
Cannes 2025: crítica de «Urchin», de Harris Dickinson (Un Certain Regard)
Un joven que vive en las calles de Londres tiene una oportunidad para rehabilitarse en este drama urbano dirigido por el actor británico.
Las calles de Londres serán muy simpáticas y bonitas para los turistas pero pueden ser un lugar complicado para los que duermen en ellas. En la opera prima como director del actor británico Harris Dickinson (BABYGIRL), su colega Frank Dillane (FEAR THE WALKING DEAD) interpreta a Mike, un joven que vive de esa manera cuando lo conocemos y lo vemos pidiendo dinero a los caminantes, llevando sus pocas cosas de acá para allá y comiendo algo en un comedor social en una supervivencia azarosa y con mínimos recursos. No sabemos nada de su pasado, pero el eje de este film no pasa por ahí.
Con elementos del cine de Mike Leigh (NAKED es la referencia más obvia), URCHIN gira cuando el peor momento de Mike se transforma en una oportunidad. Le roban la billetera, se pelea con otro hombre en situación de calle (encarnado por el propio Dickinson) y termina siendo ayudado por un transeúnte solidario. Mike le agradece y camina con él unas cuadras, pero ante la primera oportunidad que tiene le da un golpe, le roba la billetera, el reloj y termina siendo detenido por la policía. Curiosamente o no, ir a la cárcel un tiempo termina representando una posible salida.
URCHIN dedicará gran parte de su compacto metraje a mostrar los intentos de recuperación y rehabilitación de Mike, que comienzan a partir de la ayuda social (al salir de prisión le dan unas semanas de alojamiento en un hostel y lo ayudan a conseguir un trabajo en una cocina) y cuya continuidad dependerá de su capacidad para sostenerse por su cuenta. En su caso específico, alejado de las drogas, el alcohol, ciertas compañías y tratando de tolerar las constantes y pequeñas humillaciones de la vida cotidiana sin reaccionar.

A la puesta en escena realista, que va llevando a Mike a trabajar con amables inmigrantes en una cocina o con un grupo de «viejos hippies» juntando basura en los parques, Dickinson le agregará un breve y un tanto extraño elemento entre onírico y fantástico que está totalmente fuera de registro en el contexto del film. Por suerte son apenas unas pocas escenas, pero parecen sacadas de otra película, o de una versión inicial del guión que por suerte no prosperó del todo.
Más allá de esos curiosos apuntes, URCHIN es penetrante, afecta, incomoda. No tenemos nunca muy en claro la historia de Mike pero sabemos que cierto grado de intimidad o de nervio personal lo saca de su centro. Y así como puede parecer una persona agradable, simpática y moderadamente optimista, uno sabe que el borde está muy cerca y que cualquier chispa puede despertar ese otro ser bastante más desagradable. Y eso es algo que, no será sorpresa para nadie, en algún mundo reaparecerá en su camino.
La compasión que demuestra Dickinson por Mike y, en general, por casi todos los que viven en la calle o que sobreviven con trabajos muy por debajo de la línea de pobreza –algunos viven en carpas, en autos o en carros tipo casa rodante parados en lugares ilegales– es lo que le da al film esa cierta gracia humanista que evita que caiga en el siempre tentador miserabilismo. URCHIN puede ser dura y hasta pesimista respecto al mundo que muestra, pero intenta entender a sus criaturas sin juzgarlas, poniéndose de su lado y viendo cómo lidian con la aventura cotidiana de sobrevivir.