
Series: reseña de «Tierra de mafia» («MobLand»), de Ronan Bennett (Paramount+)
Tom Hardy interpreta a un «fixer», que soluciona problemas y se ocupa de los asuntos difíciles de una bastante particular familia mafiosa irlandesa que actúa en Gran Bretaña. Con Helen Mirren, Pierce Brosnan y Paddy Considine. Desde el 30 de mayo por Paramount+
Debería existir un género cinematográfico que consista solo de escenas con Tom Hardy amenazando gente. Cabizbajo, hablando entre dientes, con la mirada penetrante, el tipo te da a entender muy tranquilamente que si le decís que no «sos boleta», no tenés futuro, fuiste. Con un par de escenas así por capítulo, yo ya lo miro. MOBLAND tiene eso como base, como punto de partida. El actor de VENOM es el principal atractivo de esta intensa, violenta y pasada de rosca serie sobre una familia mafiosa irlandesa que opera en Gran Bretaña. El, sin embargo, no es parte de la familia. Es su «fixer», su mano dura, su capataz: el que se ocupa de solucionarles los problemas en los que se meten. Y, oh boy, vaya si se meten en problemas.
Los Harrigan son los Corleone mezclados con los Borgia, un catálogo familiar descompuesto coronado por un excéntrico y una lunática. Papá Conrad (Pierce Brosnan) y su esposa Maeve (Helen Mirren) son dos shakespeareanos personajes que sobrevuelan todos los acontecimientos tomando decisiones medievales que no hacen más que meter a todos en problemas. Y ahí está Harry, yendo y viniendo, repartiendo golpes y favores, para lograr que los Harrigan no exploten por combustión interna o no los liquiden desde afuera. No es nada fácil y el chiste de la serie pasa por ver si el esforzado bulldog de la familia cumple o no su cometido.

Todo empieza por un incidente un tanto absurdo, como suelen empezar estas cosas. Eddie (Anson Boon, que interpretaba a Johnny Rotten en la excecrable PISTOL), el amado nieto de la dupla, no tiene mejor idea que, en un incidente poco claro y con mucho consumo de por medio, matar violentamente a Tommy, el hijo de Richie Stevenson (Geoff Bell), el capo de una banda de gangsters enfrentada a la de los Harrigan. El pedante chico es protegido por su abuela mientras que Harry hace lo imposible por limpiar huellas y derivar la atención hacia otro lado. En el medio –y en un arranque de sospechas–, Conrad mata a uno de sus mejores amigos, lo que no hace más que llamar la atención de la policía. Y Harry tiene que ponerse a acomodar la estantería ahí también.
No es fácil, además, porque Harry está casado con Jan (Joanne Froggatt) y es padre de la adolescente Gina (Teddie Allen) y ambas están hartas de que para el tipo la verdadera familia sean los Harrigan. El problema no es solo que los ignore, sino que termine metiéndolos en el medio del caos que ponen en marcha Conrad y Maeve cada día. El permanente desconcierto involucra también a sus hijos. Kevin (Paddy Considine) es el más metido en el negocio familiar y padre del descontrolado Eddie, mientras que Brendan (Daniel Betts), el mayor, es algo así como el Freddo de la familia: un «bueno para nada». De hecho, la medio hermana Seraphina (Mandeep Dhillon), hija de Conrad con alguno de sus tantos affaires, es en realidad la más capaz de todos. Pero todos juntos, los Harrigan más que sumar, restan. Y Harry, estoico y por dentro seguramente hinchado los huevos, pone la cara y los puños por todos.

De eso va TIERRA DE MAFIA, intensa serie inglesa del creador de la influyente TOP BOY que juega en esa zona limítrofe entre el thriller mafioso serio y la aparatosidad un tanto absurda del género en su versión británica moderna y pop (la canción de apertura es un conocido tema de Fontaines D.C.). De hecho, los primeros dos episodios los dirige Guy Ritchie y algo de su impronta se traslada a los hechos. De todos modos, comparada con otras cosas suyas más pirotécnicas, MOBLAND es casi discreta. Si no fuera por los chiflados de la familia, de hecho, no estaría lejos de entrar en un territorio más denso y oscuro, de esos que hoy se consideran «de prestigio».
Un éxito rotundo desde que la estrenó Paramount+ a fin de marzo (acá llegará el 30 de mayo), MOBLAND se suma al estilo «palo y a la bolsa» que manejan muchas series de esa plataforma, que viene ganando espacios de la mano de las producciones de Taylor Sheridan, creador de YELLOWSTONE y sus precuelas, además de títulos como LANDMAN, TULSA KING y LIONESS. Esta serie no es de Sheridan ni de su universo (es más inglesa que comer fish & chips envueltos en papel de diario), pero comparte con aquellas un estilo directo, poco rebuscado, de la vieja guardia. No intenta reinventar la pólvora ni elevar el género sino que usa todos sus clichés con redoble de tambores incluido.
El combo no debería funcionar pero por lo general funciona. Uno preferiría un mayor grado de verosimilitud en torno a lo que sucede, pero a la vez es innegable lo divertido que resulta ver a Brosnan y a Mirren actuando como si estuvieran en el Royal Shakespeare Theatre haciendo versiones scorseseanas de Ricardo III y Lady Macbeth. Promediando la temporada hay un crimen tan violento e insensato en términos dramáticos que uno duda si dejar de ver la serie o pararse y aplaudirla. En este caso tengo la sensación de que gana la última opción. Uno sabe que los personajes y buena parte de la serie corre en todo momento el riesgo de irse al diablo, pero a la vez tiene la confianza de que ante cualquier problema llegará Tom Hardy, mirará al piso, levantará la vista y casi sin mover un músculo te convencerá de seguir viéndola. Animate vos a decirle que no…