Cannes 2025: crítica de «La misteriosa mirada del flamenco», de Diego Céspedes (Un Certain Regard)

Cannes 2025: crítica de «La misteriosa mirada del flamenco», de Diego Céspedes (Un Certain Regard)

por - cine, Críticas, Festivales
15 May, 2025 03:05 | Sin comentarios

A principios de los años 80, en el desierto chileno, una niña de once años crece en una amorosa familia queer marginada en un polvoriento y hostil pueblo minero. Con Tamara Cortés, Matías Catalán y Paula Dinamarca.

La idea de que los géneros pueden funcionar como versiones metafóricas y excesivas de la realidad queda muy en evidencia en LA MISTERIOSA MIRADA DEL FLAMENCO, la curiosa e intrigante opera prima del realizador chileno Diego Céspedes que juega en los márgenes entre varios géneros como el western y el fantástico para narrar una historia que tiene el otro pie firme en la más pura y dura realidad. Tal vez tenga que ver con el punto de vista. Lidia, la niña de once años que la protagoniza, quiere, puede o alcanza a ver el mundo a partir del tamiz simple de las oposiciones clásicas y concretas, de los mitos y las leyendas. Y a través de ella este coming of age pega la vuelta para hacerlos caer de bruces en los hechos.

Lidia (Tamara Cortés) vive en una pequeña aldea minera en el desierto chileno, en el norte del país vecino, en los años ’80. El mundo allí parece estar dividido en dos grandes bloques enfrentados entre sí. Los mineros, una suerte de turba violenta y agresiva, y las travestis, un grupo de chicas que conviven en una casa en la que ofrecen –o en algún momento ofrecieron– sexo, y con quienes vive la pequeña. Entre las que andan por ahí está la tal Flamenco (Matías Catalán), una de las travestis más populares de este lugar, que parece «manejado» por una tal Boa (Paula Dinamarca), que actúa a modo de madama.

Los mineros evitan siquiera mirar a las chicas porque creen que, al hacerlo, se enfermarán tan solo con verlas, como si el propio hecho de admitir su existencia los contagiara de algo potencialmente mortal. Y parecen decididos a acabar con todas ellas si eso los permite escapar a esa supuesta maldición. Las chicas, de armas tomar, se dispondrán a defenderse ante cualquier ataque, por más que no todos los cruces entre los dos lados sean agresivos y brutales. De todos modos, los incidentes terminarán mal y allí Lidia se verá enfrentada a tomar la decisión de vengarse o no de lo que sucedió.

Desde la puesta en escena y los escenarios, LA MISTERIOSA MIRADA DEL FLAMENGO toma inicialmente las características de un western. Si bien transcurre a principios de 1980, la polvorienta aldea que apenas tiene unas pocas casas podrían estar en el Oeste norteamericano. Y los enfrentamientos entre los rudos pobladoras y las «prostitutas» del lugar funcionan también con esos códigos. Pero luego la película irá mutando, primero, a un territorio un tanto más fantástico, de cuentos y leyendas. Luego, a una suerte de drama adolescente ligado a ciertos despertares de Lidia. Y cuando parezca que ya no hay más vueltas posibles, Céspedes descorrerá un par de velos más para hacer enfrentar a los personajes y a los espectadores a algo que se parece más a la realidad.

Rodada en fílmico, en un cuadro clásico (pantalla casi cuadrada) y una fotografía impecable, LA MISTERIOSA MIRADA… es el western queer que Pedro Almodóvar aún no ha podido hacer (su corto con Pedro Pascal no le llega a los talones), un mecanismo ingenioso e intrigante de relato que estructura una serie de posibilidades lúdicas y poéticas en torno a una complicada realidad queer ligada a la discriminación y a la época. Con un elenco de actrices y actores talentosísimos y poco conocidos, con una gran y muy humana verdad que surge en cada uno de sus planos, la película de Céspedes es una verdadera sorpresa dentro del panorama del cine chileno y latinoamericano. Un relato original por donde se lo mire.

Es cierto que a lo largo de sus 103 minutos el film puede ser un tanto serpenteante y hasta confuso, con escenas muy efectivas y otras un tanto más caprichosas. Pero esa inestabilidad es integral a la idea de descubrimiento, de probar trazos nuevos, de encontrar imágenes y metáforas inesperadas, aún cuando no siempre todas funcionen. Es una película sobre una familia del corazón –postiza, adoptiva– que se enfrenta a una situación muy dura pero que para Lidia representa el comienzo y el fin de casi todo. El amor es, finalmente, lo que rearma lo que los demás rompen. Lo que cura, emocionalmente hablando, lo que los otros destrozan.