
Series: reseña de «The Last of Us: Temporada 2/Episodio 4», de Craig Mazin y Neil Druckmann (Max)
En lo que queda de Seattle, Ellie y Dina avanzan en su búsqueda de venganza, enfrentan nuevos peligros y se enteran de importantes secretos mutuos. Con Bella Ramsey e Isabela Merced. En Max.
SPOILERS DEL EPISODIO 4 DE LA TEMPORADA 2
Día complicado para Ellie (Bella Ramsey) y Dina (Isabela Merced). Seattle es grande, aún destruída, pero a las chicas les pasa de todo en el primer día. Conveniente, también, para el drama y la tensión. La plausibilidad, en estos casos, es lo de menos. Todo empieza apenas llegan y se topan con los restos de algo que sucedió once años antes y que se nos muestra de entrada: los residuos y cadáveres de una batalla campal que terminó con un montón de soldados de FEDRA liquidados a manos de alguien que decía ser uno de ellos: Isaac (Jeffrey Wright). Y aunque uno no sepa como sigue THE LAST OF US la presencia del actor da a pensar que se trata de un personaje importante. Y pronto se probará eso: masacrará a la que parecía ser su gente y se unirá a la W.L.F. Once años después, cuando Ellie y Dina llegan buscando a Abby y a otros miembros de esa organización, se cruzarán con su historia.
El episodio se organiza en tres partes. Ese prólogo da paso a Isaac ya en el tiempo presente de la serie (2029) convertido en un brutal torturador de potenciales enemigos (los Serafitas, muchos de los cuales fueron masacrados en el episodio pasado) en una escena propia de PERROS DE LA CALLE, de Quentin Tarantino, con un largo discurso en apariencia a cuento de nada que luego tiene su lógica y sentido brutal. La segunda parte –la central y la mejor– involucra a las dos aventureras investigando el lugar (acá viene un numerito musical muy emotivo), escondiéndose luego de los wolves y enfrentándolos un poco más tarde para muy poco después toparse con otra horda de infectados dispuestos a darlo todo por una mordida en lo que queda de una estación de subterráneos.

La tercera empieza cuando Ellie ofrece su brazo a una de estas «adorables criaturas» para evitar que la muerdan a Dina quien, como no tiene idea que su «amigovia» es inmune, pronto se dispondrá a liquidarla. Pero tras una tensa explicación y una espera nocturna para comprobar que Ellie no se transforma en un hongo con dientes, Dina se convence que su inmunidad es real y allí –por un motivo un tanto inexplicable– en lugar de analizar las implicancias de ese «milagro», Dina le cuenta que está embarazada, tienen sexo y de golpe todo se convierte en una historia de amor. Algo que es clave en la trama, sí, pero podría haber esperado un poco, considerando las revelaciones y el riesgo que sigue presente detrás de la puerta.
Para lo que sí sirve esa escena romántica es para darle un peso fuerte y, si se quiere, irónico a lo que sigue: Ellie quiere seguir buscando a Abby para vengarse por la muerte de Joel y hasta tiene info de donde puede estar, pero acaba de enterarse de que su novia está embarazada y, ella misma lo dice, «voy a ser papá». La ironía ahí se presenta sola: ¿tiene verdadero sentido que sigan adelante con esa revancha? ¿No sería mejor buscar lo que quede de la autopista de salida de Seatlle y regresar a Jackson? ¿Tanto importa vengarse de alguien como para potencialmente arruinar un futuro que, en ese contexto, aparece bastante promisorio?

De esas ironías está construida la serie y es a partir de ellas que se distingue de otras similares sagas de acción y aventuras. Además de eso, claro, cada persecución y ataque de los hambrientos infectados está manejado con gran pericia, eficacia y nervio. Pero el secreto del éxito no pasa por ahí –en WALKING DEAD hubo cientos de ataques de zombies y no se la suele considerar una serie canónica–, sino por hurgar de manera áspera en la propia lógica de su relato y hasta en las expectativas de los espectadores. THE LAST OF US se basa en un videojuego de acción pero su adaptación se pregunta todo el tiempo si no es mejor bajar las armas y volver a eso que llamábamos hogar.
Por último y a modo de comentario paralelo, un aplauso al bello momento musical con Bella Ramsey interpretando una versión acústica, natural y muy sentida del clásico «Take on Me», de a-ha, que ya se escuchaba en el juego en una versión muy similar. Romántico y dulce desde lo que dice la letra, pero a la vez, una oda nostálgica y melancólica a un mundo que supimos tener y que dejó de existir.