Cannes 2025: crítica de «Mirrors No. 3» («Miroirs No. 3», de Christian Petzold (Quincena de Cineastas)

Cannes 2025: crítica de «Mirrors No. 3» («Miroirs No. 3», de Christian Petzold (Quincena de Cineastas)

por - cine, Críticas, Festivales
17 May, 2025 09:16 | Sin comentarios

En esta enigmática comedia dramática, una mujer sobrevive a un accidente en la ruta en el que muere su novio y se queda a pasar unos días en la casa de la señora que la recoge.

Breve, compacta, enigmática y finalmente sensible, MIRRORS No. 3 es una engañosamente ligera gran película del realizador alemán Christian Petzold quien, tras una larga carrera, debuta en la Quincena de Cannes con un film que tranquilamente podría haber estado en la competición oficial. En tan solo 85 minutos, el realizador de BARBARA continúa en su línea más campestre y contemporánea de la reciente CIELO ROJO, otro film que entra su personal categoría que incluye muchas escenas con la actriz Paula Beer andando en bicicleta. No es el único medio de transporte en el que su personaje, Laura, se mueve. Pero es el que le queda a mano y el que puede usar tras el accidente que altera su vida.

Cuando empieza el film Laura está frente a un río en una actitud que parece ser la de alguien que está por suicidarse. Pronto se la ve yéndose a un viaje laboral/vacacional con su novio y con otra pareja, pero mientras todos ellos conversan animadamente a Laura se la ve distante, entre distraída y desconectada. Al llegar al tour le dice a su novio que quiere volverse a Berlín y cuando él, a regañadientes, decide llevarla en auto a la estación para que regrese, tienen un raro accidente y vuelcan el coche en una pequeña y zigzagueante ruta.

Las heridas del novio son mortales, pero las suyas son bastante leves. De ahí la recoge Betty (Barbara Auer), una vecina que los había visto pasar tanto a la ida como a la vuelta desde su casa pegada a la ruta y con la que Laura se había cruzado singulares miradas. La golpeada chica prefiere quedarse en la casa de la mujer que ir al hospital y la película se centrará en esa singular estadía, una que irá tornándose más enigmática y curiosa con el paso de los días y con la aparición del hijo y de la pareja de Betty (Enno Trebbs y Matthias Brandt), que trabajan en un cercano taller mecánico y son una dupla no particularmente comunicativa.

Entre comidas, ropas prestadas, repetidas escuchas de una de las mejores canciones pop de todos los tiempos, interpretaciones al piano (Laura es pianista), algunas confusiones y encuentros un tanto enigmáticos irá pasando el film que, uno ya adivina, guarda algún secreto ligado a la intensa conexión entre Laura y esa familia, especialmente Betty. A tal punto es así que la mujer, cuando ya parece curada de su golpe, da la impresión de querer quedarse allí por más tiempo. Y Betty parece más que contenta con la decisión. Su marido y su hijo, en cambio, ven todo con un poco más de escepticismo.

Ese misterio, como muchos de los que figuran en la filmografía de Petzold, es importante pero no definitivo ni único en el relato. No se presenta necesariamente como un enigma a resolver, pero sí como un elemento que configura la lógica de las relaciones entre los protagonistas. De hecho, la propia Laura –de la que sabemos poco, ni siquiera es claro qué le sucedía al principio del film– es igual o más enigmática que esta suerte de sustituta familia que la recoge como si fueran los integrantes de una de esas raras casas de cuentos de hadas.

Se trata de un film que juega con ideas hitchcockianas propias de la sustitución de identidad, de la posible amnesia y hasta de la locura, pero a diferencia del melodrama de su previa PHOENIX, acá Petzold usa un tono más ligero y casual, uno que por momentos remeda al Aki Kaurismaki de EL HOMBRE SIN PASADO pero en clave femenina. MIRRORS No 3 –título que hace referencia a esta melodía de Ravel que se escucha en el film en un momento clave– es una película pequeña dentro de la obra del alemán pero igualmente cargada de sutiles emociones, de esas que se adivinan como de soslayo, sin que uno se de cuenta hasta más tarde de su verdadera potencia.

Una comedia dramática sobre segundas oportunidades, familias sustitutas y la posibilidad entre trágica y milagrosa de vivir una nueva e insospechada vida, la película de Petzold es un tardío pero importante reconocimiento de parte de Cannes –al menos, de una de sus secciones paralelas ya que la oficial lo sigue ignorando por razones incomprensibles– a uno de los mejores cineastas contemporáneos, un autor a la altura de los más grandes que dio el cine mundial en el siglo XXI.