Cannes 2025: crítica de «The Party’s Over!» («Classe Moyenne»), de Antony Cordier (Quincena de Cineastas)

Cannes 2025: crítica de «The Party’s Over!» («Classe Moyenne»), de Antony Cordier (Quincena de Cineastas)

por - cine, Críticas, Festivales
19 May, 2025 08:48 | Sin comentarios

Esta comedia negra se centra en los conflictos cada vez más violentos entre los millonarios dueños de una finca de verano y la familia que cuida el lugar. Con Laurent Lafitte y Elodie Bouchez.

Una comedia áspera, negra, misantrópica, de la escuela de los argentinos Cohn-Duprat y de tantos otros films que ponen en guerra a patrones y a empleados que conviven circunstancialmente en un mismo lugar, THE PARTY’S OVER! es más una película para apertura o función especial que para una sección como la Quincena. Se trata de una comedia ampulosa, cruel y brutal, ocasionalmente divertida, que podría funcionar bien comercialmente pero que se siente fuera de lugar en un evento cuya búsqueda estética usualmente suele ser otra.

A la película le cae bien, casi que la mejora, su título en francés, que significa simplemente CLASE MEDIA. A partir de la lógica de los personajes, esa expresión cobra un valor extra y permite pensar a la trama como una lucha de clases en la que los que están en el medio ocupan un lugar raro, curioso y a veces hasta problemático, aún queriendo ser todo lo contrario. En la trama –y tomando en cuenta el contexto social francés–, hay una sola persona que responde a esa clase social. Es Mehdi (Sami Outalbali), un joven abogado y novio de Garance (Noée Abita), una aspirante a actriz. La chica es hija de Philippe (Laurent Lafitte), un abogado millonario, y de Laurence, una estrella de cine que encarna Elodie Bouchez, quien parece «jugar» con su vida real en este rol.

Mehdi es invitado a la casa de verano de la familia de Garance y rápidamente se siente humillado por las formas microdespectivas que sus potenciales suegros aplican sobre lo que dice, hace o hasta lo que regala. Pero la crueldad más fuerte –siempre disimulada con una sonrisa–, la aplican con los caseros de la finca, una familia de una clase más popular que integran Nadine (Laure Calamy), Tony (Ramzy Bedia) y su hija, Marylou (Mahia Zrouki). A Tony lo hacen limpiar una cañería cuando está festejando el cumpleaños de su hija (y no le hacen caso cuando pide que no abran la canilla, causando un asqueroso accidente) y le hablan con un tono y un vocabulario que va de la condescendencia al desprecio.

Un día, borracho y molesto, Tony explota. Entra a la casa principal, los agrede verbalmente, les arruina la comida y se va. Al día siguiente los tres van a disculparse con los patrones, pero Philippe no escucha razones: están despedidos. Enfurecidos, los caseros deciden pedir una cantidad enorme de dinero para irse (estaban «en negro», entre otros asuntos un tanto turbios de su contrato laboral) y como Philippe no acepta, entran en una guerra que empieza siendo por números pero termina volviéndose mucho más agresiva. Mehdi, por su origen socioeconómico, se ofrece como mediador. No solo siente que puede empatizar y hacer entrar en razones a los caseros, sino que cree que así logrará además que su «suegro» lo respete y hasta le de trabajo. Pero ni con sus «buenas intenciones» el asunto será fácil.

Con muchos puntos en común con algunas películas argentinas recientes y no tanto (de EL CASERO a LOS DUEÑOS, de LA QUINTA a BUENA VIDA DELIVERY), y con una lógica de comportamiento de los personajes que uno usualmente ve en el cine de los creadores de EL ENCARGADO, el film de Cordier avanza como una sucesión de agresiones y manipulaciones que van de lo verbal a lo físico, de lo sutil a lo directo. Y si bien todo parece pasar por la cantidad de dinero y por algunas exigencias ligadas al «despido», de a poco va quedando en claro que no todo pasa por ahí.

El realizador de DUCHAS FRIAS no toma partido por nadie aquí. Los patrones son los más obviamente crueles y malvados, pero los caseros también aprovechan la situación para sacar ventajas de una manera un tanto turbia. El único que parece poder entender a ambos bandos (unos representan su origen, los otros su ambicioso deseo) es Mehdi, pero –y este es el elemento más ingenioso del guión– esa contemporizadora actitud de clase media, esa suerte de personificación de la negociación «de centro», no logra los objetivos que se propone. Hoy, parece, no es tiempo de posturas intermedias ni de lógica humanista. Todos están dispuestos a entrar en combate contra los otros y que caiga quien caiga.

Si bien algunos apuntes en ese sentido son interesantes de analizar, la serie se pierde en su mirada en exceso misantrópica, en elegir optar siempre por la peor salida posible ante cada situación, en la cantidad de humillaciones, golpes tramposos y agresiones que se dispensan los personajes entre sí. A su modo, la película tiene el mismo problema que los films de Ruben Ostlund como EL TRIANGULO DE LA TRISTEZA. En sus acciones agresivas y crueles, aún en el contexto de la comedia negra, CLASSE MOYENNE no termina criticando un estado de cosas, sino replicándolo.