
Estrenos online: crítica de «Tiempo de guerra» («Warfare»), de Alex Garland y Ray Mendoza (Prime Video)
En este film bélico, un pelotón de soldados estadounidenses toma un hogar en Irak y debe resistir a fuertes ataques desde el exterior. Con D’Pharaoh Woon-A-Tai, Will Poulter, Cosmo Jarvis, Kit Connor, Joseph Quinn y Charles Melton. Desde el 15 de junio, por Prime Video.
Las películas bélicas tienden a desarrollarse de modo expansivo, como dramas humanos que incluyen o integran un conflicto con personajes y posiciones usualmente claras, o al menos entendibles. Proponen, ya desde su formato, una serie de ideas temáticas, estilísticas y cinematográficas que las rigen, casi siempre ligadas a cubrir distintas situaciones dentro de una guerra. WARFARE propone algunas diferencias al respecto. Si bien hay muchas películas que eligen centrarse en unos pocos hechos, por mínimos que sean, la película codirigida por Alex Garland y Ray Mendoza va un paso más allá: toma tan solo una situación en una sola locación y la relata en tiempo real.
No hay música incidental ni discursos ni remembrazas familiares aquí. No hay demasiada explicación acerca del contexto. No hay tampoco, al menos en términos clásicos, personajes, ya que no sabemos nada de todos ellos por fuera de los 90 minutos de acción y de relato. La mayoría de los diálogos son técnicos, con términos como «Wilco», «CasEvac», «MAMs» o «Bradleys» dichos una y otra vez. Es la transcripción lo más realista posible de la complicada serie de experiencias que vivió un grupo comando en Ramadi, Irak, en 2006, a partir de tomar una casa a la madrugada desde la cual, supuestamente, podían controlar la actividad rebelde, jihadista, que tenía lugar en los alrededores. Es una historia real y uno de sus protagonistas fue el codirector Mendoza.

Todo empieza de un modo curioso, uno que hará que muchos espectadores piensen si no se equivocaron de película. En el único momento leve de TIEMPO DE GUERRA vemos a un grupo de chicas haciendo gimnasia en un videoclip popular de la época. Pronto se revela que los soldados están mirando, con excitación y risas, ese show, en un plano que recuerda a algunos de Nadav Lapid, por la ironía de toda la situación. Eso termina rápidamente y ahí tomamos conciencia de la misión. En la madrugada salen a la calle de una pequeña ciudad, eligen una casa a la que utilizar como centro de operaciones, reducen bruscamente a sus habitantes y se instalan allí, a modo de puesto de control de una calle que, al comenzar el día, empieza a cobrar vida.
A lo largo de algo que se parece mucho al tiempo real, la película tendrá una primera media hora plagada de rutinas, controles, recorridos, comunicaciones radiales con el exterior (hablan todo el tiempo en códigos militares como los antes citados, que jamás se explican y solo algunos se entienden) y tensión. ¿Hay movimientos raros afuera? ¿No los hay? Se escuchan voces, los intérpretes captan comentarios, pero no es claro. Hasta que empiezan a darse cuenta que las calles se van vaciando y ven pasar velozmente gente armada. Al mejor estilo ASALTO AL PRECINTO 13 –o tantos otros films sobre situaciones de sitio–, WARFARE se volverá de ahí en adelante una guerra en miniatura, una serie de situaciones violentas y dramáticas en poco tiempo y en un solo escenario.
El elenco está lleno de reconocidos actores jóvenes de moda –Joseph Quinn (STRANGER THINGS), Charles Melton (MAY DECEMBER), D’Pharaoh Woon-A-Tai (RESERVATION DOGS), Will Poulter, Cosmo Jarvis (SHOGUN) y Kit Connor, entre otros–, pero es muy poco lo que logramos conocerlos más allá de las acciones específicas que les tocan hacer. Están los que manejan todo con voz de mando, los que están pegados al intercomunicador, los más confundidos o quizás temerosos, los ocupados en lo suyo: una decena o más de jóvenes cuya misión es controlar un espacio geográfico en aparente disputa. Tampoco vemos mucho a los enemigos y menos aún cómo se ven las cosas desde su punto de vista. Desde adentro, la sensación es que es el propio universo el que los ataca.

A la media hora la situación girará hacia la acción pura y dura, y no se detendrá hasta el final. Granadas, disparos, tanques, aviones, explosiones; más disparos, más tanques y nuevas explosiones. Heridos. Muertos. En el medio, militares intentando encontrar la manera de sostener ese fuerte, sin que la película explique nunca si se trata de una posición valiosa o si tiene algún mérito real estar ahí. Entraron ahí con una misión y tienen que tratar de completarla. O, al menos, intentar sobrevivir al error.
Garland y Ramírez reconstruyen y transmiten la sensación de caos, de instinto de supervivencia, de gente tratando de encontrar la manera de resolver un problema que se va volviendo cada vez más denso y, en apariencia, irresoluble. WARFARE intenta acercarse a una idea de cine puro, desprovisto de «rellenos» de cualquier tipo, con la cámara y el montaje armado en función de crear una experiencia kinética, de darle al espectador la muchas veces desesperante sensación de estar ahí, en ese lugar que con el paso de los minutos se va volviendo más y más asfixiante.
Es una película en la que se siente la tensión y el dolor –los gritos desesperados de los heridos son brutales, mucho más que los disparos o explosiones–, en la que el piso tiembla y en el que crece el suspenso del modo en el que lo hace en un western. Como RIO BRAVO, ese clásico tan revisitado de Howard Hawks, WARFARE es a su modo un western («eastern» debería ser, en términos geográficos) moderno en el que un grupo de personas atrapadas en un limitado espacio debe encontrar la manera de salir de ahí. Y en más de un sentido sigue las reglas de muchas clásicas películas del Oeste en las que los nativos rodean y atacan a los invasores.

WARFARE no intenta dar una mirada política del conflicto –no hay toma de posición acerca de nada, lo que se hace es retratar una situación– pero es cierto que esa falta de contexto, y la lógica identificación de cualquier espectador con los heridos y asediados, pueden dar a entender una suerte de apoyo a la misión estadounidense. Pero no es esa la lógica ni la búsqueda de una película que, en cierto sentido, hace recordar a THE HURT LOCKER, de Kathryn Bigelow, en su intento de retratar el minuto a minuto de los hechos. El realizador de británico de EX MACHINA y la reciente GUERRA CIVIL maneja los hilos del suspenso y la tensión de un modo creciente, acumulativo. Es poco lo que sucede en términos de impacto en la primera mitad, pero una vez que comienza el caos ya no se detiene más.
Importante para crear esa sensación es el trabajo sonoro. WARFARE utiliza el sonido desde la perspectiva de los soldados, jugando con los volúmenes y la mezcla en función no solo de los impactos en sí sino del estado de confusión mental y hasta pérdida del conocimiento de los protagonistas. Tras una gran explosión, en lugar de escucharse un típico griterio o pedidos de ayuda lo que se escucha es un enorme silencio y un agudo pitch sonoro que descoloca y enerva. Y eso sucede más de una vez: en diálogos en los que la gente no se escucha entre sí o disparos que suenan asordinados por esa confusión mental. Eso sí, cuando el audio se «libera», el caos de bombas, disparos y gritos de dolor puede ser brutal, ensordecedor, agobiante.
WARFARE es una experiencia intensa, angustiante, que quizás sirva para dar a entender la brutalidad, la destrucción y, en el fondo, el sinsentido de las guerras. Hay algo ligado al no tener muy en claro la utilidad de la misión por la que están poniendo en riesgo sus vidas que deja al desnudo, como si fuera un micromundo de la guerra en general, el absurdo de esa y de probablemente cualquier otra aventura bélica. Aquí, en definitiva, lo único que realmente importa es ayudar al amigo, salvar al compañero, tratar de sobrevivir y, como decían en los viejos westerns, get the hell out of Dodge…
Verdaderamente la película es aburrida a más no poder, no se sinel director da comisión a las revistas digitales para poner esta película por las nubes, he visto películas basadas en echos reales que son auténticas obras de arte, pero está, está es una auténtica porquería de película, quién quiera verla y sacar su conclusiones puede hacerlo, pero si diré te vas aburrir a más no poder, sinceramente perdí hora y algo de mi vida en ver semejante bazofia.