Cannes 2025: crítica de «Un Simple Accident» («It Was Just an Accident»), de Jafar Panahi (Competición)

Cannes 2025: crítica de «Un Simple Accident» («It Was Just an Accident»), de Jafar Panahi (Competición)

por - cine, Críticas, Festivales
20 May, 2025 06:06 | Sin comentarios

Un hombre encuentra, o cree encontrar, a una persona que lo torturó en el pasado, lo secuestra e intenta decidir, junto a otros en igual situación, qué hacer con él.

Los hechos más importantes en la vida de las personas pueden darse por casualidad. O una serie de ellas. «Un accidente», dirían acá. Simplemente, un accidente. Cruzarse con alguien, llegar a algún lugar en un momento determinado y no en otro, entrar o no entrar sitio en el que luego sucederá algo. Miles de pequeños detalles pueden cambiar y usualmente cambian las vidas de las personas. En la nueva película del iraní Jafar Panahi, ese accidente poco tiene que ver con la trama pero la desata. Y las consecuencias son infinitas y muy serias.

Una familia –padre, madre, hija pequeña– viaja en un auto cuando el padre pisa sin querer un perro. El golpe genera que el auto empiece a tener problemas y tenga que detenerse en un taller mecánico. Cuando uno de los hombres que trabaja allí, Vahid (Vahid Mobasser), escucha la voz y la pisada de la pierna ortopédica del padre en cuestión, se altera, casi que enloquece. No sabemos de entrada el motivo pero el tipo primero se esconde, luego decide seguir al auto ya reparado hasta la casa de esa familia, pasar la noche frente a su puerta y, a la mañana siguiente, seguir al padre en cuestión y, en medio de la calle, golpearlo con su camioneta y meterlo adentro de ella.

Entenderemos la lógica poco después cuando veamos a Vahid cavar una fosa en medio del desierto y tirar allí al hombre, enmascarado pero aún vivo. Vahid planea enterrarlo ahí, vivo, sin explicaciones, hasta que se ve forzado a darlas y acusa al tipo de ser el apodado «Peg Leg» (Ebrahim Azizi), un hombre que lo torturó y maltrató en prisión tiempo atrás. El tipo jura y perjura que no es él, que su pierna ortopédica es reciente y que no tiene nada que ver con la persona con la que, él asegura, lo confunde. Como a Vahid lo encapuchaban al torturarlo, no puede estar del todo seguro que el tipo sea quien cree que es, más allá de la voz y del sonido de la pierna. Entonces surge lo que marcará la trama de ahí en adelante: el llamado «beneficio de la duda».

IT WAS JUST AN ACCIDENT se centrará en el recorrido que hará el protagonista en su auto buscando a otros sobrevivientes de torturas y maltratos de parte del tal «Peg Leg» para que lo ayuden a probar si es quién él cree que es. El acusado viaja en el auto maniatado, golpeado y drogado, por lo que no ve ni escucha lo que va pasando ahí que, básicamente, consiste en sumar a varias personas que puedan dar fe de que el tipo que quiere matar es la persona correcta. Pero no es fácil porque todos tienen las mismas dudas que el protagonista: la fotógrafa Shiva (Maryam Afshari), una novia a punto de casarse (Hadis Pakbaten) acompañada de su futuro marido (Mahid Panahi, sobrino del realizador) y la ex pareja de la fotógrafa (Mohamad Ali Elyasmehr) fueron todos torturados por este «pata de palo» y tienen diferentes opiniones acerca de qué hacer con el tipo. Pero nadie puede dar por seguro de que sea él.

Panahi va armando, como es la costumbre de muchas películas suyas –y buena parte del cine iraní– un drama en movimiento, que se desarrolla en el auto, en la ciudad, en la ruta y en distintas paradas en el camino. Allí van surgiendo las diferencias entre todos estos personajes, quienes curiosamente se conocen entre sí pero no a Vahid, que los ubica a través de un contacto en común. Están los que creen que no hay que hacer con el torturador lo que el tipo hizo con ellos («No somos iguales», dirán), están los que no tienen esos pruritos morales y quieren liquidarlo, mientras que el protagonista va pasando de una inicial sensación de venganza inmediata a tener más dudas. Aún siendo quien creen que es, ¿se justifica vengarse de ese modo?

Habiendo estado preso varias veces y de distintas maneras, Panahi tiene experiencia en situaciones violentas, confusas y dolorosas que generan muchas veces el deseo de venganza. De hecho, son sensaciones que seguramente tienen muchos presos políticos que quizás vean por la calle a personas que los maltrataron o torturaron. Pero el dilema moral que presenta el film va por varios lados a la vez: confirmar la identidad es una, decidir qué hacer con él es otra, pero luego aparecen cuestiones típicas de los policiales, como la necesidad de matarlo para no dejar evidencia alguna de lo que sucedió, o el temor a una posible investigación y represalias. Si a eso se suma que pronto descubrirán que el supuesto torturador tiene una familia, las cosas se harán todavía más tensas y ambiguas.

Fuerte, de creciente intensidad, UN SIMPLE ACCIDENT tiene momentos de entrada entre cómicos y ligeros, ya que muchas de las conversaciones y peleas funcionan por ese lado. Pero de a poco la película va ganando en tensión y oscuridad hasta llegar a una serie de escenas finales que son sencillamente espeluznantes ya que ponen en cuestionamiento aún la lógica prevalente entre los personajes. Ya sin aparente miedo a represalias –o demasiado jugado como para preocuparse–, Panahi ofrece su crítica más directa al gobierno iraní quizás de toda su carrera, aún cuando el grueso de la trama funcione más como una suerte de reflexión interna de parte de aquellos que lo sufrieron y/o lo siguen sufriendo. Así como una víctima de una dictadura debe lidiar emocionalmente con la sola idea de ver por la calle a sus torturadores, los protagonistas de Panahi (y probablemente Panahi también) se hacen esa misma pregunta y la van madurando en medio de un largo viaje del día hacia la noche. En este caso, literalmente hablando.