
Cannes 2025: crítica de «Magallanes» («Magalhães»), de Lav Díaz (Premiere)
La película del realizador filipino tiene a Gael García Bernal interpretando al expedicionario portugués en sus viajes y su complicada estadía en las Filipinas.
Nos lo han enseñado en el colegio pero aún así es imposible imaginar el shock. Lo hemos estudiado, luego se han cuestionado esas nociones, pero no debe ser fácil transmitir el impacto que puede haber tenido, para algún habitante de los mal llamados «mundos nuevos», el ver llegar usualmente desde el mar a otros seres humanos, distintos en aspecto, lengua, medios, montados en grandes embarcaciones o cargando armas desconocidas. La única comparación actual que se me ocurre es la llegada de una nave extraterrestre. Y esa es la sensación que transmite MAGALLANES apenas empieza: la del shock, la incredulidad, los dioses respondiendo a una plegaria que quizás nunca debió haber sido hecha.
Una mujer desnuda corre a los gritos la aldea de Malacca, en lo que hoy se conoce como Filipinas, al ver llegar lo que llama «hombres blancos». Su voz se multiplica y el pueblo se excita con la noticia. Ella lo anuncia, literalmente: «los Dioses han escuchado nuestras plegarias». Pero el plano siguiente –que aparece unos minutos después, no olvidar que esta es una película de Lav Díaz– muestra una masacre de locales a lo largo y ancho de esa aldea de pescadores. Han llegado esos extraños hombres de otras tierras y los han matado de a cientos.

Esa es la experiencia primaria que quiere transmitir durante buena parte del relato esta historia centrada en dos distintos viajes de Fernão de Magalhães, el famoso explorador portugués. Los hombres llegan a Filipinas, se adueñan del lugar, se emborrachan todo el tiempo, encierran a los locales en plan APOCALIPSIS NOW! y pasan a autoproclamarse dueños de ese «reino». Encarnado por Gael García Bernal, Magallanes comienza el film como un hombre joven, taciturno, a las órdenes del general Alfonso de Albuquerque (interpretado por el colega y amigo Roger Koza, en una breve pero muy promisoria actuación), quien es el primero aquí en explicar la geopolítica de la conquista para luego caer borracho en el barro.
La película de Lav Díaz combina los habituales tiempos observacionales del realizador filipino conocido por sus muy largos filmes (este, de 160 minutos, es breve en comparación a la mayoría, aunque se supone que hay una versión de nueve horas) con un relato algo más clásico y tradicional, siempre en sus términos, acerca de un hecho histórico clave. No esperen batallas masivas ni escenas de acción ni grandes desembarcos. Díaz quiere poner en escena, al menos en la etapa filipina del relato, otro tipo de choque e impacto: personal, cultural y religioso.
Años después y ya convertido en un importante figura en Portugal –donde se casa, tiene hijos y se queda un largo tiempo–, liderará gracias al apoyo de la realeza española, su más famosa exploración, la que lo llevará a atravesar el estrecho que tendrá su nombre y que se extendió durante tres años. La idea de avanzada era llegar a las Islas Molucas (hoy Indonesia) cruzando a través de un pasaje al sur de América, en lo que hoy conocemos como Patagonia. Y si bien hoy es un hecho histórico, la primer circunvalación del mundo, en ese momento fue un riesgo que puso la sanidad de los expedicionarios al límite.

La segunda parte del film estará dedicada a ese largo viaje y a las dificultades y conflictos internos que tuvieron en alta mar. Casi nada del contexto histórico se explica o detalla en la película, que intenta más bien meter al espectador en la experiencia, navegando hacia la locura y perdiendo la compostura con el paso del tiempo sin casi ver tierra firme. Enfrentamientos religiosos, condenas a muerte en un juicio por sodomía, motines, desesperación, angustia, la lenta pérdida de la cordura y la sanidad mental serán el centro de la actividad en esa etapa, que no detalla cada paso del recorrido sino que lo construye como una única y casi delirante experiencia.
Y la tercera lo mostrará a Magallanes de vuelta en Filipinas, ya como líder y estableciendo una conquista más negociada y política con los locales, en la que todo terminará estallando por un conflicto religioso, ya que para el explorador era central la tarea de convertir a los locales al cristianismo, creando un nuevo tipo de tensión que se agregaba a los del control y el sojuzgamiento. Si bien Díaz retrata a Magallanes sin un cuestionamiento personal obvio –es un retrato más cinematográfico que psicológico–, es claro que el punto de vista del film está con los locales. Más allá de lo que el explorador y conquistador vea como nobles intenciones «educativas» –o, menos inocentemente, cumplir las órdenes reales–, los resultados de sus intentos de colonización quedan a la vista y continúan hasta hoy.
MAGELLAN (así se lo conoce en inglés) es un retrato cinematográfico de esas expediciones, de esas experiencias, de esa locura. Si bien se anunció como un film más centrado en la relación de Magallanes con su esposa Beatriz, eso quedó relegado a un segundo plano en una película que, más allá de los modos apaciguados con los que filma Díaz, conserva una estructura relativamente tradicional, casi a modo de actos clásicos. Está el joven Magallanes en el viaje previo descubriendo cómo funciona el mundo y la manera en la que sus superiores no lo saben controlar del todo bien. El negociador, ya en Portugal, que trata de sacar adelante su arriesgado proyecto pese a la oposición de los locales. Y el dominante, el del viaje y la expedición en sí, que va volviéndose más manipulador, agresivo y violento, capaz de liquidar amotinados propios y herejes locales.

Ese viaje a la locura propio de tantos relatos, literarios y cinematográficos, ligados a las conquistas coloniales, usualmente de europeos adentrándose en territorios para ellos desconocidos, es el que la película captura a la perfección, tanto en las dos etapas filipinas como en el viaje en sí, siempre al borde del desmadre. Hablando una mezcla de portuñol o bien basculando entre ambos idiomas, el actor mexicano no necesita imponerse por presencia ni por volumen de voz, sino que lo hace desde la convicción de ser el que tiene las ideas más claras acerca de lo que quiere. El sabe que ese paso hacia las Indias existe y lo va a buscar pese a la oposición de casi todos. Y está convencido de imponer el cristianismo y allí, spoiler alert para los que no leyeron libros de historia jamás, digamos que no le va tan bien.
MAGALLANES –un film que tranquilamente podría haber estado en competición pero a la vez está un tanto más protegido en el contexto de una sección como Premiere– recontextualiza el cine de Díaz y prueba cómo se pueden asumir desafíos mucho más complejos y en principio alejados de lo que un cineasta usualmente hace sin perder la esencia, la manera de filmar, de capturar el espacio y el mundo que retrata, un poco como sucede en películas como JAUJA, de Lisandro Alonso, otro caso en el que un realizador entra a un proyecto más ambicioso y en principio diferente a lo usual pero no cambia la esencia de su arte al hacerlo.
La película no busca ostensiblemente ser más «políticamente correcta» que lo que cuentan los libros de historia acerca de estas expediciones, aunque eso está inscripto en la propia concepción, en la idea de que sea Díaz el que cuente esta aventura. MAGALLANES un film que mira la complejidad del mundo desde el lugar de la experiencia, del relato en tiempo presente en el que se encontraron tanto los expedicionarios como los filipinos a partir de ese choque que iba a cambiar la historia y cuyas consecuencias se sienten hasta hoy.