potentes fuerzas de choque.
Si bien se trata de un episodio transacional, deja varias perlitas para analizar, desde el rol de la psicóloga alcohólica Gail (Catherine O’Hara) que tiene modos muy particulares para hacer terapia que quizás funcionen, hasta la manera interesante en la que el guión deja en claro que, más allá de la furia de Ellie y sus ganas de salir a matar a Abby, es una decisión bastante sana y hasta saludable para la comunidad no salir en plan venganza. De hecho, que el más vocal de sus apoyos venga de parte del racista y homófobo Seth (Robert John Burke) deja en claro quiénes son los que se conducen en plan «ojo por ojo».

No todos piensan así. “Vinieron y mataron a Joel, ¿por qué no querríamos vengarnos?”, dice Carlisle (Hiro Kanagawa). “¿No se supone que debamos perdonar y ser perdonados? Sin rencor, sin venganza. Eso es lo que nos distingue de los asesinos: nuestra capacidad de compasión”. Esa escena muestra uno de los puntos fuertes de THE LAST OF US: es una serie que racionaliza las cosas y que no elige la opción más violenta ante cada problema, algo que no suele ser muy característico en las producciones de acción. Ya el hecho que el pueblo tenga una psicóloga es toda una rareza.
Pero a Ellie no hay forma de convencerla de poner la otra mejilla y la acción, uno supone, vendrá pronto. En este episodio se destacan algunos momentos calmos, ligados a la tristeza de Ellie al ver la casa y los objetos de Joel o, más tarde, cuando pasa por su tumba. Hay otros juguetones como el permanente coqueteo entre las chicas de la misión –parece inminente un nuevo acercamiento físico– y algún otro momento de furia y gritos, como el que vive Ellie al recordar la muerte de Joel en el hospital. Pero la serie es inteligente al entender que no todo pasa por ella y por su dolor. El pueblo entero ha sufrido cuantiosas pérdidas y tienen que reconstruirse del desastre causado por la invasión. Para ellos la venganza puede esperar. Ellie, en cambio, no tiene tanta paciencia. Y se lanza de nuevo a la aventura.